En su carta pastoral, el prelado reconoce su preocupación por "cómo y desde dónde estamos pensando y construyendo el presente y el futuro, los caminos que estamos proponiendo y las fuerzas con las que estamos trabajando", y asegura que "precisamente por esto, la Iglesia, con la luz que le ha entregado Jesucristo y de la cual es depositaria, debe iluminar este pensamiento y esta construcción".
Desde esta perspectiva, el arzobispo considera que "hay que saber discernir los fermentos de bien o de mal que se agitan en nuestro entorno, los que nacen de la verdad o de la mentira". Apela a la unidad lograda en 1978 para "superar el pasado", dejar "la guerra teórica de quien tiene la razón y entrar en razón" y "edificar el presente y el futuro de tal manera que todos viviésemos, conviviésemos y colaborásemos en los proyectos de un pueblo que busca dar la dignidad a todo ser humano".
A su juicio, la iglesia "supo poner todo lo que estaba de su parte" para ser "portadora de esa humanidad nueva que da Jesucristo" y, así, "dar ejemplo hacia dentro y hacia fuera". Monseñor Osoro considera que ahora que "hay heridas en lo más profundo del ser humano que producen división" hay que "dejar entrar a Jesucristo a nuestras vidas" para conseguir "la reconciliación, la búsqueda de la unidad y de la paz".
"Tener las manos limpias y considerar siempre a su prójimo como un hermano y no un enemigo; esto es lo que le va a hacer al hombre superar dolencias y enfermedades que destruyen y lo encaminan hacia la muerte", indica el prelado.