Los cursos de sastrería de Karibia, la ONG de dos catalanes en Tanzania que 'libera' a jóvenes excluidas de la sociedad

Tanzania ha unido a Nuria Marzo y David Egea, dos barceloneses comprometidos en mejorar la vida de los habitantes de Kigoma, una de las regiones más pobres de África, donde han fundado la ONG Karibia. El proyecto significa 'estar cerca de' y pretende ayudar a las comunidades desfavorecidas a través de iniciativas locales. Entre ellas un curso de costura y sastrería en el que mejoran la independencia económica y autonomía personal de mujeres en riesgo de vulnerabilidad.

Es el caso de 40 jóvenes tanzanas entre 16 y 22 años, sin la posibilidad de estudiar por ser madres adolescentes, con matrimonios concertados o abandonadas por el padre de los niños. Por ello, desde la organización han arropado el proyecto Duhamabi ('mantener los derechos de las mujeres y las hijas'), donde aprenden a utilizar máquinas de coser a pedales, patronaje y cortes para confeccionar vestidos.

"Hemos priorizado en darles un local en condiciones, que hemos alquilado. Allí se imparten las clases de 8 a 15 horas. Nos hacemos cargo del sueldo del profesor y de los materiales y herramientas de costura", explica Nuria, médica y presidente de Karibia sobre un curso que supone "una nueva oportunidad" para las estudiantes durante un año de aprendizaje.

El pueblo de Kigoma está en el litoral este del Lago Tanganica y cerca de la frontera con Burundi. 250.000 habitantes "aislados" de toda la zona de infraestructuras económicas y turísticas del país y "bastante" abandonados. Además, la localidad cuenta con campos refugiados para personas procedentes de República Democrática del Congo y de Burundi, por lo que "casi todo el dinero internacional externo ha ido a parar a los refugiados".

"Esto lleva a ser pobre y que la mujer quede más afectada en cuanto a capacidad económica y educacional. Se dedica a las labores domésticas, cuidados de los hijos y viven de la agricultura y pesca de subsistencia", destaca la fundadora de Karibia.

La costura se ha convertido en una vía de escape que les ha permitido dar un vuelco a su vida y sacar adelante a sus hijos sin apenas recursos. Es el caso de una chica que vive sola con sus dos niños y gracias al curso ha conseguido montar su propio negocio en el mercado.

"Hay una zona donde se colocan chicas con sus máquinas de coser. Son espacios reducidos donde la gente compra su tela y en el propio mercado les miden y les realizan el vestido", destaca Nuria sobre una práctica que ha permitido a las mujeres tener "su propia independencia económica y vida".

Incluso comparten las máquinas hasta que tienen dinero suficiente para comprarse una. "Queremos dar oportunidades a las chicas con una vulnerabilidad detrás muy grande porque además han perdido la autoestima debido a la situación que viven. Pero muchas consiguen reinsertarse en el mercado laboral y sacar adelante a sus hijos".

Optimismo y desfiles de moda

El curso les ha permitido recuperar la motivación y el optimismo en busca de un futuro mejor. "Se percibe la alegría de las chicas cuando vamos allí. Hacen hasta desfiles de moda con las prendas que elaboran para que veamos lo que han hecho. Nos piden que les grabemos para visibilizar lo que hacen y conseguir ayudas. Es lo que estimula y satisface que continuemos apoyando".

De hecho, las estudiantes solicitaron un uniforme para las clases, aunque la ONG decidió invertir el dinero en material y máquinas de coser. "Aquí se hacen los vestidos de los colegios, no es un procedimiento industrial. Tiene salida este negocio y consideran que es un curso oficial. Un día me las encontré a todas con uniformes creados por ellas".

El proyecto local comenzó en 2017, en unas condiciones "deplorables" que no daban la "posibilidad" de rehabilitar. Por ello, el apoyo de la ONG de Nuria y David fue esencial para mejorar las instalaciones y pasar de un pasillo oscuro, ruidoso, estrecho, con aforo limitado y sin agua a un local en el que empodera a sus estudiantes. Un éxito sobre un curso gratuito que se ha difundido por la región tanzana.

"Un día llegaron cuatro chicas con dos niños en la espalda. Venían caminando durante más de 3 horas de una población limítrofe para inscribirse. ¿Si vienen de tan lejos cómo lo gestionas? Ves la necesidad de hacer cursos como este, muy importantes por su impacto, pero no se puede abarcar por el momento a todas", lamenta Nuria, quien lleva 12 años en África y renunció a su trabajo de más de una década en un hospital de Barcelona para empezar un periplo que siempre había soñado.

Enseñanza de valores

Con el mismo ánimo de cooperación, una estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas de la Universitat de Girona colaboró con la ONG y vivió en primera persona la importancia del curso de costura y sastrería.

"Muchas de ellas tienen mi edad y una vida mucho más complicada. Al tener un hijo en Tanzania quedas excluida del sistema educativo. Nos dijeron que querían ayudar a mujeres en la misma situación", destaca María Franco, marcada por una experiencia en la que ha ilustrado el día a día de las mujeres tanzanas.

Ahora, la joven estudiante ha realizado una exposición sobre los momentos que inmortalizó a través de su cámara que tiene como protagonistas a las estudiantes del proyecto de costura.

"Duhamabi pretende devolver esa ilusión a chicas cuyas vidas no han sido para nada un camino de rosas. Era impactante ponerse en su piel. Muchas tienen que caminar 5 kilómetros para ir a la escuela mientras dejan a sus hijos con sus vecinos o abuelos", culmina sobre una fuerza de voluntad para asistir a las clases donde aprenden una labor y, sobre todo, valores. "El curso les permite empoderarse y valerse por sí mismas en un futuro".

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