De un vaso de agua a otro de calimocho

telecinco.es 11/02/2010 08:27

Arturo fue expulsado por decisión del programa ayer por la tarde, después de que tirase media copa de calimocho al plato de pasta que tenía delante Indhira. Tras un periodo de reflexión en que la maquinaria del programa se ponía de nuevo en marcha para tomar una decisión, la 'súper' comunicó la misma a todos los concursantes, reunidos en el salón al efecto. A cada uno le dieron la oportunidad de hacer un comentario de despedida dirigido al expulsado, ya que no tuvieron oportunidad de hacerlo personalmente. Un poco más tarde comunicaron a Indhira que la decisión de quedarse era de ella, en cuyo caso entraría una persona de su edición para sustituir a Arturo. La malagueña decidió quedarse en tan solo un minuto.

Hasta aquí la descripción desnuda de los hechos, casi en titulares. Esto es lo que conocerá la mayoría, pero un episodio así merece un análisis más detallado, además de algún que otro comentario. La escena fue ideal para el espectador. Empezó con una reacción extemporánea y aparentemente inexplicable de Arturo, siguió con la intervención estelar de Pepe reclamando un poco de educación en las formas, y terminó con el puñetazo en la mesa de Indhira pidiendo respeto a la relación que ha tenido con el protagonista de este episodio de violencia. Algunos, dentro y fuera de la casa, no olvidan que Gran Hermano XI ya acabó, y ahora estamos viviendo un reencuentro de concursantes representando varias ediciones. Juzgar a la pareja procedente de la última edición por lo sucedido en los casi cinco meses de ese concurso sería tan poco adecuado como valorar a Bea por sus graves insultos a Juanjo (el taxista 'dundee'), a quien masacró verbalmente en una fiesta de disfraces y llegó a arrojar al suelo tirando de su edredón pidiéndole que hiciese las camas a eso de las tres o cuatro de la madrugada. Ninguna de estas cosas ha de importar, y sí su convivencia actual o su capacidad para resolver con inteligencia el reencuentro con Nicky, compañero de edición.

No es que podamos hacer borrón y cuenta nueva, pero ahora lo que importaba es si Indhira y Arturo eran capaces de limar sus diferencias y demostrar que podían convivir con cordialidad, incluso aprovechando el capital de cariño mutuamente demostrado en un pasado aún muy reciente. De los dos ha sido el de Irún quien menos ha cambiado desde entonces. No ha aprendido la lección, cosa que sí parecía haber hecho su pareja en este concurso. He estado viendo una Indhira más madura y segura de sí misma, que aparte de los abrazos en la cama y otros gestos de cariño, muy promovidos por estar durante varias horas al día unidos por el tobillo, ha sabido separarse de él cuando la prueba se lo ha permitido. Esto ha sido así especialmente durante este último fin de semana, y aún más desde que pudo comprobar que Arturo estaba haciendo muy buenas migas con Ainhoa o Melania. Ayer mismo le vimos abrazar repetidamente a esta última, y en las primeras horas de la tarde tuvo una discusión con Indhira que no pudimos ver en el directo.

Tras dicha discusión vino la hora de la comida. En torno a la mesa se encuentran todos excepto Indhira y Nicky. De pie, Nico sirve la pasta que acaba de cocinar. En un momento dado, Arturo se levanta para coger el queso rallado. Los platos en la mesa están servidos igualmente por el italiano, estando todos esperando a que se incorporen los ausentes para poder empezar el almuerzo. Entonces aparecen en el salón Indhira y Nicky, acomodándose en los dos primeros huecos que encuentran libres. Son el testero de la mesa más cercano al frigorífico y la silla a la derecha de esta. Indhira preside ese lado de la mesa (en el otro se sentaría Nico al terminar de servir la pasta) y en la otra silla se sienta Nicky. La fatalidad quiere que la silla ocupada por Indhira sea la misma de la que se había levantado Arturo un momento antes, sin que los recién llegados tuvieran posibilidad de saberlo.

Aparentemente comienzan a comer casi todos, aunque Arturo sigue repartiendo el queso todavía de pie. En esa posición le indica a Indhira que ese era su plato y su sitio. Se lo dice así como de pasada, sin tono imperativo alguno que indicase el deseo de conservar un asiento que en estos días de convivencia ha sido ocupado por varios habitantes, entre ellos los dos protagonistas principales de esta historia. En medio de un murmullo bastante importante, algo normal si tenemos en cuenta que hay doce personas en torno a la mesa, alguien hace un comentario ininteligible sobre el sitio de Indhira, a lo que Arturo contesta: "Pero yo ya estaba sentado". Indhira le contesta: "Pues te levantas". Se está refiriendo a que ocupe otro sitio, ya que levantado ya está. De hecho, hay una silla libre entre Bea e Inma, en el lado izquierdo de la mesa según lo ve Indhira. Esa es la silla en que definitivamente se sentaría Arturo, que eleva el tono de la discusión y también el de su voz diciendo: "Tienes ganas de tocar los cojones, ¿no?".

Hasta ahí estoy de acuerdo con el vasco. Está claro que ella viene de un roce anterior y su tono es algo airado, si bien ha sido accidental que tomara ese asiento al ser el más cercano desde donde Nicky y ella venían. Además, el lado de la mesa donde está el otro asiento libre se encuentra tapado en ese momento por dos personas (Nico y el propio Arturo) que obstaculizan el acceso hasta allí al estar ellos de pie terminando de completar los platos. El tema podría haber acabado aquí, con lo cual no habría pasado de la categoría de anécdota, pero sigue subiendo el tono. "Te vas a tomar por culo, tía", dice Arturo, y añade: "Que no eres reina de ningún sitio. No eres la reina de ningún sitio", repitiendo esta misma frase para dejarlo meridianamente claro. "No eres la reina de nada aquí. ¿Entiendes? No eres la reina de nada". Indhira sonríe y de fondo se escucha por primera vez a Pepe intentando parar la progresión del ataque hacia ella. El "oye tampoco..." del madrileño queda silenciado cuando Arturo agarra su copa de calimocho (o vino) y lanza su contenido en el plato de ella.

El lío está armado y de qué manera. Pepe se levanta y alza la voz: "¿Qué pollas haces tú también? ¡Coño!". Arturo entonces coge su plato y mientras se marcha de la mesa dice: "Yo me voy de aquí a mi puta casa tío. Que te den por el culo, chavala. Me das asco, tío. Es que me das asco, tío". Hay quien pregunta qué ha pasado porque ni siquiera todos se han enterado de la movida. Indhira pone cara de sorpresa ante la reacción agresiva e insultante de su pareja en el concurso. "Eso no se hace, tampoco", dice Pepe, y Ainhoa debe ser de las que no se ha coscado de nada porque pregunta si no ha sido sin querer. Evidentemente no. Es imposible echar de esa manera media copa de vino en un plato sin querer, y como espectador televisivo se ha visto perfectamente la intención. Poco más tarde, el propio Arturo afirma que se lo pensaba tirar a la cara pero no se merece ni eso.

Lo que viene luego es el momento de Pepe. No hay nadie en este concurso que haya sabido tan bien como él defender lo incuestionable al tiempo que ponerse al lado del más débil. Aquí tenía una oportunidad de oro para hacer ambas cosas de una tacada, además de plantarle cara a Arturo, algo que nadie se había atrevido a hacer con tal firmeza. Pepe apela a la educación y el respeto a los demás, defendiendo que si quieren montar un numerito lo hagan en el dormitorio pero no en la mesa, donde están todos comiendo. "No delante de mí", dice con autoridad el inventor del 'nominator'. "Esto es una vergüenza, lo que acaba de pasar aquí", añade. Solo Ainhoa le replica, aún reconociendo que no le falta razón. Melania y ella se han levantado de la mesa con su plato, disponiéndose a comer en el sofá. Se quejan del tono de voz elevado de Pepe, pero ni una palabra de censura hacia el gesto y las palabras de Arturo, dichas en similar tono. Aparte de lo bien que le pudo venir esta oportunidad a Pepe, no tengo duda de que su intervención respondió a un impulso natural. Como dijo después, no podría mirar a la cara a su padre mientras este le pregunta como se había podido tragar las cosas.

Luego viene el baldío intento de arañar algo de protagonismo por parte de Inma y Beatriz, atacando a Pepe y defendiendo lo indefendible. También la tímida intervención de Bea, diciendo que ojalá hubiera tenido en muchas ocasiones alguien que la defendiera así. Y, finalmente, el puñetazo en la mesa de Indhira: "Nadie se mete en la relación que haya tenido o dejado de tener con Arturo". Es un final racial, más de copla española que de vodevil barato, que era el palo pretendido por la pareja más odiosa de cuantas han sido elegidas por el programa para esta cadena de reencuentros. Esto lo demuestra que en la encuesta sobre las mujeres (no puedo poner más de nueve respuestas a la encuesta, por lo cual todavía es imposible hacer una con todos) puesta ayer en este blog, tanto Inma como Beatriz han logrado un exiguo uno por ciento de los casi 20 mil votos logrados en apenas doce horas.

Tras la gran bronca vino la división de la casa. Pepe e Indhira en el jacuzzi (fuera) charlando con tranquilidad y dándose apoyo mutuo. Las dos 'beatrices' consolaron un poco a una Indhira muy entera al principio pero que se derrumbó un poco después, aunque por otro lado le pasaban la mano por la espalda a Arturo, poco menos que celebrando su feo gesto. Inma obsesionada con Pepe. Los dos italianos en la otra dimensión que suelen estar. Raquel Lo en una dimensión aún más enigmática, diría que allí donde dan la vuelta las dimensiones que en el mundo son. Nicky vendiéndose como el ser equilibrado que nunca fue. Y las dos arpías del momento rabiando por la asociación de Indhira y Pepe, aquellos que deben ver como sus más fuertes competidores, es decir, esa Ainhoa representante de la nueva ola del pijismo ('pijismo new wave', lo llamaría) con sede en Alcorcón, y la Melania admirada en otros tiempos y odiosa hasta la náusea a día de hoy. Son como la pija aspirante y la que atesora pedigrí. Ainhoa hartándose de decir que antes de prejuzgar a alguien conviene conocerlo personalmente, cuando antes afirmó que odiaba a Indhira de verla por la tele. Y Melania confesando el vergonzoso consejo de presuntas amigas, consistente en enrollarse con Arturo para desquiciar a Indhira. No digo lo que opino de verdad sobre esto último por no faltar y, mucho menos, perder las formas.

No es la primera vez que escucho a Arturo decirle a Indhira que le da asco. Creo que entre los dos hay una incompatibilidad manifiesta, y ya no hay duda de esto. También pienso que algo de ella logra alterar a este chico más de lo razonable. He visto a Arturo más tranquilo desde el comienzo de este reencuentro. No sé si le ha puesto nervioso el paso de los días o la perspectiva de una estancia más prolongada de lo que había supuesto. Quizá echa en más falta cosas que puede tener ahora mismo fuera y no en el encierro de esa casa. A lo mejor esperaba un premio más sustancioso que los 60 mil euros anunciados para repartir entre los dos componentes de la pareja ganadora. Me cuesta pensar que ha sido un acto meditado, hecho con el objeto de ser expulsado y ahorrarse la sanción económica de la que tanto se habla. Pero pienso que su deseo de marcharse ha podido influir a la hora de dejarse llevar por su impulso, no parándose a la hora de lanzar el vino al plato. No en vano, se levantó de la mesa comentando su deseo expreso de irse a su casa, como así fue.

Tras su salida fue visitado en Guadalix por Mercedes Milá para hacerle la entrevista 'a pie de obra', según parece. No imagino cómo pudo justificar lo injustificable. Estoy seguro de que a esta hora se arrepiente de haberlo hecho no tanto por el acto en sí como por lo que supone de fracaso en su misión. Tengo claro que Arturo pretendía lavar su imagen y no le ha permitido hacerlo un final tan abrupto. También le movería el dinero, como es natural. No olvidemos que aparte de los 60 mil del premio van a cobrar 6 mil euros cada semana de estancia por pareja, una cantidad nada desdeñable. Ahora bien, la razón fundamental imagino que sería la mencionada.

Ante la posibilidad de ser visto con otros ojos por la mayoría del público sacrificó su propio impulso y actuó contra los muy probables consejos recibidos, ya fuera por sus nuevas compañeras de piso o por su omnipresente hermana. Pero al final pudo más el yo real, ese que no repara en decir de la persona con quien horas antes se abrazaba que le da asco. Sus abrazos de esta vez más que frescos fueron fingidos. Su cariño impostado. Y su delicadeza forzada. No hay engaño ni deslealtad peor que esa.

[Puedes votar por tu pareja preferida para que sea inmune a la expulsión en esta página. Recuerdo también que puedes seguir participando en el Test de Gran Hermano, donde tienes oportunidad de probar tu nivel de conocimientos sobre la historia del programa.]