Aprender a ventilar, también en los hospitales, clave ante el coronavirus

  • "El principal problema de la ventilación es cultural"

  • Los sensores de CO2, una herramienta de ayuda frente a la covid

  • La AEP apuesta por una ventilación natural cruzada, constante y continua

La falta de ventilación se muestra como uno de los grandes inconvenientes en el contexto del coronavirus. Se trata de una práctica fundamental independientemente del espacio, ya sea un colegio, un centro comercial, una casa o un hospital.

Precisamente, la falta de ventilación en las Urgencias del Hospital Arnau de Vilanova de Valencia es lo que ha desencadenado cinco casos positivos por covid19 entre sus sanitarios el último mes. Además, se está estudiando un sexto caso, según ha informado el sindicato médico CESM-CV.

El delegado en la Junta de Personal del Arnau de Vilanova, José Iranzo, afirma que ha denunciado la situación de la falta de ventilación "necesaria para el normal reciclado del aire del habitáculo" de los boxes 9 y 11. Desde la Conselleria de Sanidad, tras la media docena de contagios, ha asegurado que se abrirá una ventana en el espacio y se habilitará una máquina para la desinfección del aire.

Con el paso de los meses hemos entendido más el significado de la ventilación, pero para algunos especialistas no es suficiente. Juan Antonio Ortega, coordinador del Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría, AEP, va más allá y cree que "el principal problema de la ventilación es cultural".

Problema cultural

"En nuestro país, desde hace 60 años, hubo una desconexión paulatina de la madre naturaleza y de los entornos abiertos y al aire libre, que incluso se veía como algo ajeno que había que dominar. Dominar la naturaleza, algo peligroso. Esto hizo que nos encerráramos en infraestructuras cada vez más cerradas y peor ventiladas. Si no hay cultura, no hay procedimiento de cómo manejar la calidad del aire interior y abrir la ventanas. Hay que jugar con la ventilación cruzada", explica Ortega a Informativos Telecinco.

"El problema es que se han abierto poco las ventanas y las puertas durante muchos años. El olor de la escuela que se recuerda, de hacinamiento humano, ahora ha desaparecido en las aulas, por ejemplo. La covid también ha traído cosas buenas. Ya no hay esa acumulación de dióxido de carbono y de compuestos orgánicos volátiles que provocan el aletargamiento en los alumnos, esto también influye en la calidad del aire", añade el especialista.

Desde la AEP proponen una ventilación cruzada, natural, constante y continua. Pero, además, rechazan las típicas suposiciones de la sociedad. "Eso de abrir solo 15 minutos es algo atávico. No tiene sentido. Eso lo hemos ido arrastrando desde hace muchos años. Lo ideal es que si hace buen tiempo, abrir las ventanas. Si hace frío, con 30-15 centímetros, vale, y con solo viento, tres centímetros (solo este espacio ha permitido renovar el aire en las aulas)", detalla Ortega.

Muchos creen que ventilar en invierno es una tarea complicada por las bajas temperaturas, pero el experto insiste en el concepto cultural. "Sí, en invierno es más complicado, sobre todo en un país como el nuestro. Sin embargo, en Dinamarca, Canadá, Finlandia o Inglaterra, parece que esa percepción del aire es distinta. El confort térmico también es una percepción subjetiva, depende de cada uno de nosotros (género, raza, tasa metabólica...)", aclara.

Sensores de CO2, una herramienta que puede ayudar

El coordinador del Comité de Salud Medioambiental apuesta por la ventilación cruzada y natural, pero recomienda que vaya acompañada de un indicador de CO2, especialmente en los centros educativos. "El sensor de CO2 detecta la concentración de dióxido de carbono. Si hubiese una persona que tiene partículas de virus, el nivel de CO2 es una forma indirecta de saberlo, porque el CO2 es una forma de metabolismo de las personas, el aire exhalado", explica el experto.

"El sensor de CO2 genera cultura, participación ciudadana, acceso a la información. Permite tomar mejores decisiones y genera cultura del cambio climático, de la cálida del aire interior. Si de mi dependiera, en todos los bares ponía uno. Y no para multar a la gente, sino para que la gente tome decisiones. Porque si estás en un bar, y pone que esta en 1.500 ppm de CO2 ¿Qué haces? Coges y te sales fuera. Si está a 600 (nivel estable), te quedas dentro", añade.

Algunos sensores de CO2 cuestan alrededor de 150 euros, "incluso menos", con una precisión del 5 y el 8%. Lo bueno que tiene la sensorización de la vida es tener la oportunidad de que la gente pueda participar y tomar decisiones. "Desde la AEP proponemos uno o dos sensores por colegio, no hace falta más", destaca el experto en relación a las aulas.