Temperatura y coronavirus: unos estudios concluyen que el calor influye en el contagio y otros no ven clara la relación

  • Los datos a veces llevan a concluir que el calor nos ayudará contra el coronavirus y otras no

  • ¿Por qué no se ponen de acuerdo los estudios?

Los estudios no parecen ponerse de acuerdo en cuanto a la relación entre temperatura y contagio del coronavirus. Unos concluyen que afecta al ritmo de propagación como ocurre con virus parecidos al COVID-19, y otros apuntan en la dirección opuesta. ¿En qué quedamos? Recopilamos lo que se ha dicho hasta ahora.

Desde la marzo la pandemia se ha descontrolado en países de todo el mundo y se ha convertido en el centro de todas las investigaciones. Una pregunta importantísima era “¿está influyendo la temperatura en el ritmo de contagio?” y, aunque cada vez hay más estudias que procuran contestarla, cada uno llega a unas conclusiones diferentes.

Sabemos, por ejemplo, que en el caso del virus de la gripe la temperatura es un factor fundamental para su expansión. La película de lípidos que envuelve su núcleo se debilita o refuerza con el frío y el calor, y por tanto no afecta de igual manera al cuerpo en invierno y verano. La estructura del SARS-CoV-2 no es muy diferente a la de la gripe, también posee esa cubierta de lípidos, y por tanto, podríamos pensar que de igual manera se debilitará con altas temperaturas.

Resultados contrarios

De hecho, una de las investigaciones más sonadas, llevada a cabo por la Universidad de Maryland y publicada en ‘Social Science Research Network’, establecía relación entre la temperatura y la humedad relativa después de analizar la afectación en ciudades del mundo en latitudes similares, y tras comparar con virus similares como el SARS-CoV, el MERS-CoV y la gripe. No obstante, los autores se mostraban especialmente cautelosos respecto a sus resultados porque aún era pronto.

Más recientemente, un estudio difundido por ‘Canadian Medical Association Journal’ ha contradicho todo lo que establecía la Universidad de Maryland. Un equipo de científicos ha analizado “latitud, temperatura, humedad, cierre de escuelas, restricciones de reuniones masivas y medidas de distanciamiento social durante un período de exposición 14 días antes”, enuncia, y la conclusión es que las medidas de restricción para evitar que hubiera demasiadas personas en un mismo espacio sí han funcionado, pero que no consiguen asociar la temperatura y latitud, únicamente, “débilmente” –especifica–, la humedad relativa.

En algunos países sí se ha observado relación, incluido España

A nivel local la cosa cambia. De nuevo encontramos un estudio realizado en ciudades de Brasil, publicado en ‘Science of The Total Environment’, que demuestra lo siguiente: “Cuando la temperatura promedio fue inferior a 25,8º C, cada aumento de 1ºC se asoció con una disminución de −4,8951% en el número de casos diarios confirmados”, expone. Eso sí, aclara que no se ha encontrado evidencia que respalde que a más de 25,8º C vayan a reducirse los casos. Así que nos deja de nuevo con la incógnita: ¿Influye o no?

Tampoco el estudio que llevó a cabo la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que argumenta la correlación “entre variables meteorológicas y propagación de la enfermedad covid-19 y del virus SARS-CoV-2 en España”, se titula, explica realmente por qué se produce esta relación. Pero la evidencia es la que es: en el periodo analizado, del 26 de marzo al 5 de abril, los datos de temperatura que se comparan con el número de contagios nuevos diarios por cada 100.000 habitantes muestran un vínculo.

Las diferencias en los resultados se deben, en parte, a que es demasiado pronto, como muchos especifican. Por ahora, lo único que sabemos con seguridad es que el distanciamiento social y el uso de mascarillas, guantes y una buena higiene repercuten en la transmisión, como informa la OMS en su web.

Hay que destacar que este no es el único factor que se está estudiando que podría tener que ver con el contagio de COVID-19, también otros como la enzima ACE2, que explicaría la mayor mortalidad en hombres que en mujeres, y la persistencia en el aire de las gotas que expulsamos al hablar.