En cuanto se hizo pública la noticia de que Enrique de Inglaterra iba a regresar a Afganistán como piloto de helicópteros para combatir a los talibanes, un grupo de este movimiento se apresuró a afirmar que querían acabar con el británico.
"Vamos a hacer lo mejor que podemos para matar al príncipe Harry y otros miembros de las fuerzas británicas de la base de Helmand", dijo Zabihullah Mujahid, un portavoz de los talibanes. "No estamos intentando secuestrarlo, sino matarlo", afirmó en una entrevista telefónica.
Y sus amenazas no tardaron en cumplirse, ya que el pasado viernes lanzaron un duro ataque contra la base en la que se encontraba destacado el tercer heredero al trono británico causando la muerte de dos soldados de la OTAN y 16 insurgentes.
Este duro ataque fue reivindicado por un portavoz talibán, Mohamed Yusuf Ahmadi, quien explicó que la ofensiva había sido un acto de venganza contra el vídeo "antiislámico" realizado en Estados Unidos.
Instantes después de producirse el ataque, la fuerza militar de la ISAF se apresuró a comunicar que el príncipe estaba fuera de peligro pero lo cierto es que a Enrique de Inglaterra todavía le quedan cuatro largos meses en la provincia de Helmand (Afganistán) y tendrá que hacer frente a una dura situación de riesgo.