La maestría de Ponce y la raza de Cayetano

EFE 16/03/2009 21:36

Enrique Ponce ha vuelto a salir a hombros en Valencia. Nada nuevo. Pues con ésta de hoy suman ya 35 tardes triunfales del valenciano en su tierra a lo largo de los 20 años que cumple ahora como matador de alternativa.

No por ser algo tan habitual va a tener menos mérito. Al contrario, se dice pronto tan brillante palmarés que ningún otro diestro ha alcanzado en la historia. Ponce es único, y apurando la definición de conceptos que hacen grande su trayectoria, es también inigualable.

¿Dónde está el secreto para llegar tan lejos, y todavía sin techo a la vista, sin dejar de crecer? No hay duda de que todo nace en la maestría, y ésta a su vez, al cincuenta por ciento, en el talento y el talante. A Ponce "le sirven" muchos toros por su facilidad para ver en ellos las posibilidades más ocultas, y también y sobre todo por su disposición permanente para ir a buscarlas donde y como sea necesario. Ojo, que no todos están dispuestos, de la misma manera que tanta claridad de ideas no es facultad al alcance de cualquiera.

Lo incongruente es que todavía sus detractores -que, como gran figura que es, no le faltan- no sean capaces de valorar tantos méritos, incluso tratando de invertir el signo que tienen. Es lo que se ha dado en llamar la difícil facilidad de Ponce. Ahí es nada. A ver quién es capaz de trazarse esos planteamientos.

El toreo, innato en Ponce

Pero todavía hay más, como el sentido de la estética y la hondura a través del reposo en las formas, la cadencia y el ritmo en la interpretación, el temple y la maestría en suma. Tantas cosas innatas en él. Bendito sea Dios que inculcó a Ponce la vocación de torero.

Por eso es tan importante y merece tanto reconocimiento esta salida a hombros, también porque otros, y no hace falta dar nombres, con los toros de Juan Pedro Domecq lidiados hoy, ni lo intentan, o tienen que jugar bazas de otro tinte. Que en el toreo, como actividad artística, se da mucho camelo. Y es precisamente en la trinchera de Ponce, a la vista está, donde hay más pureza y verdad.

Un Ponce que entendió a su primero a la perfección en altura, distancia y velocidad, pues dadas las mermadas fuerzas del animal, y atendiendo asimismo a su escasa condición de bravo, había que "ayudarle mucho" hasta afianzarlo.

Y así, a media altura y con suavidad, terminaría pegándose pases tan bellos como impensables. Un trasteo elegante y variado, con un final de auténtico frenesí al ensayar "las poncinas", de su invención, que vienen a ser una especie de dos circulares en uno con la figura flexionada. Tras la estocada, la vuelta al ruedo con la oreja en la mano fue de clamor.

Y en el cuarto, más y mejor. Otra vez el torero en su más bella expresión. Muletazos largos y lentos, y muy hilvanos. Series generosas en calidad y cantidad, y muchas "alegrías" en los remates, entiéndase cambios de mano, molinetes y molinetes invertidos. Hasta los adornos que en interpretación de otros suelen denominarse toreo accesorio, en versión Ponce alcanzan una hondura extraordinaria. Lástima del pinchazo que precedió a la estocada, ya que de las dos orejas que tenía seguras en éste le dieron sólo una.

Cayetano también destacó

Cayetano fue nombre también destacado en la tarde, por la raza que le echó a su segunda faena, y por la emotividad de la misma. Después del brindis a su hermano Francisco -injusto perjudicado por la polémica de las Medallas de Bellas Artes que otros toreros han rechazado-, el hombre quiso estar a la altura de las circunstancias aunque el toro no se prestaba. Le costó un serio revolcón, pero se salió con la suya, paseando una oreja de mucho valor.

En los demás toros, ni Cayetano en su primero, ni el desdibujado Manzanares en los dos de su lote, lograron nada positivo.

La corrida de Juan Pedro Domecq fue una prueba dura para la terna. De ahí que los triunfos cuenten todavía más, como el de Ponce, y del mismo Cayetano.

FICHA DEL FESTEJO:

Toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación, descastados y sin fuerzas. Corrida muy deslucida exceptuando el cuarto, que aguantó más que ninguno y con cierta clase.

Enrique Ponce: estocada (una oreja tras un aviso); y pinchazo y estocada (una oreja tras un aviso).

José María Manzanares: estocada (silencio tras un aviso); y estocada caída (silencio).

Cayetano Rivera: buena estocada (silencio); y estocada (una oreja tras un aviso).

La plaza tuvo lleno de "no hay billetes" en tarde de sol y viento.