El peligro de creer en terapias sin base científica: "Aunque pensemos que no ocurre nada, sigue muriendo gente"
Las pseudociencias y pseudoterapias tienen un gran poder de influencia en la sociedad y suponen una amenaza para la salud pública
Pablo García, farmacéutico: "Estamos usando mal el omeprazol, es un error hablar de él como un protector de estómago"
Hace apenas unos días conocíamos la noticia de que una mujer era ingresada en el Hospital Puerta de Hierro (Madrid) tras administrarse un enema con lejía para 'purificarse'. Hace un mes, que un padre era condenado en Navarra por oponerse a que su hijo recibiera un tratamiento contra el cáncer; que finalmente murió. Mientras tanto, asistimos a un aumento de casos de sarampión debido a deficiencias en la cobertura de inmunización, en parte asociado al negacionismo hacia las vacunas. Solo en 2024, Europa registró el mayor número de casos de sarampión en los últimos 25 años, y en 2023 medio millón de niños en la región no recibieron la primera dosis de la vacuna.
Los bulos están a la orden del día y las pseudociencias -creencias o prácticas que se presentan como científicas sin serlo- suponen una amenaza para la salud pública y tienen un gran poder de influencia en la sociedad, incluso entre celebridades tiene un gran peso. Algunos ejemplos son el de Orlando Bloom, que se ha sometido hace solo unos días a un supuesto tratamiento para eliminar microplásticos de su cuerpo, a pesar de que no existe evidencia científica que respalde su efectividad. O el caso Elle Macpherson, que tras diagnosticarla de cáncer de mama, rechazó la quimioterapia y optó por terapias naturales y tratamientos alternativos. O el del actor y director Mel Gibson, que recomendó un fármaco para desparasitar perros como cura del cáncer a pesar de no tener solvencia científica. Como también es reconocido el caso de Miguel Bosé, negacionista y antivacunas.
La pseudociencia, una amenaza
La Organización Médica Colegial (OMC) de España define una pseudoterapia "como una propuesta de cura de enfermedades, alivio de síntomas o mejora de salud, basada en criterios sin el respaldo de la evidencia disponible". En 2017 crearon el Observatorio contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias para combatir las prácticas no científicas.
Las técnicas conocidas como pseudociencias y pseudoterapias se "aprovechan con fines de lucro de la ausencia de información accesible o la desesperación de las personas que padecen enfermedades prometiendo falsamente resultados seductores para los pacientes y la ciudadanía", señala la OMC en una declaración institucional por una buena ciencia, publicada a finales del año pasado.
En España para alertar sobre el peligro de las pseudoterapias, el Ministerio de Sanidad, en colaboración con la Agencia Española del Medicamento (AEMPS), lanzó a finales del año pasado la campaña #EsPopularPeroNoCiencia. Aunque en nuestro país no existen registros oficiales sobre el impacto real de estas prácticas, un informe de la de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP) publicado en 2019, estimó que cada año fallecen en nuestro país entre 1.200 y 1.460 personas como consecuencia directa del uso de terapias sin base científica.
Las redes sociales, un caldo de cultivo de las pseudociencias
"Estamos rodeados de fake news y en las redes sociales cada vez hay más. Algunos perfiles se aprovechan del efecto viral para promover terapias alternativas sin ningún respaldo científico. En el ámbito de la salud resultan especialmente peligrosas porque siembran dudas sobre la ciencia y ponen en peligro a la persona. Es fundamental luchar contra ellas, ya que provocan muchos más problemas y muertes de las que imaginamos en nuestro país", advierte Pablo García, farmacéutico y especialista en desmontar bulos desde hace más de una década a través del perfil @medicadoo en redes sociales y autor del libro "El frío no resfría" (Grijalbo, 2025).
El experto destaca un estudio publicado en 2018 en el Journal of the National Cancer Institute, en el que se analizaron los casos de pacientes estadounidenses con cáncer no metastásico de mama, próstata, pulmón y colorrectal y compararon a quienes siguieron tratamientos convencionales (como quimioterapia o radioterapia) con aquellos que optaron exclusivamente por terapias alternativas. "Lo que se comprobó es que los pacientes que recurrieron únicamente a medicina alternativa tenían un riesgo de morir por cáncer de mama un 470% mayor, un 360% en el caso del cáncer colorrectal y un 150% más en el cáncer de pulmón", explica.
El problema, apunta García, no solo está en quienes rechazan por completo la medicina basada en evidencia, sino también "en quienes deciden retrasarla porque primero prueba con terapias alternativas o combinarla con terapias fakes que pueden interferir con su efectividad".
"El efecto amplificador de las redes sociales hace que haya cada vez más gente dedicada a difundir bulos, y que estos se vuelvan más virales", advierte. "Algunos pueden parecer inofensivos o incluso hacernos gracia, pero no por ello dejan de ser peligrosos. Aunque pensemos que no ocurre nada grave, sí ocurre: siguen muriendo adultos porque no quieren seguir el tratamiento médico o incluso niños porque sus padres deciden no hacerlo. Queda mucho trabajo por hacer", concluye.