La mujer rural africana vive como una esclava, nunca descansa

AGENCIA EFE 03/10/2010 11:22

En una entrevista con Efe, Gikandi explica que promovió el proyecto, denominado Kimlea, hace 18 años con el objetivo de mejorar a través de la educación, la vida de las mujeres que trabajan en las plantaciones de café y té.

El salario por recoger el té es de un 1,5 euros al día, cantidad que "les da para malvivir", dice Gikandi.

Cuenta que las mujeres en Limuru se levantan con la primera luz del día, preparan a sus hijos para el colegio, trabajan en las plantaciones hasta que cae el sol y luego buscan alimento y leña para cocinar la cena a su familia.

"El hombre en África no hace nada. La mayoría del tiempo busca trabajo en la ciudad porque no quiere tareas tan duras como las que realiza la mujer", asevera.

El proyecto de Gikandi -quien ha conseguido el premio de la ONG Harambee a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana- ofrece a estas mujeres, la mayoría analfabetas, la posibilidad de aprender a leer y a escribir, mientras que las que ya saben, pueden estudiar durante dos años una formación profesional con cursos de informática, contabilidad, costura o cocina, entre otros.

Asegura que desde que comenzó con el centro educativo, el 75 por ciento de las alumnas que han finalizado allí los cursos han conseguido los medios necesarios para montar pequeñas empresas en sus barrios con las que ganan más dinero del que conseguían en las plantaciones.

"Para desarrollar el país y a África tenemos que ofrecer la posibilidad de que las mujeres tengan acceso a la educación y mejorar sus vida porque las familias están seguras con ellas", subraya Gikandi.

De lunes a viernes, las profesoras del centro acuden a las plantaciones para dar clase a las mujeres, y los fines de semana son las alumnas las que se desplazan hasta la escuela.

Además del centro educativo, el proyecto Kimlea ha conseguido abrir una clínica y, a través del programa CHEP (Children's Health Programme), pretende asegurar la sanidad de 4.200 niños y de 1.800 padres pobres durante diez años, ya que éstos no pueden ir al médico por falta de dinero, causa por la cual tampoco pueden comprar medicinas.

En Kenia hay un médico por cada 18.600 habitantes y muere uno de cada diez niños, debido, principalmente a la pobreza.

En este sentido, Gikandi añade que la mayoría de los pequeños que acuden a la clínica lo hacen por malnutrición o infecciones.

Por eso hace un llamamiento a la sociedad para que colabore con su proyecto: afirma que con 500 euros se puede asegurar el porvenir de una mujer y ayudarla a "romper con el círculo vicioso de la pobreza", mientras que con 50 euros un niño tendrá asistencia sanitaria durante diez años.