El plan para la Europa post-covid se aprobará en julio

  • Los dirigentes europeos empiezan este viernes a discutir el fondo anti-crisis

  • El acuerdo podría llegar el 9 de julio en una reunión presencial de los líderes

  • Los préstamos masivos de la UE se sustentarán en la creación de nuevos impuestos para todos los ciudadanos de la UE

Con todos presentes en carne y hueso. Así será muy probablemente la reunión de los presidentes y primeros ministros de la UE que se celebrará en julio y que decidirá el futuro de la Unión Europea y sus presupuestos para los próximos 7 años. Lo de la "presencialidad" lo ha anunciado Alemania, aunque después ha matizado que será este viernes cuando se tome la decisión final. Si finalmente se confirma, será la primera vez que los líderes europeos se verán las caras físicamente desde el pasado mes de marzo cuando se desató la pandemia del coronavirus en el Viejo Continente.

Mañana viernes los dirigentes europeos discutirán por primera sobre el plan anti-crisis con el que la Comisión Europea pretende movilizar 750.000 millones de euros, 500.000 millones en transferencias a fondo perdido. España podría obtener hasta 140.000 millones, aproximadamente el 55% en transferencias directas. Aunque la discusión está abierta y algunos países (principalmente Suecia, Dinamarca, Austria y Países Bajos) se niegan a que haya transferencias y quieren que todo sean préstamos, el plan final, de aprobarse, será similar al presentado por la presidenta Úrsula Von der Leyen.

Bruselas apunta alto con la mayor emisión de deuda común de su historia. Inversiones para poner las bases de la Europa post-covid19 potenciando sectores como el sanitario, el digital y la reconversión energética contra la crisis climática. Sin condicionalidad en forma de ajustes fiscales y aplaudiendo, como hacía esta semana la Comisión Europea, los programas contra la pobreza y la exclusión y las reformas laborales que ataquen la precariedad.

Condiciones

Los 27 tendrán que presentar programas de reformas económicas para el período 2021-2024 que tengan en cuenta las recomendaciones que les pida la Comisión Europea en el ejercicio del Semestre Europeo. Esos programas de reforma deben recibir el visto bueno del Ejecutivo europeo y de los demás gobiernos. Las transferencias o préstamos llegarán por tramos y su uso será evaluado, como se hace siempre con los fondos europeos. No se trata de financiar gasto corriente sino inversiones.

El ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, lo dijo hace semanas así: “De ninguna manera se trata de que las ayudas estén condicionadas a reformas que parecerían un programa macroeconómico (de ajuste) como se hizo durante la crisis griega. Es un plan de relanzamiento, no de ahorro”.

2020 no es 2010

Las recetas económicas con las que se intentó de frenar la anterior crisis parecen guardadas en el cajón del polvo. Algunos grandes diarios europeos, como el francés ‘Le Monde’ o el financiero alemán ‘Handelsblatt’ hablan de “plan para reinventar Europa” tras el ‘Brexit’, acelerado por la crisis del covid-19. El plan dibuja una Europa más integrada con acciones conjuntas como una emisión de deuda y más solidaria porque refuerza el principio de que las regiones más ricas, que son las mayores beneficiarias del mercado común, devuelven esos beneficios con solidaridad hacia las más pobres.

La crisis aceleró tendencias y el plan llega en un momento clave porque la inmensa mayoría de los gobiernos del bloque y las instituciones saben que, tras una década de crisis (financiera, migratoria, Brexit) se la están jugando. Angela Merkel pasará a la historia en parte por cómo deje Europa tras esta crisis. Los británicos ya no están ahí para oponerse.

Los autodenominados ‘frugales’ ven cómo la Comisión Europea no tuvo en cuenta sus exigencias al lanzar el plan y cómo entre sus filas empiezan a surgir griegas porque en Austria los ecologistas, de los que depende el primer ministro Sebastian Kurz, están a favor del plan y porque en Dinamarca, con un Gobierno socialdemócrata que se dice europeísta, empiezan a surgir dudas.

La cumbre de este viernes no cerrará un acuerdo, que llegará como muy pronto el 9 de julio y podría retrasarse hasta octubre. Pero servirá para que se midan las fuerzas. El plan prevé movilizar 750.000 millones de euros para aumentar, temporalmente, el presupuesto de la UE de 1,1 billones a 1,85 billones para el período 2021-2027, aunque la inmensa mayoría de esos 750.000 millones extra deberían gastar en los primeros tres años. Más del 80% de esos 750.000 millones irán a inversiones públicas y reformas estructurales. Pero esta Comisión, al contrario que la de hace una década, llama “reforma” a las reformas y “ajuste” y “recorte” a los ajustes y los recortes. Bruselas, por ejemplo, aplaudió la creación del ingreso mínimo vital.

655.000 millones para inversiones y reformas

El primer pilar del plan es el mayor. Prevé 560.000 millones para relanzar las economías europeas y hacerlas más resistentes. Ese más de medio billón se repartirá en 310.000 millones de transferencias y 250.000 millones de préstamos. 50.000 millones irán a reforzar los actuales fondos de cohesión, 30.000 millones para el fondo de transición justa y 15.000 millones para fondo agrícola de desarrollo sostenible.

56.300 millones para movilizar inversiones privadas

Bruselas prevé poner 26.000 millones de euros en inversiones públicas que movilicen 300.000 millones en inversiones privadas. Es el mecanismo –criticado por el Parlamento Europeo- que se usó con éxito para movilizar inversiones privadas en el marco del Plan Juncker. Las dudas, según investigadores del think tank ‘Bruegel’ se deben a que en la actual situación económica podría haber poco apetito inversor. 15.300 millones reforzarán InvestUE, el principal programa inversor europeo. Y otros 15.000 millones irán a inversiones públicas que, otra vez, deberán atraer inversiones privadas por unos 150.000 millones de euros, principalmente en materia de transición energética y desarrollo digital.

38.700 millones para sanidad y protección civil

7.700 millones irán directamente a reforzar los sistemas sanitarios. 2.000 millones reforzarán RescEU, la semilla de un sistema europeo de protección civil. 13.500 millones reforzarán el presupuesto de Horizon Europeo, el gran programa de financiación de I+D y 15.500 millones reforzarán la ayuda humanitaria fuera de Europa.

Una parte de más de 3 billones de euros

Los 750.000 millones de euros de este fondo completarían lo ya movilizado. La UE ya aprobó una línea de créditos baratos de 240.000 millones a través del MEDE, 200.000 millones de euros en préstamos para pymes desde el Banco Europeo de Inversiones y 100.000 millones para financiar los ERTE’s. A eso se añaden más de 1,6 billones de euros del Banco Central Europeo hasta junio de 2021 y los fondos movilizados a nivel nacional.

Emisión de deuda común

No los llame usted ‘coronabonos’ que en el norte de Europa esa palabra suena a insulto, pero se le parece bastante. ¿De dónde salen los 750.000 millones de euros? De una emisión de deuda por parte de la Comisión Europea en nombre de la UE.

No es la primera vez que Bruselas emite deuda conjunta, pero nunca se trató de montantes de este calibre. Bruselas propone endeudamiento común porque Alemania giró y de rechazarla hace unos meses es ahora quien intenta convencer a los ‘frugales’. Estos ya apenas critican el modelo. Ahora intentan rebajar las cifras. Pelear sin el ‘primo de Zumosol’ alemán al lado es más difícil.

Impuestos europeos para devolver los préstamos

En la planta 13 del Berlaymont –sede central de la Comisión Europea- alguien debió pensar que puestos a pisar callos era mejor pisarlos ya todos. Así, el plan incluye la creación de impuestos europeos con cuyos ingresos se irían devolviendo, para empezar, los intereses de esa emisión de deuda. O, como los llama la Comisión Europea, “recursos propios”.

Bruselas pone pistas para que los gobiernos elijan: un impuesto a los gigantes digitales, una subida de los derechos de emisión de CO2, un impuesto al plástico no reutilizable, un impuesto extraordinario a todas las empresas cotizadas del continente y hasta un impuesto al carbono en frontera, es decir, hace que las importaciones paguen un arancel extra si vienen de países que no luchen contra la crisis climática.

Impuestos europeos significa más integración y más independencia económica para la Comisión, algo a lo que se resiste Berlín.