Sentimiento de culpa con la comida: ¿Por qué ocurre y cómo cambiarlo?

La comida puede darnos mucha satisfacción y hacernos sentir alegres, pero para muchas personas es sinónimo de culpabilidad. Esto no solo puede traernos muchos dolores de cabeza, también es terriblemente peligroso. Sentirse culpable después de comer puede hacernos entrar en un círculo vicioso muy dañino cuando se repite una y otra vez, con el riesgo de caer en un trastorno de la conducta alimentaria. ¿Por qué ocurre y cómo podemos cambiarlo?

En un sociedad en la que imperan la “gordofobia” y la cultura de la dieta, los trastornos alimentarios están cada vez más a la orden del día. Estos suelen empezar precisamente con el citado sentimiento de culpa.

La comida, además de nutrirnos, cumple el papel de satisfacer nuestras emociones. Esto se observa desde que somos bebés: amamantamos y, al hacerlo, no solo nos alimentamos sino que además recibimos calor, refugio y protección.

Cuando llevamos esta necesidad de satisfacer emociones al extremo con la comida, esto deriva en un comportamiento compulsivo y destructivo. La culpa se convierte en la protagonista de la vida de la persona en cuestión. No obstante, si gestionamos bien esa culpa, esta puede servirnos para corregir un aspecto de nuestra vida que consideramos incorrecto. Por ejemplo, nuestra relación con la comida.

Para ello es necesario llevar a cabo una serie de acciones que nos ayuden a reducir la culpa y la vergüenza por la comida y pedir ayuda a un especialista.

¿Cómo dejar de sentir culpa con la comida?

No te castigues con la restricción. Es habitual intentar “solucionar” un atracón de comida con una dieta estricta que, cuando no se cumple, lleva a la culpa nuevamente. Por ello es preferible intentar revertir esa culpa con una rutina saludable y no intentando deshacer lo que está hecho, de manera que no entremos en un bucle de atracones, restricciones y culpabilidad.

Haz una lista de alimentos. Haz tres columnas: una de alimentos “verdes” que puedes comer sin sentir culpa, los “amarillos” que te hacen dudar, y escribe en “rojo” los alimentos que te hacen sentir culpa. Esto te servirá para ir adecuando tus hábitos. Empieza comiendo más de los verdes y de vez en cuando los amarillos, y con el tiempo ve incluyendo los rojos con cautela. Así cogerás confianza.

La ansiedad es normal. Si estás acostumbrado a auto-machacarte con la culpa cada vez que comes, la nueva rutina y los cambios te harán sentir ansiedad. Con el tiempo te sentirás con el poder de gestionar tanto la ansiedad como tus hábitos alimenticios y la ansiedad desaparecerá.

Distingue cuándo estás comiendo por hambre y cuándo para satisfacer una necesidad emocional. Si lo estás haciendo porque te sientes solo, triste, por falta de estímulos, etc, es interesante intentar dar con la fuente de nuestro “hambre emocional” para intentar solventarlo de raíz.

Come prestando atención. De esta manera lo harás más despacio y experimentando más la comida. Sacarás más partido a los alimentos y estos te harán sentir satisfecho y alegre en vez de culpable.

Habla con un profesional. Cambiar el diálogo interno es un reto y suele requerir de atención psicológica, sobre todo si nos acercamos peligrosamente o sufrimos un trastorno de la conducta alimentaria. También puede sernos de ayuda la opinión de un dietista o un endocrino que nos ayuden no a ponernos a dieta, sino a lograr un estilo de vida saludable sin sentimiento de culpa y dándole a nuestro cuerpo lo que necesita.