La épica nerviosa de Foo Fighters desata la tormenta eléctrica perfecta en el Mad Cool Festival

EUROPA PRESS 07/07/2017 12:49

El cielo no es que amenazara, es que literalmente se desplomó varias veces sobre Madrid en las horas previas al inicio de la segunda edición del Mad Cool Festival. Eran fundados los temores ante una inminente tormenta eléctrica que fulminara a las 45.000 personas religiosamente congregadas en La Caja Mágica, aunque para el gentío eso era lo de menos, pues el mayor motivo de alarma era una hipotética cancelación que nadie deseaba.

Exactamente seis años después del último concierto de la banda estadounidense en Madrid (y España), un ya lejano 6 de julio de 2011, había que tirar para adelante y cruzar los dedos. Y todo salió bien aunque a eso de las cinco de la tarde no se veía ni la famosa noria del festival, tapada por las nubes y un cielo gris oscuro casi negro que invitaba a cualquier cosa menos a subirse a dar unos giros. Porque además, jarreaba a chorros y no tenía pinta de que la situación fuera a mejorar.

Sin embargo, para cuando Foo Fighters tomaron el escenario a las 22:15 horas, el cielo se mantenía milagrosamente despejado. Ya nadie quería mirar hacia arriba, ahora era momento de centrarse en el escenario. Y se apagan las luces, aparecen los tipos y aquello se parte en dos con 'Everlong', 'Monkey Wrench', 'Learn to fly', 'Something for nothing' y 'The pretender'. Con semejante quinteto avasallador se plantan Foo Fighters sobre las tablas con un sonido limpio, nítido y corpulento. Épica nerviosa y contundente para desatar, ahora sí, la tormenta perfecta.

Así es como se escuchó y se sintió delante de la mesa central de sonido, si bien en la parte trasera de la gran explanada el sonido no tuvo semejante potencia, según no pocos asistentes expresaron en las redes sociales. Otro contratiempo fue que las enormes pantallas a ambos lados del escenario no funcionaran ni pudieran emitir ni una sola imagen agigantada de los músicos, algo seguramente de lo que culpar a los chaparrones de las horas previas. La lucha de la música era indudablemente contra los elementos, pero con una correcta ubicación el recital fue sobresaliente.

La banda va sobrada a estas alturas, con indudable solvencia y contagiosa sonrisa. El quinteto va seguro de sí mismo por repertorio y porque delante tienen al colega Dave Grohl, que no para de arengar, de chillar y de transmitir buen rollo, por ejemplo amenazando con tocar mil horas porque tienen un montón de canciones y de discos. "¿Queréis gritar? ¡Yo quiero gritar!" Y claro, se pone a gritar. Y el público se pone a gritar. Y todo el mundo grita.

Canta todo el gentío 'Big me', luego 'Congregation', luego la épica se desparrama con 'Walk' antes de 'Cold day in the sun' (cantada por Taylor Hawkins). Y el frenesí de 'All my life' es de locos, antes de la grandilocuencia de 'Times like these y 'These days'. Acto seguido atrona 'My hero' con unas guitarras rocosas y una base rítmica que no es que marque el ritmo, es que cava zanjas desde Orcasitas hasta Pinto. Y que sigue cavando mientras los rayos no cesan de caer sobre Entrevías ante la indiferencia generalizada. La amenaza sigue bien cerquita pero ahora es deliberadamente ignorada.

Dave Grohl no para de menear la melena, de corretear de un lado al otro, de alzar el brazo, de berrear como un maldito poseso. Relata en un momento que por la tarde estaban en el hotel mientras el cielo hacía todo tipo de ruidos tormentosos (que por supuesto reproduce con onomatopeyas) y no sabían muy bien qué iba a pasar con el show de la noche. "Está bien, vayamos al show, veamos qué pasa", sigue narrando. "Y al final mirad, ¡hace una noche preciosa!", remacha convertido en Zeus, dios griego del cielo y el trueno. O en Jupiter, dios romano del cielo. O en Seth, dios egipcio de las tormentas de arena. Convertido casi en ser mitológico, vaya.

Queda, queda tiempo todavía "motherfuckers" (palabra repetida desde el escenario en incontables ocasiones) para 'Skin and bones', la tremebunda 'White limo', la ampulosa 'Arlandria', la furiosa 'Rope' y la épica clásica de 'Wheels' con Dave Grohl cantando en solitario con su guitarra. Y entonces llega el turno de 'Run', la única canción nueva del próximo disco del grupo, que llegará en septiembre, y que con su riff eminentemente metalero provoca la enésima algarabía y ooootro 'headbanging' más.

Casi dos horas y media pero todavía hay más. "¿Una más? ¿Dos más?" Vuelve a preguntar socarrón Grohl, quien también quiere saber si la peña está cansada o quiere irse a casa. Habrá quien prefiera esta segunda opción, pero a ver quien es el guapo que se atreve a llevar la contraria a Foo Fighters a estas alturas de la película, sobre todo cuando lo que queda es 'This is a call' y el estallido final con 'The best of you' y la luna vigilando desde las alturas en plan 'por esta vez os habéis librado pero solo porque han venido estos'.

Rock y solo rock durante dos horas y media, sin artificios, sin poses. Una canción detrás de otra, buen rollo, volumen al once y Dave Grohl convertido, como suele, en efectivo maestro de ceremonias. En la definición misma de carisma. Así que en lo tocante a Foo Fighters, otro recital expansivo, con Grohl asegurando que cinco años (seis en realidad) son demasiados y que prometen tardar menos la próxima vez. Pero eso ya lo dijo en 2011 en el Palacio de los Deportes, así que será más bien una verdad a medias o una mentirijilla entre colegas. A cruzar los dedos otra vez.

KURT VILE Y FOALS

Kurt Vile & The Violators tomaron el testigo de Foo Fighters ante un público que fue creciendo en número a medida que avanzaba el concierto. En un baile de guitarras y banjo, Kurt fue desgranando los temas de 'b'lieve i'm goin down...' (2015), su sexto álbum, como ya hizo en 2015 en la sala Penélope de Madrid, así como de trabajos anteriores, como fue el caso de 'Wakin on a Pretty Day', canción que da título a su anterior trabajo.

El ritmo y la fuerza de su directo aumentó y alcanzó su cima con la canción 'Pretty pimpin', su tema más popular y arma infalible para conseguir conmover a los curiosos que apostaron por su rock de paisajes rurales y desérticos en uno de los primeros conciertos que se celebró pasada la media noche.

Vile, el que fuera miembro de The War on Drugs, demostró una vez más que existen puentes entre el folk más íntimo y clásico y las melodías indies actuales, una conexión que hizo posible a través del sonido cristalino y puro de 'KV Crimes' o 'Jesus fever'.

Unas horas antes, la banda de británica Foals apareció alrededor de las 20.30 horas acompañada del sol, el invitado más esperado de la primera jornada del festival. El grupo, fundado en 2008, arrancó su directo con el minimalismo electrónico, sobrio y contundente que les caracteriza, acompañado por un efectista juego de luces, que derivó en sonidos más contundentes y analógicos a medida que avanzó el concierto. El directo arrancó con 'Mountain at my gates' y no faltaron 'Night swimmers', 'Spanish sahara' o 'Electric boom', entre otras.

Pero antes, también, Quique González en otro escenario grabando un CD+DVD en directo ante una concurrencia aceptablemente numerosa que lo gozó con su clasicismo rockero. Repaso a su repertorio con 'Sangre en el marcador', 'Kamikazes enamorados', 'Tenía que decírtelo', '¿Dónde está el dinero', la gran 'Charo', 'Su día libre', 'En la ciudad del viento', 'Salitre', 'De haberlo sabido', 'Avería y redención', 'La casa de mis padres'... un sonido notable aunque con algunos problemas de cortes fugaces por culpa de cables mojados para una actuación que lució como de costumbre con el oficio y el buen hacer de Quique y su banda Los Detectives.

La segunda jornada del festival se celebra este viernes día 7 con los californianos Green Day como protagonistas, acompañados en el cartel de otros grupos como Alt-J, Rancid, Ryan Adams, Spoon, Slowdive o Kiasmos.