Vecinos de la ciudad de Acapulco, en el sur de México, siguen llorando la pérdida de sus seres queridos y los daños materiales causados por el terremoto de magnitud 7.1 en la escala sismológica de Richter que golpeó la región la noche del pasado martes.
El seísmo provocó la muerte de dos personas en el estado de Guerrero, una de ellas era una mujer de 75 años a la que le cayó en la cabeza una pared. Los residentes tratan de sobrellevar la pena y la incertidumbre sobre su futuro y todavía hoy siguen sin entender cómo algo así ha podido pasarles a ellos. Alrededor de 600 casas de un conjunto de viviendas quedaron inhabitables. Muchos han perdido sus hogares y tienen que dormir en casa de familiares o en refugios habilitados por el Gobierno.
“Nuestras casas cada día se están derrumbando más, parecen polvorones. Día con día se van desmoronando, ahorita con este temblor que hubo ya no están aguantando, las casas truenan y no podemos ni vivir ahí”, dijo este viernes a Efe Jaqueline Ocampo, quien se ha tenido que mudar al estacionamiento del edificio con su familia.
“No podemos con esta situación de seguir pagando nuestras casas e ir a pagar una renta, estamos viviendo en la calle”, comentó la mujer, y denunció que según la constructora estas viviendas contaban con las mejores estructuras y acabados.
La Secretaría de Protección Civil del sureño estado de Guerrero anunció que hay 3.000 viviendas afectadas entre los municipios de Acapulco, Chilpancingo y José Joaquín de Herrera. Además de 13 hospitales, 35 planteles educativos, 6 centros religiosos, algunos considerados patrimonio cultural, 13 hoteles y 63 derrumbes en carreteras.