Alfonso Guerra dice que la muerte alzó a Antonio Machado "como gran paradigma moral"

EFE 24/02/2009 14:15

Setenta años después, Guerra evocó las circunstancias de la muerte del poeta "un miércoles de ceniza, en un modesto hotel, en el que un biombo le separaba del lecho de su madre, que le seguiría dos días después".

Su "sacrificio, pasión y muerte" en un exilio impuesto al derrumbarse la República y sus defensores convirtieron a Antonio Machado en un "santo laico", según Guerra.

El monográfico de Ínsula sobre la visita a la tumba de Machado en Colliure de Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Caballero Bonald, Barral, Gil de Biedma, Costafreda, Valente, Castellet y Ángel González, cuya foto pasó a la posteridad como la foto de una generación poética, es, según Guerra, más que un mero recordatorio, pues revisa "la evolución de la apreciación de Machado en poetas y críticos desde su muerte".

Desde aquel 22 de febrero hasta hoy, la obra del poeta ha pasado "de la exaltación al menosprecio" y ha sufrido intentos de "interpretación parcial" como el que protagonizó la revista "Escorial" en 1940 cuando "pretendió succionarlo para el régimen como poeta intimista", recordó Guerra, quien no olvidó que al mismo tiempo se le abría un expediente de depuración."

Con ese expediente se le separaba definitivamente como catedrático del Instituto Cervantes de Madrid, "depurándolo para que no contaminara a la juventud del momento".

Ante un centenar de invitados y de la coordinadora del monográfico, Araceli Iravedra, quien destacó de Guerra su faceta de filólogo y bibliófilo, el ex vicepresidente del Gobierno recordó que el grupo de poetas de 1959 "proclamó su magisterio (de Machado) tanto en el ámbito estético como en el moral".

Esta idea sirvió para que Guerra incidiera en que, en el caso del poeta sevillano, "la preocupación poética y la preocupación por la libertad no eran separables" y rechazó el reproche que alguien le hizo al autor de "Campos de Castilla": "Qué locura querer ser poeta y ciudadano".

Por eso, Guerra reivindicó al "Machado total, frente a los 'sólo-poéticos' o 'sólo-sociales'", si bien matizó que "muchos rebajaron el aprecio poético, no así el moral", aunque, añadió, "ahora se vuelve a valorar el carácter genial del poeta."

También recordó que Celaya lo definió como "el más grande de los poetas españoles del siglo", a la vez que recordó la anécdota que le contó un exiliado, quien nada más haber abandonado el campo de concentración francés y embarcar rumbo a América se enfrascó con otros compatriotas en una discusión para dilucidar quién era más grande, si Antonio o Juan Ramón.

También denunció Guerra las "lecturas parciales, interesadas a veces, cándidas otras" que se han hecho de la obra del poeta, de quien dijo que su "grandeza mayor", la que permanece vedada para la mayor parte de los poetas, fue "crear tanto y tan bien una realidad poética que se entrega abierta para que el propio lector poetice".

Advirtió igualmente que la sencillez machadina es "esquiva" y que, sobre su "enorme pureza y transparencia" hay que caminar con cuidado, porque, ya advirtió Mairena, su heterónimo, sobre "la doble luz del verso, para leerlo al frente y al sesgo".

La de Machado, según Guerra, es pues "una visión del mundo llena de contrastes, en la que lo que consideramos real se pone del revés para encontrar verdades que han sido deformadas por los prejuicios", y esa es, advirtió, "la pluralidad que algunos no ven".