El “año sin verano” o cómo un volcán propició el nacimiento de Frankenstein, por Raúl Rivas

  • La explosión del Tambora de Indonesia ha sido la más potente registrada por la humanidad

  • Su índice de explosividad fue de 7, el de La Palma es de 2

  • La erupción provocó un tiempo frío y desapacible en Europa

El 80% de la superficie de nuestro planeta ha sido creada por la actividad volcánica. Los volcanes son los arquitectos geológicos de la Tierra. Han sentado las bases primordiales para que la vida haya podido prosperar y también, en numerosas ocasiones, han marcado el devenir de la Humanidad, han alimentado mitos y leyendas, han influido en las artes y en la literatura, han creado monstruos.

La erupción del volcán islandés Eyjafjallajökull provocó en 2010 la paralización de las comunicaciones aéreas en toda Europa, el Vesubio destruyó PompeyaPompeya hace 20 siglos, la furibunda actividad del volcán Thera pudo propiciar la destrucción de la civilización minoica hace 3500 años y fomentar el mito de la Atlántida y la titánica erupción del Krakatoa en 1883, originó unas anomalías atmosféricas extraordinarias, que suscitaron encendidas puestas de sol, y que fueron reflejadas en la obra del pintor inglés William Ashcroft, y en diferentes versiones de El Grito y La Desesperación de Edvard Munch.

La erupción del Tambora

Pocos años antes de la erupción del Krakatoa, el 10 de abril de 1815, se produjo una gran erupción del volcán Tambora ubicado en Indonesia. Para que nos hagamos una idea, el índice de explosividad volcánica (VEI) del Tambora alcanzó una magnitud de 7, mientras que el índice de explosividad volcánica actual del Cumbre Vieja en la isla de La Palma tiene una magnitud de 2.

Un año después de la erupción del Tambora, alcanzado el mes de junio de 1816, el frío y el tiempo desapacible no desaparecieron con la llegada del verano a Europa. El desconcierto era mayúsculo y la causa desconocida. Aquel tiempo ha pasado a la historia como ‘el año sin verano’, un cambio del clima provocado por la erupción el año anterior del Tambora, la más potente registrada en la historia de la Humanidad.

Dos gigantescas explosiones y se hizo de noche

El estratovolcán Tambora es un coloso de 2850 metros de altura coronado por un cráter de unos 6 kilómetros de diámetro y 1500 metros de profundidad. La primera erupción aconteció el 5 abril de 1815 y el estallido pudo oírse a más de 1000 kilómetros de distancia.

La columna de ceniza superó los 43 kilómetros y apagó el Sol durante varios días en 600 kilómetros a la redonda.

El 10 de abril sucedió otra atronadora explosión, mucho más violenta, que fue percibida a 2500 kilómetros de distancia y reventó la mitad de la montaña. La columna de ceniza superó los 43 kilómetros y apagó el Sol durante varios días en 600 kilómetros a la redonda.

Poco a poco los aerosoles volcánicos alcanzaron la estratosfera generando intensos amaneceres y ocasos de un vibrante color rojo-anaranjado. Y al igual que la ceniza volcánica deja una patente línea oscura en los estratos geológicos, 'el año sin verano' dejó una marca sustancial en el registro cultural de la época con la creación, entre otras obras, del monstruo Frankenstein a más de 12.000 kilómetros de distancia del cráter del volcán.

Cambio de circulación atmosférica

La inusual belleza primigenia que mostraron los cielos tras la erupción de Tambora en 1815 escondía un cambio en el patrón de la circulación atmosférica que afectó al continente europeo el año siguiente. El invierno de 1816 fue duro y las nevadas, acompañadas de raros copos de color marrón y rojizo, asombrosas.

Las anomalías volcánicas quedaron combinadas con el Mínimo de Dalton, una histórica caída de la actividad solar que indujo a un descenso de la temperatura global por debajo del promedio registrado. Los efectos más evidentes y devastadores llegaron en la primavera y en el principio del verano que trajo días lluviosos y desapacibles, en especial en el centro de Europa.

El hielo y la lluvia provocaron cientos de miles de muertes tanto directas cómo indirectas por la pérdida de las cosechas y la aparición de hambrunas. El poder de la naturaleza quedó convertido en motivo recurrente para pintores, escritores y compositores.

Lord Byron y sus amigos, encerrados en Villa Diodati

Por supuesto, numerosas personas cambiaron sus planes estivales. Entre ellas, un grupo de jóvenes escritores entre los que se encontraban el aristócrata británico Lord Byron, su médico John Polidori, el poeta Percy B. Shelley y su prometida Mary Godwin, quien más tarde adoptaría el nombre de Mary Shelley, y Claire Clairmont que estaba embarazada por Byron y era hermanastra de Mary.

El grupeto de amigos escogió la Villa Diodati, cerca del Lago Leman para disfrutar de unas semanas de descanso, pero el clima fastidioso y destemplado impidió las excursiones y los paseos en barca y mantuvo a la cuadrilla encerrada en la mansión.

Los días eran tan oscuros que Lord Byron aseguraba que las gallinas subían a dormir a sus palos a mediodía.

El terrorífico reto de Byron

Con el tedio instalado en cada una de las vigas del inmueble, el 18 de junio de 1816, Lord Byron ideó un concurso en el que retó a sus compañeros a escribir historias de terror. Los días eran tan oscuros que Lord Byron aseguraba que las gallinas subían a dormir a sus palos a mediodía.

La negrura atmosférica y el sentimiento nostálgico que imprimía el clima empujó a Byron a escribir Oscuridad, un poema melancólico con tintes apocalípticos. Los demás no quedaron rezagados. John Polidori escribió la novela El Vampiro, precursora del género literario que muestra a los vampiros como seres aristocráticos, lujuriosos y cautivadores. La novelilla de Polidori tuvo poco éxito, pero acabó por convertirse en modelo para el Drácula. Sin duda, la ganadora del certamen fue Mary Godwin, que apoyada en el entorno tormentoso imprimió un ambiente fantasmagórico e inquietante a una novela gótica que tituló Frankenstein o el moderno Prometeo.

Los cielos del Tambora

El año sin verano de 1816 también marcó los atardeceres asombrosos y enérgicos con nubes oscuras y verdosas que pintó el artista francés Théodore Géricault en su obra Balsa de la Medusa y los refulgentes ocasos plasmados en los maravillosos paisajes creados por el pintor inglés William Turner e inspiró al sacerdote Joseph Mohr a crear un pequeño poema de seis estrofas que más tarde constituyó la base de Noche de paz. Tal vez este villancico sea el efecto más remoto, paradójico e inesperado del rastro que dejó en los cielos la gigantesca explosión del volcán Tambora.