El aumento de casos de coronavirus importados dispara la xenofobia en China

  • Una ola racista se extiende en China por el aumento los contagios en Europa y EEUU

  • El 90% de las personas infectadas que han llegado al país son ciudadanos chinos

"Ayer fui a comer a un restaurante con unos amigos. En la terraza de fuera había muchos extranjeros, así que nos sentamos dentro para no contagiarnos el coronavirus", cuenta Zhou, un chino de mediana edad que vive en Pekín. "Mis amigos tenían miedo, aunque yo no comparto esa actitud", cuenta.

Comenzó a ocurrir en Occidente en enero y febrero con ataques a asiáticos y ahora la ola racista ha llegado a China, empujada por el aumento de contagios de COVID-19 en Europa y Estados Unidos. En las últimas semanas no resulta difícil encontrar entre la población extranjera que vive en China casos de discriminación.

"El martes fui a un restaurante al que llevo yendo nueve años y, al entrar, el encargado me indicó la salida y me dijo que me podía ir a comer comida occidental a un local cercano", cuenta Cenk, un treintañero turco que vive en Pekín."Había oído que a algunos amigos míos no los habían dejado entrar en peluquerías o supermercados, sabía que esta ola venía, pero aun así me sentí muy enfadado, como un extraño, una amenaza, un virus", asegura.

La amenaza viene de fuera

El Gobierno chino repite constantemente que, ahora que la epidemia parece controlada en el país, el problema son los casos importados.

"La población se asusta porque se está vendiendo en los medios el miedo a una segunda oleada provocada por personas que vienen del extranjero, sin especificar que son chinos que estaban fuera", lamenta Mariana, una española que lleva cinco años viviendo en China. De hecho, el 90 % de las más de 1.500 personas infectadas que han llegado al país de fuera son ciudadanos chinos que huían de otros países más afectados.

"A mí el otro día, al entrar en un bar, el dueño me preguntó cuánto tiempo llevaba en China. Al decirle que no podía estar contagiada porque no había ido a España desde hace meses, me explicó que estaba asustado", afirma Mariana, que cuenta cómo un amigo suyo tuvo que recorrerse varios hoteles de la capital hace unos días porque no lo aceptaban en ninguno.

Aunque esto no es cosa solo de extranjeros. Yuan, una chica china que decidió volver a Shenzhen desde EEUU, donde estudiaba, por el empeoramiento de la epidemia allí, confiesa que volvía con miedo. "Estaba un poco preocupada porque en las redes sociales chinas ha habido mucha agresividad contra los expatriados que retornamos", cuenta.

La entrada de ciudadanos foráneos en China ha quedado prohibida en prácticamente todos los casos desde finales de marzo, se han reducido los vuelos internacionales y todo aquel que llega tiene que pasar 14 días en un centro de aislamiento. Por ello, muchos chinos ven un sinsentido el temor de sus compatriotas a que un extranjero les contagie el coronavirus.

"Todos los extranjeros que entran en China son puestos en cuarentena. No me preocupa en absoluto, ni a mí ni a mis amigos", afirma Hu, una joven universitaria china.

En un intento de mejorar su imagen interna y espoleado por las provocaciones del presidente estadounidense, Donald Trump, el Gobierno chino coquetea, además, en las últimas semanas con la idea de que el coronavirus no surgió en Wuhan, sino que llegó de fuera.

Puede que el ejército de EEUU haya traído el virus a China. (…) ¡EEUU nos debe una explicación!”, escribía en Twitter en marzo el nuevo portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Zhao Lijian.

A partir de entonces, la postura del Gobierno es que el lugar de origen del virus es todavía desconocido. Una idea que ha calado entre muchos chinos, que ven, además, en su Gobierno un ejemplo de gestión frente a la imagen de caos e irresponsabilidad que les llega de Occidente.

"Si el Gobierno y los mecanismos de propaganda siguen con este discurso de tratar de culpar a terceros países, el reflejo entre la población será aún peor", prevé Cenk.

"Nos quitan las mujeres y no llevan mascarilla"

China cuenta con una población extranjera ínfima en comparación con su población. Las últimas cifras oficiales hablan de un millón de foráneos (por 1400 millones de chinos), en su mayoría personas de países desarrollados que trabajan temporalmente en el país. China tiene una política de extranjería dura que hace que sea muy difícil asentarse y prácticamente imposible integrarse y quedarse a largo plazo.

Varias polémicas han corrido como la pólvora por las redes sociales sobre extranjeros que se comportan de manera incívica en China: un estadounidense que se salta una cola para hacerse el test del coronavirus e insulta a los que esperaban, un nigeriano que ataca a una enfermera, unos estudiantes de intercambio de picnic sin mascarillas en un parque, una australiana que sale a correr durante la cuarentena… Todo aderezado con vídeos y fotos, que han provocado una avalancha de comentarios xenófobos en Weibo, el Twitter chino.

"Los extranjeros incumplen las leyes chinas y no se adaptan a nuestras costumbres. Por eso somos racistas", comenta Meng, que estos días publica en sus redes sociales todo tipo de casos de foráneos con comportamientos reprobables. "Nos quitan a las chicas chinas, critican a nuestro país en internet y no usan mascarillas", asegura, y posteriormente enumera argumentos dudosos similares a los de la extrema derecha en Europa, relacionando inmigración ilegal, algo poco común en China, con delincuencia.

La ola cristalizó la semana pasada en la publicación de unas viñetas, virales en las redes, que representaban a patriotas chinos tirando a personas de otras razas, calificadas de “basura extranjera”, en diferentes cubos de reciclaje.

El conflicto diplomático con África

Las situaciones discriminatorias hacia los negros en China no son nuevas. Es habitual encontrar anuncios de trabajo para extranjeros que especifican sin tapujos que solo buscan blancos. En 2016 fue popular un anuncio de detergente de la marca Qiaobi en el que una mujer china metía a un hombre negro en la lavadora y, tras usar el producto, salía convertido en chino, “limpio”.

Pero la situación se ha puesto últimamente más seria en Guangzhou, la capital de la provincia sureña de Cantón. Esta rica ciudad, de 15 millones de habitantes, alberga la mayor población africana de Asia, de unos cuantos miles de personas, en su mayoría comerciantes.

En las últimas semanas, cientos de personas africanas y afroamericanas han denunciado situaciones discriminatorias en la ciudad, según muchos, provocadas por órdenes directas de las autoridades locales.

Los afectados denuncian redadas y vigilancia específica para personas de raza negra y muchos han sido expulsados de sus viviendas después de que cinco nigerianos fueran acusados de comer en un restaurante local a pesar de ser portadores del virus.

La situación ha provocado un poco habitual conflicto diplomático entre China y varios países africanos, poco propensos a enfadarse con el todopoderoso Gobierno chino, que financia grandes proyectos de infraestructura en el continente.

Incluso McDonald’s ha tenido que pedir perdón después de que uno de sus restaurantes entregara folletos en inglés en la puerta en los que se explicaba que prohibía la entrada a personas negras por motivos sanitarios.

El Gobierno chino ha asegurado esta semana que trata a todos por igual y que los africanos “pueden contar con recibir un trato justo y amistoso en China”.

"Humillación" y nacionalismo

El Gobierno chino combina, especialmente desde el ascenso al poder del actual dirigente, Xi Jinping, un discurso de hermanamiento entre los pueblos del mundo con otro de exaltación nacionalista de la milenaria civilización china. Los medios chinos a menudo acusan a televisiones y periódicos extranjeros de mentir para perjudicar el desarrollo de China como gran potencia.

La sospecha hacia el extranjero promovida desde el Gobierno se hizo patente hace unos años con la publicación de un cómic didáctico que se colgó en forma de póster en lugares frecuentados por extranjeros con el que las autoridades advertían a los chinos de que no se dejaran engañar por occidentales que los invitaran a salir porque podían ser espías en busca de información.

“En China hay xenofobia porque culturalmente es una civilización bastante cerrada. Ha pasado poco tiempo desde que empezó a ver que no era el centro del mundo y comenzó a abrirse a un marco más internacional”, opina Fan, periodista chino. “El nacionalismo se nos ha ido de las manos. Aun así, creo que China es bastante amigable”, afirma.

El colonialismo dejó la percepción latente de que los extranjeros, en especial los occidentales, se aprovechan de China. "Se ha promulgado ampliamente el mito de la humillación nacional”, afirma Michael Szonyi, profesor de historia de China en la Universidad de Harvard.

Szonyi se refiere al periodo de la historia china conocido como “Los cien años de humillación” (1839-1949), cuando el país fue invadido por potencias extranjeras como Reino Unido, Francia o Japón hasta la llegada al poder de Mao Zedong. “Ese mito juega un papel importante en el patriotismo chino de hoy”, comenta.

"La mayoría de los chinos tiene una actitud compleja hacia Occidente. Admiran y buscan emular muchos aspectos de la vida en el extranjero, pero son críticos con otros", opina el profesor.

Pero Mariana subraya que se siente totalmente segura en China. “Aquí siempre eres un extraño pero, en general, los chinos te halagan y hacen que los extranjeros nos sintamos cómodos”, afirma.

"Muchos se sintieron heridos al ver que sus compatriotas sufrían racismo en Europa cuando estalló el brote en Wuhan”, recuerda Cenk, que cree que el racismo florece en todas las sociedades ante una sensación de peligro. “Solo espero que no piensen que es la hora de la venganza”, concluye.