Los deberes excesivos ahondan en la brecha social de los alumnos: "Hay padres que pueden ayudar; otros, no"

  • España es el quinto país de la OCDE donde los alumnos dedican más horas a los deberes en casa

  • Los expertos reconocen que el tiempo que los niños dedican a las tareas escolares depende del apoyo que tengan en casa, de sus capacidades y autonomía

Después de ocho horas de jornada laboral, cuando Elena, abogada, llega a casa a las cinco de la tarde, comienza lo más duro: ponerse con los deberes de sus dos hijos, alumnos de cuarto y quinto de primaria en un colegio público bilingüe del norte de Madrid.

Cada dos semanas, los niños tienen que repasar para el examen de la lección que toca de lengua, de matemáticas, de natural science, de social science o de inglés. A todo eso hay que sumarle los deberes del día a día y los trabajos que les mandan para hacer en casa: una célula en tres dimensiones, un trabajo sobre Sorolla, otro sobre el imperio romano, una exposición sobre cómo se fabrica el papel y otra más en inglés sobre la música barroca.

"Es imposible dejarles solos para que lo hagan. Son trabajos muy complicados y necesitan ayuda de los padres. La tarde entera me la paso explicándoles, buscando en internet información, traduciendo palabras en inglés, haciéndoles esquemas, preguntándoles la lección para el examen. La verdad es que yo no recuerdo así mi infancia. Creo que el nivel de exigencia ha subido muchísimo o por lo menos esa es mi percepción", explica.

Currículos más extensos

Los currículos, comparados con los de EGB, son mucho más extensos ahora, según los expertos consultados por NIUS. Los profesores están obligados a cumplir con más prescripciones ya no solo de contenido, sino de objetivos o criterios de evaluación y son ellos mismos los que se quejan de que no llegan para terminar el temario. Hay demasiada teoría que memorizar. Por no hablar de que los alumnos de centros bilingües tienen que estudiar todo en inglés, salvo matemáticas y lengua castellana, lo que lo complica todo mucho más.

Al final es una pescadilla que se muerde la cola. Los docentes se ven presionados por currículos amplísimos, las pruebas son básicamente memorísticas, los alumnos se ven obligados a hacer deberes poco motivadores y los padres se frustran por tener que ayudarles a sacar adelante las tareas.

Si los niños de hoy tienen más deberes ahora que cuando sus padres eran pequeños es difícil saberlo. "No hay ningún estudio diacrónico que haya hecho seguimiento de cómo han evolucionado los deberes desde los años 70-80 hasta hoy", reconoce Rafael Feito, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense y autor de Los deberes escolares. Un análisis sistematizado con especial referencia al caso español.

Lo que sí hay son informes de PISA que señalan que España es el quinto país de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) donde los alumnos dedican más horas a los deberes en casa: 6,5 horas a la semana frente a las 4,8 de media del resto de los países. "Finlandia, en cambio, es uno de los países con menos deberes y tienen los mejores resultados", señala Feito.

No más de una hora en primaria

En el colegio público Bertomeu Llorens i Royo de Catarroja (Valencia) en el que Vicent Mañes es director han establecido un protocolo de tareas escolares consensuado con las familias. En infantil, nunca hay deberes. En primero y segundo de primaria, pueden tener hasta 20 minutos diarios; en tercero y cuarto, hasta 40 minutos, y en quinto y sexto, hasta una hora como mucho. Y los fines de semana, siempre libres.

Mañes, que además es presidente de la federación de directores de colegios públicos de infantil y primaria (Fedeip), reconoce que el tiempo que los niños dedican a los deberes depende en gran medida del apoyo que tengan en casa, de las capacidades y autonomía del niño. "Solo mandamos deberes que puedan hacer de manera autónoma, que no sean repetitivos, y que consistan en buscar de información o colaborar con las familias, como por ejemplo, preguntar a la abuela no sé qué para escribir una redacción. También aquella tareas que no se han podido terminar en clase. La clave es que se trabaje en el colegio y en casa se disfrute de la familia y el tiempo libre", insiste.

Jaume Funes, psicólogo, educador y autor de Hartos de los deberes de nuestros hijos: queremos ayudarlos a aprender distingue entre buenos y malos deberes. "Si los deberes consisten en que el chico investigue y luego eso se aborde en la escuela, aleluya. Si significa continuar descubriendo lo que le apasiona, aleluya. Pero si supone continuar con más escuela, no. Porque lo único que se va a conseguir es que los que van bien aborrezcan más la escuela sin conseguir recuperar a los que van mal", asegura.

Fuente de desigualdad

Los deberes son, además, una fuente de desigualdad, según los expertos. Porque no en todos los hogares los padres pueden ayudar a sus hijos. Muchos no saben inglés, no están en casa ni tienen dinero para pagar profesores particulares. Y todo eso, claro, se nota en los resultados académicos. El informe Pisa lo subraya en sus informes: el éxito escolar de los alumnos es directamente proporcional al grado de implicación de los padres en los estudios de sus hijos y al nivel socioeconómico de estos.

Docentes como Yván Pozuelo, profesor de francés en Gijón, amonestado por la Administración por calificar siempre con un 10 a sus alumnos, lo tiene claro. "Yo sí valoro el esfuerzo. Pero, ¿qué pasa? ¿solo se puede valorar el esfuerzo de los que pueden ir a academias particulares o de los que tienen profesores particulares y bibliotecas en sus casas y sus padres son profesores, médicos o ingenieros? ¿Ese es el esfuerzo que hay que valorar, el de los padres? Yo solo evalúo el esfuerzo que se hace en el aula. Y ahí todos se esfuerzan", explicaba en una entrevista a NIUS.

Un estudio de la asociación más importante de maestros de Inglaterra y Gales, la Association of Teachers and Lectures (ATL), advierte que los deberes "imponen una enorme cantidad de estrés, particularmente sobre los niños más desfavorecidos de hogares desfavorecidos". El informe sostenía que en el caso de los niños más pobres la carencia de material escolar y de padres con estudios hacía de los deberes escolares una fuente de insatisfacción que alimentaba el resentimiento contra la escuela.

"Los deberes los ponen para que los hagan los padres: hay una parte de las tareas que se mandan para que los padres se enteren de lo que aprenden sus hijos", señala Funes. "Pero la desigualdad es brutal. En el momento en el que la escuela no parte de entrada de la diversidad y profunda desigualdad que hay en el aula y no nace con la voluntad de compensar a aquellos chavales que no tienen en su casa recursos, la escuela se convierte en una máquina de reproducción social", añade.

Mañes reconoce que el motivo fundamental para diseñar el protocolo de deberes en su colegio fue eliminar la brecha producida por las diferencias familiares. "Hay familias que sí pueden dedicar tiempo de calidad y otras que no", reconoce. "Por eso no se pueden poner tareas que dependan de las habilidades de los padres".

Deberes poco efectivos

Harris Cooper, catedrático de Psicología y director del Programa de Educación de la Universidad de Duke (Estados Unidos) y una de los expertos que más tiempo ha dedicado a la investigación de los deberes, sostiene que si bien en secundaria los deberes pueden ser efectivos en los resultados académicos, en primaria, no lo son.

Los defensores de los buenos deberes defienden, en cambio, que es necesario que los niños cojan el hábito de estudio y repasen los contenidos que se han enseñado en clase.

Lo cierto es que cada vez más padres se preocupan por ofrecer un extra de formación a sus hijos fuera de la educación reglada. Uno de cada cuatro estudiantes españoles de primaria, el 24%, recibe apoyo de un profesor particular. Los hogares ricos invierten hasta cinco veces más que los que tienen dificultades económicas en estas clases de refuerzo para sus hijos. En 2019 las primeras se gastaron 1.023 euros de media frente a los 550 euros que destinaron los hogares con menos recursos.

"Los padres ahora están más implicados en los estudios de sus hijos porque pueden hacerlo", señala Feito. "El nivel educativo de los padres es mucho mayor que el que tenían nuestros padres. Ni mi padre ni mi madre me podían ayudar", reconoce. "Hoy en día, las credenciales educativas son más importantes que nunca. Ahora todo el mundo es consciente que en la educación te la juegas. Si no tienes una credencial educativa como mínimo de bachiller superior o ciclos medio de FP lo tienes difícil para encontrar trabajo", señala.