Gays: asignatura pendiente

EVA LUNA 21/06/2011 00:00

El último sondeo efectuado por el CIS sobre este asunto arrojaba cifras esperanzadoras: más del 80% de los jóvenes acepta las relaciones entre varones del mismo sexo, un 8,4% opina que debería poder hablarse con naturalidad sobre diversidad sexual, etc... Sin embargo la realidad es otra, al menos en las carnes de quienes se declaran gays, lesbianas, bisexuales o transexuales. La realidad tiene cara de "maricón, bollera, burrajón o camionera". Son los insultos a los que se enfrentan estos jóvenes por el simple hecho de mostrarse tal y como son: diferentes a la mayoría. Diferentes porque la homosexualidad es una minoría en las aulas: aunque es difícil precisarlo -precisamente por los tabúes que todavía rodean todo lo que tenga que ver con la sexualidad- se cree que en torno a un 6% de los jóvenes en España no son heterosexuales, es decir unos 540.000. Si nos ceñimos a la secundaria hablaríamos de unos 180.000 adolescentes. Traducido, en cada centro de enseñanza podría haber varias docenas de jóvenes gays, lesbianas o bisexuales.

Salir del armario es un paso que pocos se atreven a dar, al menos en estas edades. Entre los 15 y los 19 años que los chavales buscan la aceptación del grupo, es difícil dar un paso adelante y mostrarse tal cual son. Amparo y Joselu, de 18 años, y Sandra, de 17, lo han hecho. Se han atrevido a decir en sus casas y en sus institutos: "Soy lesbiana", "soy gay" o "soy bisexual". Siempre es un proceso doloroso por la incertidumbre que conlleva pero siempre, dicen, compensa. Los tres se sienten aliviados aunque Sandra, menor de edad, aún no haya dado el paso definitivo hacia la visibilidad: "Lo saben mis padres, mi hermano y mis compañeros de instituto pero vivo en un pueblo pequeño y ahí no lo sabe nadie, sería mi perdición, hay mucha homofobia". Los tres saben lo que es sentirse discriminados y en ocasiones hasta humillados por su orientación sexual: "Joselu" relata angustiado cómo sufrió en segundo de la ESO: "Me tocó una clase fatal, pero fatal. Yo ya no tenía ni nombre, era "maricón". Incluso los maestros lo veían como algo normal. Llegaron hasta el punto de sacarme fuera, rodearme y mientras me insultaban me grababan con un móvil. En el instituto lo invisibilizaban".

Precisamente para apoyar a estos adolescentes trabaja a diario el COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid). El colectivo acude a los centros escolares que lo solicitan para dar charlas sobre diversidad sexual. Durante más de una hora se trabaja para desmentir mitos, informar a los jóvenes al tiempo que se les formar en valores como el respeto y la tolerancia. La clase, impartida por una educadora del COGAM, en este caso Nuria Jiménez, no puede ser más amena y participativa. Nuria se pone a la altura de los chavales y les habla con naturalidad, sin tapujos pero con respeto sobre la homosexualidad: "Yo soy lesbiana. Ni tortillera, ni camionera, ni machorra, ni marimacho, soy lesbiana", les espeta en mitad de la clase, "Estáis tan acostumbrados a la falta de respeto que no la identificáis como tal". Los alumnos participan haciendo preguntas o dando su opinión a la educadora. "Los centros escolares no son seguros para chavales gays, lesbianas, bisexuales o transexuales, sigue habiendo rechazo, insultos, violencia..." nos explica Nuria. Por eso el COGAM acude directamente a las aulas. Allí les explican desde la diferencia entre orientación sexual, identidad sexual, el género o el sexo hasta la diferencia entre transformista, travesti, transexual o "travelo". "La LOE reconoce que la diversidad afectivo sexual hay que trabajarla en las clases y no se hace por desconocimiento, falta de interés, tiempo... pero medios hay" reivindica Nuria.

Tanto Joselu como Amparo o Sandra creen que la única manera de que la mentalidad española avance hasta ser plenamente respetuosa con la diversidad sexual pasa por la educación: "Desde la infancia habría que explicarlo todo", asegura Sandra, "Porque luego nos lo quieren explicar y ya no hay manera...". Los tres tenían dudas, los tres sufrieron en el momento de decírselo a los padres y los tres lo hicieron en silencio... hasta que llegó el día. Una vez que decidieron pronunciar las palabras mágicas: "Soy gay", sintieron que se quitaban un peso de encima: "Empezaba una nueva vida siendo realmente yo" asegura Amparo con la sonrisa iluminada en su rostro. "Poder llegar a una clase diciendo soy homosexual y que la gente lo vea como me he comprado unos zapatos y que las profesoras te apoyen, y que te pregunten qué tal con tu novio, simplemente el estar integrado, ser alguien, no algo de lo que reírse... Esa tontería para mí ha sido lo más grande", añade Joselu.

Pero no todos se atreven a dar ese paso. De hecho más de la mitad de los suicidios en adolescentes varones se atribuye a la discriminación por su orientación sexual. Para evitarlo trabajan muchos colectivos como el COGAM, FELGTB., o DIVERSA-MENT, una asociación valenciana cuyo coordinador general, Rafa Serrano, está entregado en cuerpo y alma a esta lucha. Precisamente a este grupo pertenecen nuestros protagonistas Amparo, Joselu y Sandra. Además existen en internet innumerables páginas webs como la de Fernando, un adolescente gay que con sólo 17 años tuvo la iniciativa de crear un blog de apoyo a LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales). Hay muchas formas de vencer el miedo. Y hacerlo, salir del armario es, según los jóvenes que lo han hecho, el único camino posible hacia la felicidad.

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