El eurodiputado de ICV, Raül Romeva, no repetirá en 2014 al frente de la lista de los ecosocialistas y dejará el Parlamento Europeo, cerrando así un carrera de 10 años entre Bruselas y Estrasburgo.
En una entrevista a Europa Press, ha argumentado que su adiós responde a que en política es imprescindible que todas las instituciones se renueven periódicamente para que los diputados no pierdan la "osadía" y se apoltronen.
Romeva asegura que su decisión no responde a una "estrategia" para hacer coincidir su final de ciclo en el Parlamento Europeo con que, en 2014, previsiblemente se celebren elecciones autonómicas en Cataluña.
Descarta a "nivel inmediato" seguir haciendo política a nivel institucional, aunque reconoce que, con tres años para que finalice su periplo europeo, aún es pronto para saber cuál será su próximo proyecto.
"Yo hacía política antes de ser diputado, y seguiré haciendo política cuando deje de serlo. Yo entiendo que hacer política no es sólo ser diputado y en este sentido seguiré haciéndola", reflexiona.
Tras siete años en la Cámara europea, el eurodiputado ecosocialista señala que una de las debilidades de la UE es la "complejidad, lentitud --en su funcionamiento-- y distancia" con la que los ciudadanos siguen percibiendo la unión de los 27 Estados.
Asimismo, lamenta que existe un "déficit democrático" que altera el funcionamiento normal de una cámara legislativa y es que el Consejo Europeo, donde son los Estado quien están representados y no los ciudadanos", tiene un gran peso en la elaboración de las leyes.
DERIVA INDEPENDENTISTA
Romeva se ha ratificado en que la mejor opción de futuro para Cataluña es la independencia, pese a que su partido defiende, mayoritariamente, tesis federalistas.
"Es una deriva personal de alguien que durante mucho tiempo defendió tesis federales. Es un conclusión a la que he llegado tras demostrarse que esta opción --la federal-- está encallada. No hay interlocutores en el resto del Estado con quien construir este espacio", asegura.
Para el eurodiputado, la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el Estatut es la "guinda" de un cúmulo de decepciones que, a su juicio, acumula en los últimos años las relaciones entre Cataluña y España.