Historia de la Eurocopa (I): La Eurocopa, el sueño del francés Henri Delaunay

EUROPA PRESS 04/06/2012 10:31

La organización del Mundial, primero, y la II Guerra Mundial, más tarde, aplazaron el proyecto de Henri Delaunay, un francés comprometido junto a Jules Rimet con la organización del fútbol internacional en la primera mitad del siglo pasado y promotor de la Copa que inicialmente llevó su nombre y más tarde se conoció popularmente como Eurocopa.

Nunca pensó aquel ex jugador, árbitro y directivo que la Eurocopa que estaba gestando en los cincuenta tuviera hoy tal trascendencia. Yashin, la 'araña negra', Di Stéfano, Zoff, Beckenbauer, Panenka, Platini, Van Basten, Zidane, Xavi, Villa o Torres, entre otros, han dado lustre al torneo más prestigioso de Europa que han dominado Alemania, con tres trofeos, y Francia y España, con dos, en las últimas cuatro décadas.

Gregg, Quincoces II, Jonquet, Novak; Liedholm, Szymaniak; Rahn, Kopa, Di Stéfano, Suárez y Gento. La emisora Europa 1 y L'Equipe habían impulsado un concurso para elegir los mejores futbolistas de Europa de una lista de 55 jugadores -nueve españoles, Santisteban y Puskas (Real Madrid), Tejada y Kubala (Barcelona) y Collar (Atlético de Madrid), además de los ya citados- con el fin de promocionar la primera Eurocopa en Francia.

Era la temporada 1958-59. Se había cumplido el sueño que no vio en vida su arquitecto, Henri Delaunay, pero cuya obra culminó su hijo Pierre. La República Checa e Irlanda tuvieron que disputar una eliminatoria previa porque tan sólo 17 países se habían alistado en la competición de nuevo cuño: la Copa de Europa de Naciones, bautizada inicialmente como Copa Henri Delaunay.

El Viejo Continente disponía ya de una vara de medir la envergadura de unas selecciones que, sólo cada cuatro años, afrontaban el examen de la Copa del Mundo. Y que podían escudarse en una supuesta imbatibilidad en amistosos ante rivales de menor entidad. En 1960, Francia, cuna del proyecto de Delaunay, albergó la primera edición. De esta forma, Europa alternaría cada dos años el Mundial y la Copa de Europa de selecciones, llamada poco después Eurocopa.

LA ARAÑA NEGRA Y MARCELINO.

Después del boicot al torneo de las selecciones de las Islas Británicas, la República Federal de Alemania, Italia, Holanda y Bélgica, la URSS, liderada desde la portería por Lev Yashin, apodado la araña negra ("Era un portero que abría los brazos y dejabas de ver la portería", dijo el delantero del Real Madrid Paco Gento), conquistó la primera Eurocopa de Francia en 1960 al derrotar (2-1) en la final a Yugoslavia.

En el camino hacia la copa se había dejado a Hungría, España y Checoslovaquia. Ni siquiera pudo Yashin comprobar el arsenal de una delantera española integrada por Tejada, Kubala, Di Stéfano, Súarez y Gento. El caudillo Francisco Franco retiró, influido por los ministros Carrero Blanco y Alonso Vega, a España de la competición. No se consideraba oportuna la visita de la URSS.

En cambio, cuatro años más allá en el calendario, en 1964, el régimen no puso ningún reparo en que la selección española disputara frente a la URSS la final de la Eurocopa en un Chamartín rebosante. Fue la del gol de Marcelino, el más célebre -junto al de Zarra en el Mundial''50- del balompié español y el que le había dado el título más grande de su historia antes de los de Fernando Torres en 2008 y el de Iniesta, en la final del Mundial de 2010.

La alineación española estuvo compuesta por Iribar; Rivilla, Olivilla, Calleja; Zoco, Fusté; Amancio, Pereda (autor del gol más rápido, en el minuto 5, de una final), Marcelino, Suárez y Lapetra. La prima para Marcelino y el resto fueron 75.000 pesetas por ganar y 50.000 por alcanzar la final. Otro billete de cinco mil acompañaba las medallas de plata y oro al Mérito Deportivo que se le concedieron.

El mítico meta Dino Zoff y la simbiosis de talento y destrucción bastó, con una dosis de fortuna, a la anfitriona Italia para conquistar la edición de 1968 en Roma. En el campeonato en el que debutó como futbolista Iñaki Saez, el grupo de Valcareggi derrotó (2-0) en la final a Yugoslavia, después de un empate inicial (1-1) y la repetición del encuentro dos días más tarde.

Los balcánicos apearon de la pugna por el título a la Inglaterra de Bobby Charlton. A Italia le favoreció aún más la suerte, ya que llegó tras empatar con la URSS en las semifinales y sortearse la plaza de finalista. Hasta tal extremo alcanzaba antes la fama de 'Gigi' Riva, uno de los dos goleadores en la final, en Cerdeña, que los hinchas del Cagliari organizaron una enorme colecta para evitar su marcha a los clubes más poderosos del norte.

Alemania, por aquel entonces la República Federal, colocó la primera piedra de su dominio en Bélgica'72. De su cantera emanó una generación de futbolistas (Netzer, Beckenbauer, Breitner y 'Torpedo' Mueller) que monopolizó los éxitos a nivel de clubes con el Bayern de Múnich y de selección en los setenta.

La cita tuvo una anécdota. Los alemanes tuvieron que esperar en las horas previas a la semifinal con Bélgica (2-1) para volar. La OTAN llevaba a cabo maniobras aéreas cerca del aeropuerto de Francfort. En la final, un par de goles de Mueller y otro de Wimmer (3-0) inauguraron su palmarés en la Eurocopa. El meta Rudakov y la URSS no pudieron frenar la irresistible ascensión alemana.

EL PENALTI DE PANENKA Y LA CABELLERA DE SCHUSTER.

En Yugoslavia'76, Alemania se mostró firme en su convicción de defender la copa ganada cuatro años atrás. Alimentada por el triunfo añadido en la Copa del Mundo de 1974, el combinado alemán empezó a remontar el camino hacia el bicampeonato ante España en los cuartos de final y Yugoslavia, en las semifinales.

En cambio, no reparó en la ocurrencia de Panenka en la tanda de penaltis de la final contra Checoslovaquia (2-2). El jugador checo, inaugurador de una escuela de lanzamiento de penas máximas, llegó casi al mismo tiempo que el balón bombeado por el centro de la portería. Una osadía para los tiempos que corrían, lo mismo que Checoslovaquia campeona.

Europa se enamoró en Italia'80 de Bernd Schuster. Era ya el fútbol en color, los desplazamientos a 40 metros y el liderazgo de aquella melena rubia que dividió a la España futbolística al fichar por su paso por Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid.

Poco le importó su descarada juventud o compartir vestuario con dos grandes mitos Uli Stielike o Kart Heinz Rummenigge. Se echó el equipo al costado y lo manejó a su antojo. Eso y la puntería de Klaus Allofs sobraron para que Alemania sumara su segunda copa. Ganó 2-1, con un gol de Hrubesch en el minuto 89, a la emergente Bélgica de Pfaff, Gerets, Vandereycken, Van der Elst y Ceulemans en la final.