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Quito vive uno de los peores momentos de su historia reciente. Se encuentra prácticamente sitiada, con varias autopistas de acceso a la ciudad cerradas y un toque de queda que el presidente Lenín Moreno implantó desde las tres de la tarde del sábado y hasta nuevo aviso. El toque de queda significa que absolutamente nadie puede salir a la calle a partir de la hora prevista y que si lo hacen, los militares, desplegados por toda la ciudad, tienen la potestad de disparar sin complejos.
Lenín Moreno avisó de la nueva medida excepcional a través de su cuenta de Twitter 45 minutos antes de que entrara en vigor. Después, la repitió en un mensaje al país televisado en cadena nacional: “Vamos a restablecer el orden en todo Ecuador. Iniciamos con el toque de queda en Quito. He dispuesto al comando conjunto de las fuerzas armadas inmediatamente tomar las medidas y operaciones que sean necesarias. Restableceremos el orden en todo Ecuador”.
Muy pocos siguieron la orden en el centro histórico de la capital, epicentro de las protestas. A las tres de la tarde nadie miró el reloj y la tarde transcurrió como el resto del día: bajo las bombas lacrimógenas que la policía estuvo lanzando desde primera hora de la mañana contra los manifestantes, cuando pretendían iniciar una nueva movilización hacia la Asamblea. Nunca pudieron salir ni concentrarse en el punto de encuentro. Las Fuerzas de Seguridad comenzaron a dispersarles antes de empezar con gases y granadas disuasorias.
La violencia policial durante la jornada ha sido intensa y sin tregua. Las calles de Quito se convirtieron en el escenario de una auténtica batalla campal y su aspecto, al final del día, era el de un territorio en guerra.
Sin embargo, y a pesar de que ninguna de las partes parezca estar dispuesta a ceder en lo fundamental, al mediodía, la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), lanzaba un comunicado en el que aseguraba que estaba dispuesta al diálogo con el presidente Lenín Moreno:
“Luego de un proceso de consulta con las comunidades, organizaciones, pueblos, nacionalidades y organizaciones sociales, hemos decidido participar en el diálogo con Lenín (Moreno) sobre la derogatoria o revisión del decreto 883”, aseguraban en su cuenta de Twitter, donde emiten toda su información oficial.
Al mismo tiempo, el alcalde de Quito, Jorge Yunda, confirmó que el Gobierno ha decidido modificar los ajustes fiscales, el famoso “paquetazo económico”, impuesto por Moreno el pasado 1 de Octubre tras pactar con el FMI acuerdos por 4.209 millones de dólares. Este paquetazo, que incluiría una reforma laboral y la subida del precio de los combustibles, es el origen de las protestas actuales.
El movimiento indígena denuncia, además, que está habiendo un apagón informativo tanto a nivel nacional como internacional sobre lo que está pasando en Ecuador. De puertas para adentro, critican que medios como Ecuador TV, Teleamazonas o Telerama (estos dos últimos son propiedades de bancos que apoyan a Lenín) silencian lo que está pasando o distorsionan la realidad. Por ejemplo, durante la noche del sábado, la comunidad indígena hizo un cacerolazo por algunas calles del centro de la capital para protestar contra el toque de queda impuesto a primera hora de la tarde. Bien. Pues Teleamazonas aseguró en su informativo de la noche que se trataba de un cacerolazo “por la paz”, dando a entender que esos manifestantes apoyaban la medida, cuando era justamente lo contrario. También ha sido muy criticado que, durante las horas más fuertes de violencia contra los manifestantes y noticias de relevancia, estos canales de televisión estaban emitiendo dibujos animados como Bob Esponja.
Tras el escepticismo de una dura jornada, esta madrugada llegaba por fin una buena noticia. Parece que finalmente sí habrá diálogo entre las partes. Naciones Unidas confirma que el gobierno ecuatoriano y los líderes de los movimientos indígenas se sentarán a negociar, en lo que será la primera mesa de diálogo desde que estallase el conflicto. Las conversaciones arrancarán a las tres de la tarde de este domingo, hora de Quito. Lo que pase en las próximas horas será decisivo para un país acostumbrado a echar presidentes por mucho menos que por los decretazos de Moreno.