Radares solitarios

BEA HERNÁNDEZ / ASUNCIÓN CHAMOSO 10/01/2010 00:00

Mari lleva 35 años trabajando como portera en un antiguo edificio del barrio de Gracia. El edificio es mi familia y la gente se ha hecho mayor. Tarde o temprano nos llegará a todos y a veces necesitan ayuda.

Por si están enfermos, si se han caído. Sube cada día a saludar a los vecinos más mayores y les pregunta cómo se encuentran o si necesitan algo. Para sus vecinos se ha convertido en mucho más que una simple portera.

Es su ángel de la guarda aunque ellos ni siquiera lo sepan. La señora Navarro le cuenta que todavía sigue con un fuerte dolor de piernas y de brazos a pesar de la medicación.

Al bajar a la portería, Mari llama a los servicios sociales. Se identifica como el radar solidario de Gracia y recomienda a los trabajadores sociales que se pasen por la vivienda.

¿Habéis visitado últimamente a la señora Navarro? pregunta- Es que la veo pachuchilla. Al colgar, nos explica que son los primeros que ven cuando algo va mal. Si últimamente se han dejado un poco, si ya no bajan a la panadería y entonces nos interesamos por ellos. ¡No cuesta nada!.

Desde los servicios sociales del distrito, aseguran que es la fórmula más eficaz para controlar a esas personas mayores de 85 años. Con este proyecto conseguimos evitamos que si alguien se cae, esté tres días sólo, tirado en el suelo y sin que nadie lo sepa.

Asegura que, en ningún momento, los abuelos se sienten vigilados o controlados. Son personas de su entorno, se conocen de toda la vida. Así conseguimos que ni unos ni otros sientan que se entrometen en la vida de los demás. Pero sí conseguimos que estén seguros, protegidos.

Y como Mari, ya hay más de 60 radares solidarios en el distrito de Gracia. Es un proyecto pionero en Barcelona que pronto, se extenderá a otros barrios barceloneses.

Pueden estar en cualquier parte. Si Mari es un radar vecinal, a pocos metros nos encontramos con Francesc, el librero del barrio. Él es un radar comercial. Si veo que algún vecino mayor hace días que no baja a comprar el diario, me intereso, le pregunto a sus otros vecinos y me entero de lo que pasa.

Así puedo llamar a los servicios sociales y movilizarles.

Todos son voluntarios. Cuando les preguntas por qué lo hacen, aseguran que no les cuesta nada. Sólo hay que tener una mirada más cuidada y más sensible, responden. Lo mejor: ellos están vigilados pero no les impedimos que se sientan libres y que hagan su día a día con normalidad.