Entrevistas

María José Gómez y Verdú, experta en protocolo: "Hay una norma que deberíamos grabarnos antes de sentarnos a cualquier mesa"

La experta, en una foto cedida. Editorial Magazzini Salani
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El verano es una ocasión perfecta para socializar más. Surgen planes y nuevas amistades. Y también las clásicas cenas de verano. Es posible que hayas oído hablar del protocolo, y también que te suene como algo muy lejano o abstracto. Algo que solo utilizan en la Casa Real, los políticos o en eventos con personalidades de famosos. Pero nada que ver.

El protocolo es fácilmente aplicable a la vida de cualquier persona y abarca un abanico tan amplio como las cenas o comidas familiares, una boda, una reunión de trabajo o en cosas tan sencillas como la ropa que escogemos, cómo brindamos, qué conversaciones tenemos o la manera de sentarnos en la mesa. Hablamos con una experta en la materia para conocer cuáles son los códigos básicos para enfrentarnos con nota en una cena del verano.

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'Protocolo POP-El manual del saber estar' (Magazzini Salani) de María José Gómez y Verdú nos demuestra que el protocolo es una manera de relacionarnos con el mundo con distinción, naturalidad y buen gusto. Más allá de las normas, esta experta en etiqueta entiende el protocolo como un reflejo del respeto y la educación, valores que considera fundamentales en la vida personal y profesional. Para ella, la etiqueta no solo se aprende, sino que se vive, y la familia es el punto de partida de todo buen comportamiento. En el fondo, los modales son como el perfume: su efecto no se ve, pero se siente.

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Cómo comportarse en una cena de verano

Imagina que te invitan a una cena donde solo conoces al anfitrión (o ni eso). ¿Sabrías cómo comportarte? A no ser que seas Bridget Jones seguramente tengas unas nociones de qué es aquello que no deberías hacer nunca. Una de las primeras premisas nos la da María José Gómez y Verdú: "No trates de aparentar una cercanía que no tienes, ni de impresionar con datos o experiencias que no aportan al momento. Tampoco monopolices la conversación ni caigas en los tres errores clásicos de mesa: hablar de dinero, de enfermedades o de lo mal que va todo. Y aunque la cena sea en verano y el ambiente relajado, el móvil en la mesa sigue siendo una mala idea. Desconectar del teléfono es una forma de decirle al otro: 'estoy aquí contigo”", señala.

Porque una cena de verano es una oportunidad para conocer gente y no necesariamente tenemos que hablar de temas muy profundos, podemos preguntar por el verano, por el lugar, por el vino. "El protocolo moderno valora más una pregunta amable que una anécdota brillante".

Escuchar con atención y con cara de que te importa lo que cuentan es mucho más valioso que intentar ser el alma de la fiesta. "Y si te equivocas con un nombre, un cubierto o cualquier detalle, sonríe, corrige con naturalidad y sigue adelante. Nadie recuerda al perfecto, pero sí al auténtico".

Si hablamos del tipo de saludo que hay que dar al llegar a un lugar informal, ¿qué sería más correcto? En este sentido, la experta en protocolo recomienda un saludo más amigable. "Si no conoces a alguien, el clásico apretón de manos sigue funcionando como gesto neutro y correcto, incluso en ambientes relajados. Pero ojo: un apretón firme, no aplastante, y nunca con la otra mano por encima (eso, en ambientes informales, puede parecer invasivo). Si estás en una cena veraniega, al aire libre, con cierta informalidad, también es válido un gesto más relajado: una sonrisa, una inclinación de cabeza, o incluso un saludo con la mano si hay cierta distancia física o social. A veces, el tono de voz, la mirada o el lenguaje corporal saludan más que el gesto en sí". Lo que sí no recomienda es bajar la mirada o mirar hacia otro lado, la idea es que los demás, y tú mismo, te sientas bienvenido.

No hay que esperar a que te lo pidan ni quedarte a recoger salvo que te lo propongan

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La puntualidad (y cuándo saber irse)

Tan importante ese llegar puntual como saber cuándo irse de un lugar, más si estamos hablando de la casa de alguien. En este sentido un buen invitado es aquel que agradece que le hayan abierto las puertas de su casa, por ello la puntualidad es importante aunque sin caer en la obsesión. Tal y como señala, María José Gómez y Verdú, podemos llegar entre los 5 y 10 minutos después de la hora que nos dijeron.

"Lleva un detalle si la ocasión lo sugiere, pero sin agobios ni gestos desproporcionados. Una botella de vino (para que la disfruten en privado), un postre bonito, flores o plantas en maceta, o incluso algo hecho por ti si eres hábil: todo suma si se hace con autenticidad. Y si no llevas nada, compénsalo con una buena actitud: estar presente, sonreír, integrarte en la conversación sin monopolizarla, ofrecerte si ves que algo hace falta, agradecer sin teatralidad. Eso también es un regalo", subraya a la web de Informativos Telecinco.

Por supuesto, queda prohibido criticar la comida, la música o la decoración de la persona que te ha invitado, tampoco hace falta que permanezcas sentado o pegado a él o ella toda la noche. ¿Y qué ocurre cuando la noche se termina? Hay que saber irse: "No hay que esperar a que te lo pidan ni quedarte a recoger salvo que te lo propongan. Un buen 'gracias por todo, lo he pasado genial' dicho con sinceridad puede ser el broche perfecto. Y si al día siguiente mandas un mensaje o una nota breve agradeciendo de nuevo… eso ya es matrícula de honor". Si el anfitrión llega a decirte la frase “bueno, mañana madrugo” es que quizá te has alargado demasiado. La próxima vez seguro que no se te olvida.

¿Qué actitudes no deberíamos tener en una mesa?

Puede parecer que simplemente nos tenemos que sentar en la mesa y ya está, pero no es tan sencillo. Podemos aprender mucho del protocolo. ¿Qué sí y qué no en una mesa? Así lo explica ella: "Hay una verdad simple que deberíamos grabarnos antes de sentarnos a cualquier mesa: no es solo una cuestión de cómo comemos, sino de cómo convivimos. Las mesas son escenarios sociales, aunque estén vestidas con mantel de lino o con servilletas de papel, y en ellas todo habla: los gestos, los silencios, la forma en que tratamos a los demás… y también lo que decidimos no hacer. Porque a veces, el mejor protocolo no es saber qué cubierto usar, sino saber cuándo no decir nada, cuándo no mirar el móvil o cuándo no insistir en temas que incomodan".

Mejor no acaparar las conversaciones, interrumpir, no empezar a comer hasta que no estén todos, no comer como si hubieras pasado una hambruna o no brindar antes de tiempo. Y algo muy importante: "Criticar el menú, hablar de dietas estrictas o contar anécdotas escatológicas mientras otros están comiendo es, directamente, romper el código invisible del gusto. No uses la mesa como terapia ni como trinchera".

Si hablamos de los tenedores, que no cunda el pánico. Los cubiertos se colocan en el orden en que van a ser utilizados, de modo que el primer plato se come con los cubiertos más exteriores, y conforme avanza la comida, vas yendo hacia los más cercanos al plato. Si ves un tenedor pequeño más alejado del plato, probablemente sea para la ensalada o el entrante. Si ves uno más robusto y está más cerca, será para el plato principal. "Y si hay un tenedor pequeño en la parte superior del plato, ya sabes: postre a la vista".

¿Cómo vestirnos para la ocasión?

Otro de los grandes dilemas es qué ponernos en una cena de verano. Para mujeres, la especialista en protocolo sugiere las fibras naturales como el lino, el algodón, la seda fina o incluso la gasa bien elegida porque son más frescas y tienen una caída elegante. "En verano, lo importante es evitar lo que parezca forzado: vestidos demasiado ajustados, brillos de noche en cenas al aire libre o prendas que claramente gritan tendencia de TikTok sin preguntarse si encajan con el lugar".

Colores como los tonos tierra, los blancos rotos, el azul claro, el coral suave, el verde oliva o los pasteles desaturados son apuestas infalibles porque transmiten frescura. "El negro, aunque elegante, debe usarse con cautela en ambientes informales, y mejor si se aligera con algún complemento o tejido vaporoso. Y una nota importante, casi un mantra de Protocolo Pop: los dedos de los pies al aire no son nunca una buena idea en cenas, por muy veraniegas que sean. Una sandalia estilizada puede estar bien, pero mejor cerrada o semicerrada si hay mesa y mantel. No por rigidez, sino por respeto al conjunto".

Para los hombres, la fórmula tampoco tiene que ser aburrida: camisas de lino o popelín, pantalones de corte limpio, mocasines sin calcetines visibles, colores claros y tejidos que respiren. Evitar camisetas con logos, chanclas o pantalones demasiado cortos. "El truco está en entender que vestirse bien no es destacar, sino acompañar la atmósfera del lugar con elegancia tranquila. No hay que vestirse como si uno fuera a una gala cada vez que hay una cena, pero tampoco como si bajaras al chiringuito. El verano no es excusa para la dejadez ni para el disfraz".