Vikki fue diagnosticada de hepatitis a los 14 años. Entonces, los médicos le aseguraron que su cuerpo no sería lo suficientemente fuerte como para poder traer al mundo a un bebé.
"Cuando me dijeron que nunca podría tener hijos no me preocupé demasiado porque estaba más preocupada en luchar contra la enfermedad y poder hacer las cosas que entonces hacían mis amigos, pero a medida que iba creciendo, me derrumbaba al pensar que nunca sería madre", asegura la joven al diario Daily Mail.
"Era horrible pensar que nunca tendría una vida normal como cualquier otro adulto", comenta.
Pese a ello, su vida dio un giro fatídico cuando cumplió los 21 años. Entonces su hígado comenzó a fallar y un trasplante era algo fundamental para poder seguir con vida.
Vikki comenzó a creer que todo estaba perdido hasta que los médicos le comunicaron que disponían de un donante compatible. Se trataba de un joven adolescente que días antes había fallecido en un accidente de tráfico.
La generosidad de la familia hizo posible el sueño de Vikki, que tras recibir el trasplante se pudo quedar embarazada. EPF