Hambre de pan, sed de futuro

MARISA ARELLANO 05/02/2011 20:12

Al menos mil millones de habitantes del planeta pasan hambre. Eso, sin sumar aún el impacto de esta crisis alimentaria. La de 2008, dejó en la cuneta a 150 millones de personas. Son siete meses consecutivos de subidas en el precio de los alimentos. Las causas hay que buscarlas en un desajuste entre oferta y demanda: sequías e inundaciones han dado al traste con las cosechas. Mientras países emergentes como India y China consumen cada vez más. Menos oferta y más demanda tensiona los precios.

Pero hay otro factor desestabilizador: los mercados. Allí se especula con el precio de los alimentos básicos, porque se compra ahora para vender después y ganar por el camino. Se deshacen inversiones para vender más caro y eso sólo se logra con precios más altos. Es un mercado globalizado sin reglas. Chocan las barreras que sí establecen los gobiernos en el comercio de los productos agrícolas. No hay control sobre los inversores, pero sí sobre el comercio -vía aranceles- entre países.

Porque en los países ricos hay excedentes, se subvenciona a los agricultores para dejar de producir. Mientras, en los más pobres escasean y encuentran además barreras arancelarias para vender sus productos. Es un problema de distribución. Uno de cada seis habitantes del plante pasa hambre, cuando se produce el doble de lo que necesitamos.

Es en los países deficitarios de estos productos, donde la población tiene que dedicar más recursos para alimentarse. Así que una subida en los precios hace para millones imposible comprar pan, arroz o cereales. Es una situación desesperada que provoca reacciones incluso suicidas. Como los casos conocidos -y los que no han trascendido- de intentos de suicido a lo bonzo. Las manifestaciones recorren el norte de África: Túnez, Egipto, Argelia o Jordania. A los hambrientos se suman los que descubren gobiernos corruptos, guiados por el amiguismo. Al hambre, se suma la sed de futuro.