Vivir como una Reina

JUANA JIMÉNEZ 31/10/2008 10:10

"Mi vida ha sido una vida de Reina con todas sus letras". Doña Sofía está orgullosa de su biografía. De su periplo por la Historia y de haber sobrevivido al turbulento siglo XX. Se sabe una privilegiada y no lo oculta en ningún momento: "sé que no soy soberana, y que la Historia está llena de vidas de reinas, pero la mía ha sido una vida de Reina apasionante".

Y es cierto, porque Doña Sofía, con solo dos años, ya estaba inmersa en la gran aventura que sería su vida. Huía a la desesperada de los nazis en brazos de su madre. Una situación, además, muy difícil de comprender: porque la reina Federica, según repiten las biografías de Doña Sofía, para tranquilizarla le cantaba canciones de cuna, pero tapándole los oídos. Una forma muy singular de cantarle algo a alguien si, además, tenemos en cuenta lo hacía bajo el estruendo de las bombas alemanas.

Éste fue el inicio de un largo exilio que la llevó a países como Sudáfrica o Egipto. De este último ella recuerda con especial cariño su estancia en Alejandría. Tiempo después, en 1977, en un viaje oficial, la Reina no pudo resistir la tentación, rompió el programa de la visita y se adentró en el que fue su colegio. En la obra que han publicado Carmen Enríquez y Emilio Oliva también en estas fechas, 'La Reina habla de su vida', dice que sintió una gran nostalgia: lo recordaba todo igual, pero muy pequeño: "como de liliputienses".

Éxodo

Memorias de África

Volver a empezar

Al final de la guerra, cuando volvieron a su país gracias a un referéndum en el que los griegos aprobaron la monarquía, éste se encontraba devastado. Sin embargo, Doña Sofía por fin regresaba a su tierra. En el primer libro de Pilar Urbano sobre ella, 'La Reina' de 1993, relata este momento como algo mágico: "Abría muchísimo los ojos, quería verlo todo, todo, todo. Y cuanto antes". Además, fue bien recibida por el pueblo: "la muchedumbre parecía tener solamente una voz que emitía un ininterrumpido alarido de júbilo. A mí me parecía que caminaba sobre las nubes".

Qué verde era mi valle

De aquellos años, la Reina recuerda con especial felicidad los días en Tatoi, una finca cerca de Atenas. Un lugar paradisíaco en el que el rey Pablo prohibió la caza para que "los animales se sintieran seguros y se pudiera disfrutar de su presencia". Así se inició el primer romance de la Reina. El que tiene con los animales. Emilio Oliva, periodista de EFE, explica que, en los ochenta, siempre que podía viajaba con su perro, ya fallecido, 'Spotty'.

Ciento un dálmatas

Y pocas bromas con este tema. La Reina posee un auténtico zoológico: diez perros, incontables gatos sueltos por los jardines de La Zarzuela, dos loros, cuatro tortugas y caballos. Por este motivo, su biografía está sembrada de momentos entre lo entrañable, lo divertido y lo hilarante. Como cuando interrumpió una comitiva en Cuba para acariciar a un gato callejero, sus paseos a lomos de una burra por la Acrópolis de Atenas o, el año pasado, cuando meció en sus brazos un bebé de oso panda en China.

No es difícil adivinar, pues, que la tauromaquia no va con ella.

Lo que el viento se llevó

El problema es que todos estos recuerdos en Grecia están empañados por la desgracia. En 1967, el rey Constantino no se opuso como debiera a un golpe de estado de extrema derecha. Por dicho motivo, una vez restaurada la democracia, nunca pudieron volver.

Esta situación se agravó en el peor invierno que ha vivido la Casa Real española, febrero del 81. Poco antes del 23F, en la época más sanguinaria de ETA, después de un viaje al País Vasco, los reyes decidieron descansar en Baqueira. La madre de Doña Sofía, Federica de Grecia, no quiso molestar a la pareja, abrumada por la situación, y decidió operarse de un párpado en secreto. Murió durante la intervención.

El Gobierno griego no quería que se oficiase un funeral real en su territorio, pero lo permitió, al final, por razones humanitarias. Aunque la situación fue humillante. A la familia real sólo se le permitió permanecer seis horas en Grecia. El enviado especial de El País, Pablo Sebastián, encabezó su crónica con un amargo titular: "Sólo la bandera española ondea a media asta en Atenas".

Años más tarde, en 1998, la Reina volvió a recorrer las calles de Atenas. La sensación ya no era la misma. No reconocía Grecia como su país: "me asesinaron la nostalgia", le ha confesado a Pilar Urbano.

De aquí a la eternidad

Una vida no es una vida de película sin amor. Y el romance de la Reina con Don Juan Carlos fue de auténtica película. En un crucero a bordo del yate 'Agamenón', Doña Sofía, con 15 años, le enseñó a Juan Carlos, de 16, las bondades de su carácter nada más ser presentados. Le hizo una llave de judo. El Rey no creía que una mujer fuese capaz de hacer artes marciales. Desde el suelo, lo constató.

Surgió entonces un idilio que dura hasta hoy. A la Reina le debemos, además, que El Rey no lleve bigote. Se lo hizo afeitar en 1960 durante los Juegos Olímpicos de Roma. Y su boda no puede compararse con nada: En Atenas, 143 invitados de 27 monarquías, y luna de miel de cuatro meses ni más ni menos. Un crucero por todos los mares del mundo.

Sonrisas y lágrimas

La gata sobre el tejado de Zinq

"El papel más importante que puede desempeñar la Reina es el de apoyo a la Princesa de Asturias. Su credibilidad puede ayudarla a ser definitivamente aceptada. La complicidad que la Reina proyecta sobre su nuera avala completamente a ésta como su sucesora".

Se trata del traspaso de todo un legado. Una herencia que la Reina ya trató de mostrar cuando cedió la diadema de diamantes de línea helénica con la que se casó para que la llevara Letizia en su enlace con Felipe.

Gracias a esta relación ha obtenido lo más grande que hay en su vida: la familia. Doña Sofia es, según la revista Hola, "una mujer dada a los partos fáciles". Dio a luz al príncipe Felipe en menos de media hora a pesar de sus cuatro kilos y trescientos gramos. El Rey, al conocer la noticia, se desmayó.

El reinado en España tras la muerte del dictador, sin duda alguna, ha sido una época feliz. Unánimemente se reconoce la labor de la monarquía a la hora de traer la democracia a España y los reyes son respetados dentro y fuera de nuestras fronteras. Capítulo aparte merecen, sin embargo, episodios como la quema de fotografías del Rey. Un acontecimiento al que la propia Doña Sofía resta importancia en la obra de Urbano, donde sentencia descarnadamente que peor sería que les quemasen a ellos de verdad.

Porque la Reina ha vivido tragedias de verdad en este país. Además del incesante goteo de funerales por culpa del terrorismo, se involucró personalmente en la desgracia de miles de jóvenes que se engancharon a la heroína en los años ochenta. Por no hablar de sucesos como el accidente del Yak-42, el reciente de Spanair o la masacre del 11-M. En todos ellos Doña Sofía ha mostrado una cercanía a los familiares de las víctimas desde la entereza y la comprensión. Aunque rota por dentro.

En la tragedia de Barajas lo explicó con claridad: "no puedo evitar abrazarlos".

Como buena griega ,ha completado su odisea particular. Y ahora, en el otoño de su vida, la Reina lidia con la novela cortesana. Es el caso del matrimonio de su hijo Felipe con Letizia Ortiz. Él siempre anunció que se casaría por amor, y así lo ha hecho, de modo que Doña Sofía cierra filas y acusa de anticuados a los que piensan que el Príncipe no puede contraer matrimonio con una mujer divorciada que no pertenece a la nobleza.

Se dio cuenta rápido de la historia con Letizia. Su hijo veía demasiado el telediario en verano para la poca información que hay en esa época del año. El encuentro fue en casa del Príncipe, con unos canapés fríos, y a pesar de la naturalidad del encuentro, Doña Sofía le ha confesado a Pilar Urbano que el Rey y ella estaban "temblando como flanes". Todo fue estupendamente: "en una palabra ¡conectamos!". Y la relación siguió adelante.

Es la última batalla de una mujer con una biografía memorable. Quiere sentar las bases para que el reinado de su hijo junto con Letizia transcurra sin sobresaltos. Al menos, no tantos como ella ha sufrido. Según expertos en comunicación consultados en 'La Reina habla de su vida', la presidente de Burson-Marsteller, Carmen Valera, así lo ve: