Los dilemas de Marruecos ante la guerra en Ucrania

¿Por qué Marruecos se abstuvo de votar contra Rusia en la Asamblea General de Naciones Unidas el pasado miércoles? ¿Por qué el firme aliado magrebí de Estados Unidos y Francia evitó condenar a Moscú por la agresión ucraniana? La explicación de la neutralidad marroquí apunta al cálculo estratégico –Rusia ha llegado para quedarse en África y sigue siendo el principal socio militar de Argelia- y el malestar acumulado en Rabat hacia algunos de sus socios europeos por su posicionamiento respecto a la cuestión del Sáhara Occidental, piedra angular de todas las políticas del majzén marroquí.

Sin menoscabo aparente de sus buenas relaciones con Estados Unidos y Francia –sus principales socios tradicionales-, Marruecos viene desarrollando en la última década una diplomacia caracterizada por la superación de los viejos ejes y alianzas y la diversificación de alianzas, así como la falta de complejos. Ello explica las buenas relaciones del país magrebí al mismo tiempo con países como Israel –los dos Estados normalizaron sus relaciones a finales de 2020-, Rusia, China, Turquía o Qatar, a la vez que trata de preservar sus tradicionales buenas relaciones con la Unión Europea, de largo primer socio comercial e inversor en Marruecos.

La resolución en su favor del conflicto saharaui es la gran preocupación –por encima de cualquier otra- de las autoridades marroquíes. A pesar del buen momento de las relaciones entre Rabat y Moscú, las autoridades del país magrebí saben que Rusia ha sido aliada tradicional –desde tiempos soviéticos- de Argelia, su archienemigo.

Desde Rabat se juzga arriesgada una condena a Rusia, pues ello podría hacer mucho más decidido el apoyo militar de Moscú a Argelia en el conflicto diplomático y bélico por el control del territorio que fuera colonia española hasta 1975. La Federación Rusa sigue siendo el primer socio militar del régimen argelino (no en vano, según el Stockholm International Peace Research Institute, las importaciones argelinas de armas rusas se incrementaron un 64% entre 2016 y 2020).

Las autoridades marroquíes son asimismo conscientes de que, más allá de su alianza con Argel, Rusia ha llegado al conjunto de África para quedarse. En los últimos años se multiplican las inversiones rusas –en ámbitos que van desde el militar hasta el energético- en el continente, al tiempo que los tentáculos de Moscú crecen de la mano de agentes no estatales como las milicias del Grupo Wagner, presente en países como Libia, Mali o Burkina-Faso.

Distancias con Europa

Por otra parte, no olvida Marruecos la actitud timorata de algunos de sus principales socios europeos, empezando por España, tras ella Alemania, a propósito de la cuestión saharaui. Desde que la Administración estadounidense diera el paso en noviembre de 2020 de reconocer la soberanía marroquí sobre el territorio del Sáhara Occidental –que la actual de Biden no ha revertido- Rabat aguarda de sus vecinos el respaldo a su propuesta de autonomía para la excolonia española.

No en vano, con motivo del último discurso pronunciado con motivo del aniversario de la Marcha Verde, el rey de Marruecos, Mohamed VI, avisaba de que sólo mantendría relaciones comerciales con aquellos países que reconocieran la marroquinidad del Sáhara y pedía a sus socios posiciones “atrevidas” y “claras”. El escaso apetito de Estados Unidos por Oriente Medio –con la salida atropellada de Afganistán y su papel en el conflicto de Yemen como ejemplos recientes- no pasan tampoco desapercibido en Rabat.

Por ello, en la votación del pasado miércoles Rabat quiso marcar distancias y reivindicar una posición autónoma. Una neutralidad que el pasado 26 de febrero el Ministerio marroquí de Exteriores puso de manifiesto al referirse al conflicto bélico como “escalada militar” y “situación entre la Federación de Rusia y Ucrania”, aunque defendiendo “el no recurso a la fuerza para la solución de controversias entre Estados” y manifestando su “firme apego al respeto de la integridad territorial, la soberanía y la unidad nacional de todos los Estados miembros de las Naciones Unidas”.

Para el investigador del Centro Marroquí de Ciencias Sociales Abdellah Rami en declaraciones recogidas por el diario local Libération, “Marruecos está en una situación particular. Pone en la balanza los pros y los contras en función de su conflicto con Argelia. No quiere poner todos los huevos en la cesta de Washington. De hecho, Rabat está teniendo en cuenta los equilibrios de fuerzas en la escena internacional y reconoce a las fuerzas emergentes como China y Rusia”.

“No debe dejar que las cosas se desequilibren del lado de Argelia dejándoles el campo libre. Dicho de otra forma, Marruecos no debe ofrecerle a Argel la ocasión de reforzar sus relaciones con Moscú incluso si estas no son demasiado sólidas”, zanja Rami. “Prudencia”, resumía el experto.

Distinto es el juicio de la politóloga colombiana Clara Riveros, presidenta del think tank CPLATAM y buena conocedora de la realidad política marroquí. “La posición de Marruecos puede ser no solo interpretada sino cuestionada e interrogada. El país defiende su integridad territorial con uñas, dientes y todo lo que haga falta, ya sean mecanismos legítimos (diplomacia) e ilegítimos (por ejemplo, generar una crisis migratoria en Ceuta como retaliación a Madrid). Entonces, ¿cómo no condenar la invasión rusa en Ucrania y optar por la comodidad de una presunta ‘neutralidad’ que sirve más a Putin que a la integridad territorial del Estado soberano de Ucrania, agredido y devastado por el invasor? ¿Continúa el revanchismo y el ajuste de cuentas con Europa?”, se pregunta Riveros.

“¿Qué pensarían y principalmente que sentirían diplomáticos, políticos y ciudadanos marroquíes si, en nombre de la ‘neutralidad’, el gobierno de Estados Unidos decidiera dar marcha atrás en el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara? No votar condenando la invasión rusa en Ucrania parece más un desacierto de la política exterior de Marruecos. Rusia posiblemente apreciará su posición y quizás Marruecos obtenga algún incentivo. ¿Valdrá la pena?”, vuelve a cuestionarse, en declaraciones a NIUS, la consultora.

Por su parte, para el consejero diplomático marroquí Samir Bennis, Marruecos debió haber votado la resolución contra Rusia en la Asamblea General de la ONU. “Apoyar una resolución impulsada por Estados Unidos va en la misma línea de la política exterior de Marruecos: la defensa de la integridad territorial de los países y la soberanía, la no interferencia en los asuntos domésticos y la abstención del uso de la fuerza entre Estados”.

Preocupación ante la subida de precios

Más allá de la cuestión saharaui -y a corto y medio plazo-, hay temor entre las autoridades marroquíes por las consecuencias sociales de la inevitable subida de precios que acarreará la crisis ucraniana en un escenario ya preocupante tras dos años de pandemia.

La sociedad marroquí tendrá que enfrentarse a un deterioro de su poder adquisitivo en una circunstancia ya difícil como la actual. Recordemos que en las primeras semanas del año, cuando nadie pensaba que las fuerzas armadas rusas invadirían territorio ucraniano, el descontento ya se dejó sentir en las calles de algunas de las ciudades marroquíes ante el encarecimiento de los costes de vida. Una de las consecuencias económicas directas para Marruecos –al igual que para el resto de países de la región- será la inevitable reducción de las importaciones de trigo procedente de Ucrania.

En el plano estrictamente energético, el perdedor en la ecuación es Marruecos, que ve incrementarse las dificultades para garantizarse el suministro de gas en el nuevo escenario que se abre con la guerra en Ucrania. Argelia que, como era previsible, no ha revertido la decisión de cerrar el gasoducto Magreb Europa, tendrá que aumentar las exportaciones a sus socios europeos. Una oportunidad para el régimen militar de incrementar sus ingresos a costa de su principal socio.

Aumento de la presión migratoria en Melilla

Entretanto el mundo mira alarmado a Ucrania, Marruecos reclama atención a sus vecinos europeos. Lo ha hecho en los últimos días incrementando la presión migratoria en las fronteras de la ciudad autónoma de Melilla, donde en apenas 48 horas, miércoles y jueves de la semana pasada, casi cinco millares de jóvenes subsaharianos se encaramaban en la valla fronteriza con la intención de acceder a suelo español. Entre los dos asaltos masivos casi 900 individuos alcanzaron territorio melillense.

La otra cara de la moneda se sitúa en estos momentos en las fronteras de Ceuta con Marruecos, donde hace casi diez meses se produjo una auténtica invasión humana gracias a la inhibición de las fuerzas de seguridad marroquíes y ahora reina la tranquilidad. Las mismas que han reforzado en los últimos meses la seguridad en la verja fronteriza instalando además para ello las concertinas que España no quiere para evitar los saltos hacia suelo ceutí. Esta semana se cumplen dos años desde que Marruecos decidiera cerrar las fronteras terrestres con España, incluidos los pasos con las dos ciudades autónomas y las conexiones marítimas.

Pero antes de Melilla había sido Canarias. La entrada de migrantes irregulares en territorio español a través del archipiélago llegados desde territorio marroquí se incrementó un 134,8% en los dos primeros meses de 2022 respecto al mismo período el año pasado. Según cifras del Informe Quincenal de Inmigración Irregular del Ministerio del Interior, un total de 5.496 inmigrantes llegaron a bordo de 115 pateras a la comunidad autónoma canaria, lo que contrasta con los 5.496 de 2021.

Además, el 75,1% de las personas que entraron en España de manera irregular en el citado período lo hicieron en patera por Canarias. En el conjunto nacional en enero y febrero aumentaron las llegadas de irregulares un 73,2% respecto al mismo período en 2021.

Con un escenario internacional volátil y un panorama social que se deteriora por semanas en el país magrebí –y en el vecino Sahel- se esperan meses de tensión en las fronteras españolas con Marruecos, con el que las autoridades españolas siguen sin haber conseguido normalizar las relaciones a pesar de las buenas palabras llegadas durante meses desde La Moncloa y Santa Cruz.