Los insultos racistas a Vinícius, que han provocado que el Real Madrid denuncie ante la Fiscalía General del Estado, han sobrepasado esta vez nuestra fronteras pero, por desgracia, esto es algo que se repite en nuestra Liga. No es la primera vez que se producen cánticos, mofas y otras barbaridades de carácter racista contra jugadores negros y sin importar el color de sus camisetas. Una lacra intolerable que nos acompaña desde hace décadas, con casos tan graves o más que el de ayer pero que no tuvieron tanta repercusión. Aunque en el caso de Vinícius los insultos son reincidentes.
Allá por los años 90 a Wilfred, portero del Rayo, lo mandaban a recoger algodón. Frasecita desafortunada, que se une a un repertorio de gestos y gritos racistas. Barbaridades, ya manidas, que se ven y se escuchan en un estadio. Pero fue Samuel Etoo, jugador del Barça en 2006, ante el Zaragoza, el primero en gritar: "Yo no juego más". Nunca antes habíamos visto algo igual contra el racismo en el fútbol español. Lo dejó claro. "Hay que tomárselo en serio"
Inolvidable también el gesto en 2014 de Dani Alves, zampándose el plátano que le lanzó un aficionado del Villarreal. Iñaki Williams ha intentado hacer oídos sordos, pero harto de soportar insultos, denunció en el 2020 a un aficionado del Espanyol. Incluso hay chavales en categorías inferiores que tienen que agachar la cabeza ante tanta violencia. Pero no solo se escuchan lindezas racistas. Hay gritos contra mujeres. Ultras, como los del Betis, expertos en alardear de machismo. O vejaciones y humillaciones que van perdiendo su gracia. Mejor un ambiente donde solo se escuche el fútbol.