Supervivientes: La Radionovela

telecinco.es 28/06/2010 02:16

¡Nuevo formato para el programa! ¡Ahora también en radio! Lamentablemente, es sólo para los miembros del equipo y únicamente se retransmite a través de los walkie-talkies de la producción. Una pena. Porque, la verdad, es interesantísimo todo lo que se cuece a través del montón de ondas hertzianas que comunican estos aparatejos omnipresentes en los Cayos Perlas y en Corn Island.

Resulta que no existe mejor modo para mantener comunicados en tiempo real a todo el equipo que una buena red de walkie-talkies. “¿Y no se podría tirar de móviles?”, es una pregunta recurrente de los novatos. Como yo el año pasado, mi primer año en el programa, que me preguntaba, muy tontamente por cierto, qué ventaja podían tener estos zapatófonos que pesan tres kilos frente a los móviles de quince dólares que pesan diez gramos. Dios mío, ¿ventajas? ¡Todas las del mundo!

De hecho, porque me costaría mucho hacerlo, que si no convencería a todos mis amigos de Facebook para hacernos con un walkie y comunicarnos así de por vida también en España. Que además de que queda muy molón eso de apretar un botón, escuchar el “cjjjjj” de conexión, y mirar en diagonal hacia arriba para decir lo que sea, los walkies ofrecen una comunicación más masiva y compartida que la de tu muro en Facebook.

Pero a ver, lo explico un poco. Más o menos cada departamento (en el de Producción, prácticamente cada miembro) dispone de un walkie conectado a una misma frecuencia. Por cierto, aviso: si hay algún entendido entre los lectores, que no me tenga muy en cuenta si meto la pata en los términos técnicos. Tan sólo soy un minutador, no Rambo. El caso es que así me lo imagino yo: cada walkie es como un transistor de radio conectado a la misma emisora. Todos los que poseen un walkie, pueden hablar por él, y toda la red de walkies escucha lo que cualquier otro dice. Como un party-line, pero en profesional. Aquí se empieza a entender lo absurdo de mi pregunta del año pasado acerca de los móviles.

La comunicación por móvil es una antigualla bidireccional, limitada a dos interlocutores, comparada con la universalidad que ofrecen estos aparatos tan peliculeros. Por ejemplo: a las 8 de la mañana, una chica de producción, desde el aeropuerto de la isla, dice: “helicóptero a los cayos, despegado”. Al instante, nos hemos enterado todos. Y como aquí todo el equipo dependemos unos de otros, a todos los que les afecta ese despegue, actúan en consecuencia. A mí, por ejemplo, esa información me sirve para calcular más o menos el tiempo que puede quedar hasta el siguiente envío de cintas. Y si me tengo que dar más prisa en acabar lo que tenga entre manos o puedo tomármelo con más calma. O también, claro, si me da tiempo a bajar a por un zumo de sandía o a leer los comments del blog. Útil, ¿verdad?

Lo que echo un poco de menos son los famosos “cambio y corto” que nos ha enseñado el cine. Porque aquí, nada de eso. Cuando el receptor principal del mensaje recibe la información, dice “copiado”. El “copiado oficina”, es como un “oído cocina”. Más divertido es la forma de requerir a alguien. Se dice tres veces el nombre de la persona llamada, y después, la del que llama. Ejemplo práctico: “Juanlu, Juanlu, Juanlu para Borja”. Y entonces Juanlu coge su walkie y dice: “dime Borja”. Tenemos en el equipo a una Sonsoles a la que llamamos Son. Cuando alguien necesita hablar con ella es fantástico, porque en el walkie escuchas: “Son, Son, Son”, y dan ganas de ponerse una cesta de frutas en la cabeza y bailarse una samba.

Un momento especialmente interesante en el que tener cerca un walkie es a las 13.00h. A esa hora se hace la primera reunión entre los guionistas en Corn Island y los redactores desde los cayos. Estos últimos cuentan lo que han hecho los concursantes durante la mañana para que se pueda ir editando cuanto antes el resumen del día siguiente. Y yo me lo tomo como “Supervivientes: La Radionovela”. En boca del redactor o redactora, asistimos a una narración guionizada de las aventuras de Malena, Sonia, Parri o María José. Es mucho más ameno que ver las cintas completas, porque ellos hilan las tramas y lo cuentan prácticamente en formato radionovela. Y con jugosos detalles de making of, en plan: “cuando Guillermo se fue a pescar no pude coger bien los códigos de tiempo porque me llegaba el agua hasta el cuello”. Voy a plantear la idea de hacernos con un microondas en el departamento, porque una bolsa de palomitas en este momento vendría perfecta. De las de mantequilla, claro.

Hace no mucho vivimos una jornada de encogimiento que ni en la noche de transistores del 23F. Uno de nuestros cámaras se puso bastante enfermo y hubo que sacarle del cayo inmediatamente en helicóptero. Las decisiones se tomaban una tras otra en un frenético intercambio de informaciones entre el médico, producción, transportes... En Corn Island, reunidos en torno al aparato, sus compañeros seguíamos los acontecimientos con el mismo interés que debieron seguir los oyentes de Orson Welles aquella fingida invasión de ‘La guerra de los mundos’. El día que el Jefe de Producción decida contar por el walkie que los extraterrestres están invadiendo la isla, lo mismo nos da por salir de nuestros trabajos despavoridos, tirarnos al mar, y nadar a lo loco huyendo del ataque. Así de en serio nos tomamos todo lo que se dice por el walkie. Por cierto, el cámara enfermo se recuperó perfectamente.

Eso sí, como con todo, el walkie también vale para hacerse unas risas. Estos días, a través del walkie, suena el himno de España cada vez que nuestra selección va a echarse al campo en el Mundial. Y se cantan todos y cada uno de los goles. Lo que yo decía: es como escuchar la radio. También oí, hace dos días, un estribillo inconfundible: “loca, por un beso tuyo”, en un claro homenaje a Malena. Creo que junto a la petición del microondas, añadiré otro renglón para pedir que también se pinche a través de walkie otro éxito de otra rubia: “One day”, de NoSon2, el grupo de Sonia Arenas.

Lo paradójico de todo esto es que, por mucha tecnología y por mucho walkie que nos conecte a todos con todos, existe un clásico imbatible de la comunicación humana que nunca podrá ser destruido: la nota en la nevera. Estos dos mensajes pueden leerse en la nuestra: