La ciencia resarce su inmensa deuda con las células inmortales de Henrietta Lacks

  • Miles de científicos han investigado con las células que le quitaron sin su consentimiento para ese fin a Henrietta Lacks

En 1951, Henrietta Lacks, una joven afroamericana madre de cinco hijos visitó preocupada el Hospital Johns Hopkins de Baltimore en Maryland. Henrietta sufría un sangrado vaginal anormal. Tras el examen, las aciagas suposiciones solidificaron en el diagnóstico del eminente ginecólogo Dr. Howard Jones, pionero y visionario en la medicina reproductiva y padre de la fertilización in vitro en los Estados Unidos de América. Jones descubrió que Henrietta tenía un gran tumor maligno en el cuello uterino.

La visita al Hospital Johns Hopkins no fue casual. El hospital fue creado en 1889 gracias a la donación de diecisiete millones de dólares que Johns Hopkins, un empresario abolicionista y filántropo estadounidense, decretó en su testamento. Hopkins ordenó que la fortuna fuera destinada a la construcción de un hospital de beneficencia y una universidad asociada que mantuvieran especial énfasis en el cuidado de personas necesitadas e indigentes, sin importar la edad, el sexo o la raza. Por cierto, que el recuento que hace la John Hopkins de los casos de coronavirus es referencia mundial.

Miseria y enfermedad

Henrietta provenía de una familia humilde dedicada al cultivo del tabaco en la localidad de Clover en Virginia y los avatares de la vida provocaron que Henrietta fuera criada en la casa del abuelo, Tommy Lacks, dónde convivió con su primo David Lacks con quien años más tarde contrajo matrimonio en 1941. La economía de Henrietta y David hacía aguas por los cuatro costados y el nacimiento de Joseph, quinto y último hijo del matrimonio, en noviembre de 1950 ayudó más bien poco a desaguar la situación. En esa coyuntura de miseria y enfermedad, el Hospital Johns Hopkins era uno de los pocos hospitales que trataba a los afroamericanos pobres.

Los registros médicos de la época recogen que Henrietta fue sometida a tratamientos con radio como terapia contra su cáncer de cuello uterino. Por coincidencias del destino o del azar o de lo que cada uno quiera creer, en aquel momento el doctor George Gey, un destacado investigador de virus y de cáncer, llevaba varios años recolectando células de todos los pacientes que llegaban al Hospital Johns Hopkins con cáncer de cuello uterino.

Donación sin consentimiento

A Henrietta le hicieron una biopsia del cuello uterino y le tomaron cuatro piezas de tejido, algunas se enviaron al departamento de patología para su evaluación diagnóstica y otras fueron enviadas al laboratorio de tejidos del doctor Gey.

Conviene destacar que, aunque Henrietta Lacks otorgó un "permiso de operación" o consentimiento para la cirugía, nadie le pidió permiso para recolectar o compartir sus muestras por otras razones, a pesar de que el consentimiento para la investigación médica se codificó en el Código de Nuremberg de 1949. El consentimiento informado se hizo popular en la práctica médica a partir de 1957.

El caso es que, por h o por b, las muestras llegaron al laboratorio de George Gey. Para poder identificar el origen de la muestra, el protocolo habitual definía que era necesario imponer una codificación interna que evitara equivocación alguna entre el muestrario de la colección y por ello para las células de Henrietta se eligió el acrónimo de HeLa, proveniente del nombre y el apellido de la paciente.

Henrietta murió, pero sus células la sobreviven

Nada más empezar a manipular la nueva muestra, el doctor Gey descubrió algo sorprendente. Las células de Henrietta eran singulares y no se parecían a ninguna otra con las que había trabajado con anterioridad. Lo habitual era que las células dejaran de dividirse a los pocos días y que los cultivos murieran, pero las células de la señora Lacks eran diferentes porque se duplicaban incansablemente cada 20-24 horas.

Por desgracia, el diagnóstico de Henrietta era estremecedor porque incluía carcinoma epidermoide, con invasión definida del estroma, y una forma agresiva de cáncer, adenocarcinoma de cérvix. La señora Lacks no pudo superar la enfermedad y murió el 4 de octubre de 1951 a la edad de 31 años, pero el impacto que su vida ha tenido en la bioética médica y en la investigación ha sido extraordinario.

El doctor Gey entusiasmado con la naturaleza prolífica de las células HeLa continuó trabajando con ellas y compartiéndolas con científicos interesados en la investigación celular, incluido el doctor William F. Scherer, un destacado investigador de la poliomielitis en la Universidad de Minnesota. De hecho, desempeñaron un papel crucial en el desarrollo de la vacuna que diseñó Jonas Salk contra la polio.

Producción en masa de células HeLa

La Fundación Carver de la Universidad de Tuskegee fue uno de los primeros lugares seleccionados para producir en masa las células HeLa y distribuirlas a los laboratorios para realizar pruebas de vacunas contra la polio y otros proyectos de investigación.

Hoy en día, estas células increíbles se utilizan para estudiar los efectos de toxinas, medicamentos, hormonas y virus en el crecimiento de las células cancerosas sin necesidad de experimentar en humanos. También han sido utilizadas para probar los efectos de la radiación y los venenos en el organismo, para estudiar el genoma humano y para aprender más sobre cómo funcionan los virus.

Células HeLa en la investigación del coronavirus

Las células HeLa han allanado el camino de la investigación sobre la COVID-19 porque fueron utilizadas para identificar la infectividad del virus SARS-CoV-2 en humanos. El uso de células HeLa en la investigación de COVID-19 ha proporcionado información sobre la mecánica molecular del SARS-CoV-2019 y los componentes necesarios para la infección lo cual es esencial para desarrollar vacunas y tratamientos futuros.

Las células HeLa es el linaje celular más antiguo y es el utilizado con mayor frecuencia como cultivo celular para fines de investigación científica. El 29 de octubre de 2020, la Fundación Henrietta Lacks anunció que el Instituto Médico Howard Hughes de Maryland había donado una importante aportación crematística para reparar económicamente y por primera vez, el uso experimental continuo de las células HeLa. Es posible que Henrietta Lacks fuera una mujer corriente con pretensiones mundanas y anhelos ordinarios, pero su legado ha alcanzado la inmortalidad.