No es un fenómeno nuevo, todo lo contrario, pero cada verano vuelven los "gorrillas", esos aparcacoches a los que solemos dar unas monedas un tanto coaccionados y por miedo a las consecuencias. Hay ciudades donde son una verdadera plaga, como Sevilla, Valencia o A Coruña.
Todos los veranos aparecen aparcacoches ilegales en busca de un conductor que siga sus indicaciones. Unas veces ayudan y otras simulan hacerlo. "Yo lo habría encontrado igual, pero en fin..." comenta un hombre que acababa de darle la propina a un gorrilla.
Su presencia incomoda a muchos, llegando a intentar no aparcar si ven a uno, ya que se sientes obligados a darles una propina.
Pero a veces la recompensa llega por el miedo a que el coche sufra daños. Horas y horas bajo el sol buscando huecos libres.
Una situación, dicen, que solo pueden solucionar los Ayuntamientos.