El brutal crimen que conmociona a Portugal: droga, mata y quema a su madre para recibir la herencia

Informativos Telecinco 12/09/2018 19:43

Diana Fialho y su marido Iuri, de 23 y 27 años respectivamente, lo tenían todo planeado, tal y como han confesado a la Policía Judicial según Jornal de Notícias: primero drogaron a Amélia, posteriormente la mataron a martillazos y finalmente envolvieron su cuerpo en una manta, lo llevaron al campo, lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego. Incluso fingieron la desaparición de la profesora durante días.

Y fue el pasado sábado 8 de septiembre cuando Diana decidió llevar a cabo el plan. Así, echó la droga en la cena de su madre adoptiva, sintiendo la mujer los efectos adormecedores poco después. Tras ello, fue llevaba a la cama en donde recibió los martillazos en el cráneo.

Al creer que estaba muerta, envolvieron su cuerpo en una manta ensangrantada y lo trasladaron en coche al campo, a una zona forestada fuera de la ciudad. Allí fue donde le rociaron con gasolina y le prendieron fuego. El informe forense ha determinado que en cuando fue quemada Amélia aún estaba viva.

Pero, ¿por qué acabaron con su vida? Aunque existían dos posibles móviles, económico y personal, parece que el crimen habría sido llevado a cabo por motivos de dinero y no por la mala relación que tenían. Adquiere importancia en el suceso el lugar en el que residían la víctima y los autores del mismo, ya que Montijo, una ciudad dormitorio de Lisboa, había visto como en los últimos cuatro años el valor de las casas se había duplicado. De esta forma, Amélia poseía dos viviendas con un precio de mercado que alcanzaría los 300.000 euros.

De esas dos casas, una era un dúplex en el que los tres residían, pero de la que habían sido expulsados días antes del asesinato la joven y su marido. Esa vivienda tendría un valor superior a los 200.000 euros, mientras otra casa, en la que Amélia residió de pequeña, vale más de 80.000 euros.

De esta forma, si mataban a su madre y suegra, matarían dos pájaros de un tiro: recibirían la herencia de las casas y gozarían de la plena libertad que no tenían por su culpa. Pero claro, no contaron con que iban a ser descubiertos. Ahora, los investigadores intentan buscar el martillo con el que golpearon la cabeza, y creen que puede estar en el fondo del río Tajo.