Ya estamos a mitad de curso

telecinco.es 12/06/2010 23:03

El jueves hicimos nuestra sexta gala atravesando con ella el ecuador del programa. Y, por tanto, de nuestra estancia aquí. Aunque hay miembros del equipo que llegaron antes, y otros que se irán más tarde, la gran mayoría llegamos a primeros de mayo y nos iremos a finales de julio. Y es muy curioso ver cómo afecta a cada uno el atravesar la barrera mental de la mitad de curso. La sensación general es la de que ahora mismo estamos en la cima de una hipotética montaña y que acabamos de terminar la subida. A partir de ahora, rodarán los días cuesta abajo hasta el final. Ni el pedal roto de la guionista podrá detener la bajada.

Y aunque en realidad seis semanas no son nada -en un mes y medio de rutina normal apenas te da para pagar un alquiler, ver seis capítulos nuevos de Aída y cortarte el pelo una vez- nosotros en ese tiempo hemos cambiado de residencia, de trabajo y de grupo de amigos, así que casi sentimos que llevamos aquí una vida. Es como cuando, de pequeño, el año se dividía en Colegio y Verano. Ambos parecían dos períodos de tiempo iguales, dos vidas enteras, aunque uno durara tres meses y el otro, nueve.

También es curioso observar las diferentes formas en que cada uno cuenta el tiempo. Hay quienes hablan en número de galas. “Si vamos a hacer doce y llevamos seis, entonces estamos justo en la mitad”. Esto es muy típico de los propios concursantes que, noche tras noche, hacen cábalas sobre los días que les quedan en la isla.

Otros miembros del equipo hablan en semanas naturales: “llegamos un domingo, y hemos hecho cinco domingos, así que mañana domingo será el sexto domingo, y quedarán otros seis domingos”. Ni la sintonía de aquel magazine dominical de Belinda Washington en Telecinco mencionaba tantas veces la palabra ‘domingo’.

Una redactora me hablaba el otro día de la original medida temporal “viajes en helicóptero”, que es como ellos van y vuelven a los cayos. Pero todavía más original es la medición que hacen en el departamento de archivo, donde el tiempo se cuenta en número de cintas grabadas. “Si vamos por la cinta A135, más o menos nos iremos a casa cuando estemos en la A370”. O sea, que en el departamento de archivo, esto equivale a un calendario:

Como se les vaya mucho la cabeza acabarán quedando para cenar a las Cinta y Media. Otro método de contar es el de los concursantes expulsados. En la mayoría de salas de edición tenemos un folio pegado en la pared con las caras y nombres de los concursantes. Cada jueves, como hacen en la propia web del programa, toca tachar uno. Y con cada cruz que hemos puesto sobre las caras de Consuelo, Miriam, Nerea, Carla, Javi, Bea, Miguel, Víctor y Óscar, nos hemos sentido más cerca del final del programa. ¡Quién iba decirnos a nosotros que en esta sexta gala tocaría tachar a Óscar!

Este momento de tachar concursantes, por cierto, es todo un ritual que acarrea su propia liturgia. Mi compañero de departamento y yo nos vamos turnando para tachar cada uno al nuevo expulsado. Casi como si fuera una espada láser, la llave del reino o una piedra de criptonita, nos hacemos entrega el uno al otro, muy serios y callados, del boli Bic con el que procederemos al sagrado tachado de un nuevo rostro. El receptor del arma de tinta agarra el instrumento con cuidado. Agacha la cabeza ante quien se lo ha entregado. Durante unos segundos, nos miramos fijamente a los ojos hasta que uno de los dos asiente. Entonces el otro asiente también, nota sobre sus hombros el peso de toda la historia de ‘Supervivientes’ y los concursantes que han pasado por el reality (éste es el momento en el que vuelven a pronunciarse los nombres pretéritos de Maite Zúñiga, Nilo o Miriam Sánchez), y posa la punta del bolígrafo sobre la faz de otra personalidad que quedará atrás para siempre.

El primer trazo es el más duro. A veces hasta puedes creer que la foto del concursante se mueve en el papel, pidiéndote por favor que no lo obligues al ostracismo que impone la cruz de tinta. Juraría que la imagen de La Legionaria me dedicó algunos improperios desde el folio cuando le tocó a ella el turno de ser tachada. Una vez cumplido todo el ritual de tachado, volvemos a olvidarnos de la solemnidad del evento, y regresamos al estado de diversión habitual. Bailar “cintaaaaa, cinta de la nocheeee” es una buena manera de romper el hielo. A día de hoy, parte de nuestro panel de concursantes luce así:

Lo del corazón es cosa mía y, en efecto, significa que tengo un favorito. Por eso me he visto obligado a pixelar la cara de todos, que no quiero yo que parezca que intento favorecer a nadie desde aquí. Pero es que además de trabajar en Supervivientes disfruto viéndolo como espectador y, lógicamente, tengo mis preferencias. Si mandar mensajes a España no saliera tan caro ya habría votado alguna que otra vez. Lo que pasa es que con todos esos córdobas que me cuesta el mensaje me escapo a la pulpería de La Coleccionista de Billetes y me compro galletas para cuatro días.

Volviendo a lo de contar días, yo de momento no estoy preocupado por saber cuánto queda. De hecho me parece que llegué ayer y me da hasta pena pensar en el final. Pero bueno, que aún queda. Eso sí, si tuviera que contar el tiempo, creo que lo haría en entradas de blog: si ésta es la número 17, y estamos a la mitad, quedan… otras 17. Pues perfecto.