Stephan Lessenich, sociólogo: “No me gusta el concepto de las políticas de identidad”

  • El que será a partir del próximo mes de julio director del Instituto de Fráncfort para la Investigación Social, cuna de la llamada “escuela de Fráncfort”, reivindica en NIUS la actualidad de las tesis neo-marxistas de sus predecesores

Se podría pensar que el Instituto de Fráncfort para la Investigación Social, por tener en el siglo XX a sus nombres más brillantes – se llamen Max Horkheimer, Theodor W. Adorno o Walter Benjamin – es una institución del pasado. Pero no es así. El, primero, marxismo y, después, neo-marxismo que dicho instituto cultivó en la llamada “escuela de Fráncfort” no es agua pasada.

Al menos no lo parece escuchando Stephan Lessenich (Stuttgart, 1965), sociólogo que a partir del próximo mes de julio será el director del Instituto de Fráncfort para la Investigación Social. Se sentará, de hecho, en el mismo escritorio que tuvo allí Adorno, una de esas mentes neo-marxistas cuyo pensamiento no es ajeno a la actualidad, según Lessenich.

El trabajo intelectual que desarrollaron a partir de Fráncfort los Adorno, Horkheimer, Benjamin, Herbert Marcuse y compañía constituye lo que se ha venido a llamar “Teoría crítica”, una teoría que trata de explicar la sociedad a través del marxismo y de una batería de disciplinas que abarcan, entre otras, la psicología, el psicoanálisis o la sociología.

Hay quien ve en el corpus que dejó en sus días de gloria la “escuela de Fráncfort” muchas de las bases para lo que se ha venido a llamar “políticas identitarias” o “movimiento woke. El escepticismo ante lo que que Lessenich llama en esta entrevista con NIUS “racionalidad capitalista moderna” o la crítica al “liberalismo individualista” son elementos que, al menos parcialmente, se encuentran en disciplinas que hoy polarizan en Estados Unidos como la Teoría Crítica de la Raza.

Ésta, según se lee en la Enciclopedia Británica, considera que el “liberalismo político” es “incapaz de ocuparse de los problemas fundamentales de injusticias de la sociedad estadounidense”. Desde Fráncfort, Lessenich, nuevo guardián de las esencias de la “escuela de Fráncfort”, también tiene munición contra la democracia liberal.

La democracia liberal lleva a grandísimas desigualdades sociales estructurales porque las democracias liberales no tratan de verdad con los mismos derechos a todos los ciudadanos”, dice Lessenich.

P: ¿Qué pensadores de la llamada “escuela de Fráncfort” siguen estando de actualidad?

Siempre es difícil dar unos nombres y dejar otros sin mencionar. La escuela de Fráncfort fue un esfuerzo cooperativo, un gran contexto de investigación del que es difícil decir quién forma parte del núcleo duro y quién no. Pero pienso que se puede decir que Karl Marx es una referencia común de la teoría crítica, al menos en la idea de que las evoluciones históricas funcionan a través de contradicciones. Es decir, que las dinámicas sociales están conducidas por la formación de contradicciones históricamente variables: ya sea entre capital y trabajo o entre empresarios y trabajadores, pero también entre diferentes ámbitos y medios sociales que entran en contradicción.

Esta idea encontró diferentes aplicaciones en la “escuela de Fráncfort”. Max Horkheimer y Theodor W. Adorno en la 'Dialéctica de la Ilustración' construyen entorno a esa idea de dinámicas contradictorias, tras la experiencia de la Segunda Guerra Mundial y el asesinato en masa sin precedente del Holocausto. Ahora, vivimos en un tiempo en el que están emergiendo nuevas formaciones de contradicciones en las que hay nuevas variantes de esta dialéctica y entenderlas siempre fue un aspecto central de la teoría crítica y de la escuela de Fráncfort. Pero no sólo se busca entenderlas, sino también abrir vías para el cambio.

P: ¿De qué temas actuales puede ocuparse hoy la “escuela de Fráncfort”?

Temas globales que están en el centro de luchas sociales, ya sea la inmigración, las llamadas políticas de identidad, la digitalización, las nuevas formas de trabajo, las nuevas formas de racismo o los límites del crecimiento económico. Todo esto puede analizarse bajo ese prisma de la evolución de la historia a través de contradicciones.

P: ¿Qué influencia cree usted que tiene todavía este modo de pensar la sociedad?

Tiene influencia en la crítica a las necesidades de producción del capitalismo y el consumismo sin límites que va asociado a esas necesidades, dos cosas que llevan a la destrucción del medioambiente. La "escuela de Fráncfort", como tal, tal vez no esté en el centro de los debates públicos actuales. Pero los temas que trató todavía son considerados referentes en el contexto de los debates sobre alternativas a una modernidad capitalista que, al final, es destructiva.

Sin embargo, los actores políticos que cuentan como progresistas, como Los Verdes ahora mismo en Alemania – un partido que aspira a tener el próximo canciller – no siguen una idea de radical transformación de la sociedad, algo que sin duda buscaba la escuela de Fráncfort. Desde esos actores políticos actuales se plantea la adaptación de la sociedad a nuevos desafíos, ya sea el cambio climático, la inmigración, etcétera. Los temas de los que pensó y habló la escuela de Fráncfort están ahí fuera, pero la radicalidad con la que se trataban en la escuela de Fránfcort falta en el debate público y en todo el espectro político.

P: Menciona usted a Los Verdes. A ese partido se le hace la crítica de que es una formación especialmente sensible a las llamadas políticas de identidad. Por ejemplo, su programa político está escrito en lenguaje inclusivo.

A nivel general, siempre hubo un proceso de incorporación de las ideas de la teoría crítica en los procesos de la sociedad moderna capitalista, pero en ese proceso se quitó el aguijón a esas ideas. Porque se llevan aspiraciones radicales de las llamadas políticas de identidad al mainstream, ya sea en Los Verdes o en instituciones gubernamentales – como cuando las autoridades reconocen la existencia del tercer género [el género diverso, ndlr.]. Al final, este modo de incorporar la crítica de la sociedad siempre es una forma de despolitizar esas críticas. Esto es algo que han explicado los sociólogos Luc Boltanksi y Eve Chiapello, por ejemplo, en la rama francesa de la teoría crítica.

P: Por eso se ve a grandes empresas reivindicar conceptos como la diversidad.

Sí, en el sector privado se llama a esto diversity management, algo que se considera un nuevo factor de productividad. Las grandes empresas y sus gestores de recursos humanos no son tontos y saben que tienen que lidiar con una sociedad que ha cambiado y que tiene nuevos deseos.

P: Volviendo al Instituto de Fráncfort para la Investigación Social, del que usted será director a partir de julio. ¿Sigue siendo una institución neo-marxista? ¿Hay líneas de investigación que no sean neo-marxistas?

Ninguna organización es homogénea. Tal y como está hoy el Instituto de Fráncfort para la Investigación Social es una organización plural. No puedo decirle que tenga un programa o una línea directora común que sea neo-marxista. A buen seguro hay puntos que conectan con la clásica tradición de la teoría crítica. Pero también se hace mucha investigación empírica que no tiene necesariamente conexión con los grandes nombres de la teoría crítica. Sin embargo, ahora hay otra gente que sí tiene una intensa conexión con los trabajos de Adorno, Sigfried Kracauer o Walter Benjamin.

Dentro del marco de la teoría crítica, en Fráncfort y en otras partes, hay una gran pluralidad. Pero yo le diría que algo a lo que aspiramos en el Instituto para la Investigación Social es que la marca neo-marxista esté más presente y visible en el futuro. Digo neo-marxista en el sentido de que el trabajo estará conectado con las teorías marxistas, pero actualizado a las constelaciones sociales actuales y, segundo, conectado con los desarrollos teóricos desde los años 60 y 70.

P: El neo-marxismo se entiende también como una filosofía que contiene un profundo rechazo al liberalismo y al racionalismo. Se pone de ejemplo de esto mismo a la propia 'Dialéctica de la Ilustración' de Horkheimer y Adorno.

Ese reproche existe, sí. Pero a mi entender no es lo suficientemente certero. La propia 'Dialéctica de la Ilustración' no es, per se, una crítica al racionalismo, sino una crítica a una forma específica de racionalidad. A saber, la racionalidad capitalista moderna que es, en último término, destructiva, algo que se ve en la destrucción del medioambiente. Lo que se debate ahí es la racionalidad de la sociedad capitalista, y no toda forma de racionalismo. Lo mismo puede decirse sobre el liberalismo. La crítica que hace la teoría crítica del liberalismo es una crítica al liberalismo individualista, que está centrado en la ficción del individuo autónomo. En la teoría crítica se trata de pensar la libertad no de forma individual sino de forma colectiva y socialmente arraigada.

P: Dado que las ideas marxistas implementadas en regímenes fueron, al fin y al cabo, dictaduras responsables de millones de muertos, ¿No son esas otras formas de pensar, también, destructivas?

Hay un gran malentendido aquí. El neo-marxismo, especialmente en los años 70, tanto en Alemania como en Estados Unidos o en Italia, y tanto en la teoría como en la práctica, comienza como una crítica contra el Estalinismo, la Unión Soviética y determinadas formas de marxismo-leninismo que fueron institucionalizadas. El neo-marxismo se diferencia claramente de los regímenes que usted menciona. Por eso hablamos de “neo”, y, en su misma base, están la democracia y los derechos civiles.

P: Entonces, ¿no hay en el neo-marxismo un rechazo de la democracia liberal?

No, no de esa manera tan amplia. Lo que hay es un análisis de la democracia liberal que viene a decir, en líneas generales, que la democracia liberal lleva a grandísimas desigualdades sociales estructurales porque las democracias liberales no tratan de verdad con los mismos derechos a todos los ciudadanos. Hay, por tanto, una crítica a las estructuras creadoras de desigualdad de las democracias liberales. Pero no es en modo alguno una crítica en el sentido de que la democracia liberal sería peor que un régimen dictatorial.

P: En Estados Unidos hay todo un debate sobre si ideas como las de la Teoría Crítica de la Raza

He escuchado esos reproches, sí. Pero creo que son generalizaciones erróneas. Habría que ver quién dice qué en CRT, pero, en general, yo veo que cuanto más teóricos hay que ponen temas en el debate, más reacciones se generan en contra de movimientos como Black Lives Matter o la CRT, a los que sea acusa de racista. Creo que eso es una reacción defensiva de personas o grupos que, estando en posiciones de poder, se sienten amenazados por teóricos y activistas negros o afroamericanos que reclaman sus derechos.

P: Las llamadas políticas de identidad es un tema que genera grandes titulares en Estados Unidos y Europa. Hemos visto el debate del Partido Socialdemócrata de Alemania por las opiniones de Wolfgang Thierse o, en el izquierdismo germano, Hemos visto el debate del Partido Socialdemócrata de Alemania por las opiniones de Wolfgang Thiersedebido al último libro de Sahra Wagenknecht

Creo que estos debates reflejan una parte de las discusiones que tienen lugar en Estados Unidos y creo que están totalmente equivocados. Porque Thierse o Wagenknecht siempre sostienen que, por un lado, hay un grupo de personas con intereses legítimos, como los trabajadores o los que representa la socialdemocracia, las clases medias, la gente trabajadora, y, por otro lado, grupos de la sociedad que se ven reducidos a una identidad cultural por ser homosexuales, discapacitados o lo que sea.

Creo que es algo muy extraño considerar que unos tienen un interés social y otros un interés cultural o identitario. Estos grupos no tienen unas necesidades identitarias, sino anhelos y deseos sociales como cualquier otro grupo, ya sean sindicalistas o empresarios. Pienso que hay una tentativa de reducir esos grupos a su identidad sexual, por ejemplo, para no considerar sus aspiraciones sociales, aspiraciones que, en realidad, son tan materiales como las de los trabajadores. Por eso no me gusta el concepto de las políticas de identidad. Me parece una concepción de la realidad errónea.

P: Usted ha dicho al diario Frankfurter Allgemeine Zeitung que no cree que haya una “cultura de la cancelación” en Alemania. ¿Cómo hay que valorar entonces que haya tenido problemas para dar clase BerndFrankfurter Allgemeine Zeitung“cultura de la cancelación” en Alemania Lucke, fundador del partido ultraderechista Alternativa para Alemania

Por mi experiencia, estoy seguro de que eso no es en absoluto un problema sistemático. En las universidades públicas alemanas no hay una amplia tentativa de impedir de que haya eventos, charlas o lecturas. Hay algunos casos que considerar, sí. Y hay que ver quién tenía que hablar o no y quién protestó o no. Usted menciona dos casos, pero no hay muchos más de estos casos. Siempre se mencionan los mismos. Sobre Sarrazin, hay que decir que estamos claramente ante un racista. Que él tenga que tener audiencia en las universidades para presentar sus posiciones es algo sobre lo que se pueden tener diferentes opiniones.

Si se le da la oportunidad, tiene que haber un debate crítico después, pero también es legítimo pensar que no, que en una universidad pública, financiada con dinero público, no se debe poder representar posiciones que deliberadamente hieren el consenso democrático. Sarrazin puede dar a conocer sus posiciones en otros muchos lugares, fuera de la universidad. Sus libros se venden, no en vano, por millones. Decir que su libertad de expresión está siendo limitada es una ironía. En cuanto a lo que pasó en la Universidad de Hamburgo, las clases se bloquearon dos veces. Después de eso, Lucke ha podido dar clases como hacía antes.