La voluntad robada

PILAR BERNAL 20/05/2010 21:16

El nombre más habitual y sonoro es el de la burundanga pero la realidad es que el extracto de la raíz de esta planta de origen centroamericano, que empezó a utilizarse en los años setenta en Colombia, debe ser ingerida en una bebida o inhalada en un cigarrillo para que tenga efecto. Lo que hicieron con Carmen fue distinto. Esta pensionista que pasa de los setenta salió a comprar como todos los días. Un chica "bien vestida" se acercó a ella y le mostró unos papeles muy cerca de la cara, a partir de ahí su memoria es una nebulosa de que sólo quedan retazos de lo que ocurrió en apenas una hora y media.

Carmen subió a su casa, sola, y dejó la compra, buscó su cartilla de ahorros y bajó con ella hasta donde le esperaba la mujer y otro hombre que también se había unido al grupo. Ambos la acompañaron hasta una sucursal de su banco pero no entraron con ella. Carmen retiró todo su dinero y voluntariamente se lo entregó a los delincuentes que la esperaban en la puerta. Se llevaron todos sus ahorros y la dejaron en la calle, aturdida y mareada.

Para Carlos Álvarez, de la Comisión Clínica del Plan Nacional Sobre Drogas, a Carmen debieron "atontarla con un gas como el óxido nitroso que se inhala. El antiguo gas de la risa que se usaba como anestésico dental. Después, en los siguientes cinco minutos, tuvieron que darle algo líquido para someter su voluntad del todo y prolongar el efecto".

No está clara la sustancia que utilizaron con la anciana porque la particularidad de estas drogas es que permanecen muy poco tiempo en el cuerpo: "no dejan rastro", apunta el psiquiatra, así que si no hacen los análisis en el momento es imposible identificarlas. "Pudo ser quetamina, GH o escopolamina. Con cualquiera de ellas se mantiene un buen nivel de coordinación psicomotriz pero se pierde la capacidad de decir no. Además la persona sabe que ha pasado algo pero no sabe exactamente qué". En España hay unos treinta casos acreditados pero, según los expertos, la mayoría no llegan a denunciarse. La complejidad para obtener pruebas hace que la mayoría de la gente denuncie otro tipo de robo más convencional y así poder cobrar los seguros.