Mamás de instituto

PILAR BERNAL 08/11/2010 15:13

Cristina ha sido mamá hace apenas un año. Se quedó embarazada de su pequeño a los quince años. Su madre la apoyó y no ha dejado sus estudios. Además, al contrario de lo que suele ocurrir, la relación con el padre de su hijo continúa: "Yo siempre tuve claro que no quería abortar pero al principio fue muy duro. Gracias al apoyo de mi madre, de mi pareja que tiene 21 años y de mis suegros que también lo aceptaron, hemos salido adelante". Con un ojo en el niño, que corretea entre apuntes de 4º de la ESO, y otro en el ordenador se prepara el examen de matemáticas que tiene al día siguiente: "trato de organizarme pero está claro que no es lo mismo pensar que vas a tener un hijo que tenerlo de verdad. Lo que piensas no siempre se corresponde con la realidad". Ella cree, con la madurez adquirida a la fuerza a sus dieciséis años, que la responsabilidad es muy grande y que hay tenerlo muy claro: "si no es mejor no tenerlo porque después no hay vuelta atrás".

En el año 2008 hubo quince mil embarazos adolescentes en España

El bebé de Sonia aparecerá en las estadísticas del Ministerio de Sanidad del año 2010. La joven estaba estudiando en el instituto, Tercero de la ESO, cuando se enamoró de un chico doce años mayor que ella que le pidió "una prueba de amor", así que ella se la dio y ahora está esperando a su pequeña, que nacerá para Navidad. "Lo pasé muy mal. Yo no quería abortar pero todo el mundo me presionaba para no tenerlo. Me decían que me iba a arruinar la vida. Él no quería tenerlo, me decía todos los días que no lo tuviera, mi familia también. Todos me dieron la espalda". Se quedó en la calle, embarazada de tres meses, sin ningún sitio a donde ir. Estuvo a punto de perder al bebé pero finalmente salió adelante. Del hospital la mandaron a la Fundación Ainkaren, una casa cuna para madres jóvenes, que ha atendido a centenares de chicas en los 14 años que lleva funcionando: "la chica más joven que ha pasado por aquí fue mamá a los trece", explica su fundadora. Teresa cuenta que la mayoría de las niñas llega en muy malas condiciones, deprimidas y rechazadas por su entorno: "llegan deshechas, para ellas es muy difícil y cuando encuentran un lugar como éste, no hostil, donde se les da lo necesario para ellas y para sus bebés, están agradecidas y felices. No podemos solucionar todos sus problemas pero sí hacer que algunos sean más llevaderos. Es una pasada ver como la mayoría de ellas, a pesar de su niñez, se convierten en auténticas madres coraje". Aquí pueden estar un tiempo indeterminado, hasta que se organicen y encuentren un lugar donde vivir y un trabajo: "Algunas se quedan hasta dos años. No podemos ponerles límites", añade Teresa, que trabaja voluntariamente para ayudar a las chicas, como el resto de las personas que atienden la casa. Un hogar para niñas con sus niños que ven como la vida se precipita.

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