La IA no contamina por igual: así afecta lo que le preguntamos a su consumo de energía
Uno de los temas más candentes en la agenda de la inteligencia artificial es el inconmensurable gasto de energía y de recursos
El uso de Inteligencia Artificial logra reducir errores en pruebas médicas como resonancias o tomografías
Se calcula que, de forma aproximada, todo lo que tiene que ver con internet consume el 3% de la electricidad a nivel mundial. Un claro ejemplo de ello —y que de cada vez toma más relevancia— es la inteligencia artificial, la cual requiere de salas enormes llenas de ordenadores con mucha potencia para poder ejecutar las operaciones y abastecer la demanda a nivel global.
Desde el agua que se necesita para enfriar los sistemas de circuitos hasta la propia corriente que necesitan para abastecerse, este tipo de tecnología consume recursos. Y cierto es que no es lo mismo utilizar combustibles fósiles que energía renovable para alimentar un sistema. De hecho, este es uno de los primeros pasos que se toman para reducir el impacto medioambiental de este tipo de máquinas.
Ahora bien: una cosa es la fuente que se utiliza para que la IA funcione. Otra son los recursos que —independientemente de la fuente— se van a consumir cuando un algoritmo, aplicación, modelo o página web que usa IA, cuando recibe una tarea o una instrucción.
Nuestro uso de la IA hará que esta gaste menos recursos
Entiéndase el hecho de que contamina, cuando se trata de consumir recursos a nivel eléctrico. Y en este sentido, investigadores de la prestigiosa revista Science han desvelado una clave muy importante para hacer que este tipo de tecnología sea mucho más eficiente.
“Elegir el modelo —aplicación— adecuado para hacer la pregunta adecuada es lo que va a marcar una diferencia enorme a la hora de que esta consuma recursos”, explican. Pero, ¿cómo funciona esto? Tan sencillo como si queremos crear una imagen, hacerlo con un algoritmo específico para ello. O si queremos transcribir un texto, que esto se haga con un modelo que esté entrenado para esta tarea.
Adicionalmente a esto, también se ha hecho pública una lista en la que se muestran los algoritmos y modelos que consumen más y menos recursos —así como también, se enlaza el dato de consumo energético con las correspondientes emisiones de CO2 asociadas—. De este modo, lo que se pretende es que se tenga un mayor conocimiento de aquellas herramientas que sean más eficientes de base, aunque también puedan usarse de forma generalista.
Los hábitos de uso también se han de tener en cuenta
La IA se caracteriza por ser una tecnología que, en casos de excesiva demanda, requiere más tiempo para llevar a cabo las tareas. Este hábito de uso, aunque no se aplique del mismo modo a otras tecnologías que ya todos usamos, puede marcar un punto diferencial en aras de la eficiencia —de acuerdo con lo reportado en la Revista Science.
En este sentido, los investigadores explican que “usarla menos durante el día o en verano” tiene el mismo efecto que el de “un aire acondicionado”. ¿Por qué? “Si fuera hace mucha temperatura vas a necesitar mucha más energía para calentar el interior de la casa”. O, en el caso que compete ahora, se hace referencia al interior de las máquinas.
También se apela a la brevedad de cómo nos dirigimos a la IA. “No es necesario que todo el tiempo pidamos las cosas diciendo ‘gracias’ y ‘por favor’, ya que esto es un extra de energía que se utiliza para procesar la instrucción, pero de cara a la tarea que queramos ejecutar, no va a servir para nada”, concluyen.