¿TDAH o solo un niño distraído? Claves para entender las señales y buscar apoyo (si es necesario)
No todo despiste es TDAH, tanto el sobrediagnóstico como la banalización son riesgos reales para los niños que pueden afectar a su aprendizaje y autoestima
Cómo saber si tu hijo tiene TDAH
MadridPara cualquier momento, a los padres les puede surgir una duda: “Mi hijo no se concentra y no para quieto, ¿tendrá TDAH?”. La duda puede ser comprensible. Cada vez es más conocido el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad, está más diagnosticado y también más discutido. Lo que sucede es que en medio de tanta información -y desinformación-, muchas familias se preguntan cómo distinguir entre un problema real y lo que sencillamente es parte del desarrollo normal de la infancia.
Lo cierto es que todos los niños se distraen, pierden el lápiz mientras hacen los deberes, se les olvida lo que tenían que hacer, se levantan de la silla cuando deberían estar sentados. Es algo completamente normal. La pregunta es: ¿cuándo esos comportamientos dejan de ser “cosas de niños” y se convierten en una señal de alerta?
Los especialistas coinciden en que no hay respuestas simples. El TDAH no es una etiqueta ligera ni un diagnóstico que se pueda poner a la primera de cambio. Igual que tampoco conviene ignorar señales que puedan afectar al aprendizaje y la autoestima de los niños. Hay que encontrar el punto intermedio entre la sobrepreocupación y la negación.
Qué es el TDAH (y qué no)
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo caracterizado por dificultades persistentes en la atención, la impulsividad y/o la hiperactividad, los cuales pueden interferir de manera significativa en la vida académica, social o familiar del niño.
Es importante aclarar que el TDAH no es sinónimo de “mal comportamiento”, ni tampoco significa que el niño no pueda aprender. Tampoco es simplemente “tener mucha energía”. Se trata de una condición reconocida clínicamente, con criterios diagnósticos claros, que puede variar en intensidad y manifestarse de manera diferente en cada persona.
Distracción normal vs. TDAH
Como hemos mencionado antes, todos los niños se distraen, se les olvida lo que se les dice o pierden el interés en lo que hacen rápidamente. La diferencia está en la intensidad, la frecuencia y el impacto en la vida diaria.
Una distracción normal suele aparecer cuando se dan situaciones aburridas, suele mejorar con recordatorios y no afecta de manera grave el rendimiento escolar ni a las relaciones sociales. Por otro lado, en el TDAH los síntomas son persistentes, aparecen en diferentes entornos como en casa, en el colegio o en actividades extraescolares, además pueden dificultar de manera significativa la vida del niño, incluso cuando se trata de actividades que le gustan.
Claves para entender las señales
Saber si un niño está distraído porque está aburrido o porque puede haber algo más detrás no es fácil. La primera pista está en la persistencia y la intensidad de las conductas. Todos los niños se pueden despistar alguna vez, pero en el TDAH esas distracciones ocurren de manera constante afectando en diferentes entornos y, además, tienen un impacto real en su rendimiento y sus relaciones. No se trata de episodios aislados, sino de un patrón repetido a lo largo de los meses.
Otra clave es observar la variedad de los síntomas. No es solo que le cueste atender. El TDAH se manifiesta como un conjunto de señales que pueden combinarse como falta de concentración, olvidos frecuentes, hiperactividad e impulsividad. Si varias de estas conductas aparecen juntas y de manera continua, conviene prestar atención.
La edad y el contexto también son determinantes. Los especialistas recuerdan que un niño de seis años no tiene la misma capacidad de atención que uno de diez, y que, por tanto, los síntomas deben compararse con lo que es esperable para su etapa de desarrollo. De hecho, un estudio mostró que los niños más pequeños de la clase tienen más probabilidades de recibir un diagnóstico de TDAH, lo que indica que su maduración puede ser confundida con un trastorno. Por esto, es tan importante tener en cuenta no solo la conducta, sino la edad y las exigencias del entorno.
Además, conviene observar el impacto funcional. Es decir, hasta qué punto esas conductas van a hacer difícil la vida del niño. Si los problemas de atención, organización o comportamiento se repiten en varios contextos y generan consecuencias significativas como bajo rendimiento escolar, problemas de autoestima, conflictos con compañeros, tensión familiar. Estas son señales que no deben pasarse por alto.
El mensaje está claro: un niño distraído no siempre tiene TDAH, al igual que un niño con TDAH rara vez solo está distraído. La diferencia está en el patrón, la intensidad y las consecuencias. Ante la duda, lo mejor es buscar la orientación de un profesional que pueda valorar el conjunto de señales y dar las pautas necesarias.
El riesgo de sobrediagnosticar (y el de pasar por alto)
Como hemos mencionado anteriormente, en algunas ocasiones se confunde maduración con TDAH, al igual que otros comportamientos que se interpretan erróneamente como síntomas clínicos. Por otro lado, hay que tener en cuenta también que minimizar o ignorar los síntomas también puede ser perjudicial.
Cuando el TDAH no es tratado el niño puede desarrollar baja autoestima, dificultades académicas y problemas de relación con sus compañeros.