Gaddafi vs Haftar: viejos nombres para presidir la nueva Libia

  • El segundo hijo de Muammar Gaddafi y el mariscal Khalifa Haftar, líder de una de las dos facciones armadas que se batieron en la última guerra civil, se enfrentarán en las urnas el próximo 24 de diciembre. Serán las primeras elecciones presidenciales democráticas de la historia libia

  • Una parte de la sociedad libia, exasperada por la violencia y la división, evoca con nostalgia la dictadura de Gaddafi y ve en su vástago la única opción de recuperar cierta seguridad y prosperidad

  • Se celebran elecciones el próximo 24 de diciembre

Duelo de viejos nombres para presidir la nueva Libia. El mariscal Khalifa Haftar, jefe militar del Ejército Nacional Libio (ENL) durante el último conflicto civil, y Saif al-Islam Gaddafi, el segundo hijo del dictador, se medirán en las urnas el próximo 24 de diciembre. Son por el momento los únicos candidatos oficiales para las primeras elecciones presidenciales democráticas de la historia del país magrebí.

Pero, lejos de vislumbrarse una culminación pacífica al proceso de transición hacia una autoridad electa y civil, la contienda entre Haftar y Gaddafi augura más tensión y enfrentamiento para Libia. Y riesgo de escalada bélica.

El pasado mes de octubre se cumplían diez años del asesinato del coronel que gobernó el país magrebí con puño de hierro durante 42 años. Diez años desde el derrocamiento de la dictadura nacida del panarabismo y el socialismo de la Guerra Fría y víctima de una revuelta inspirada en las Primaveras Árabes (con la decisiva contribución militar de la OTAN). Desde entonces las divisiones sectarias, religiosas y étnicas y, sobre todo, la guerra han marcado la última década libia.

¿De nuevo Gaddafi en el poder?

Saif al-Islam Gaddafi, de 49 años, era el hijo predilecto del dictador del Libro Verde. El presidenciable libio, que se ha prodigado poco en los últimos años, se dejó ver en público este domingo luciendo un atuendo tradicional libio de color marrón, cabeza cubierta por una capucha, y barbas rizadas y canosas mientras estampaba su firma en la documentación de su candidatura. Leyó ante las cámaras versos del Corán. “Dios siempre prevalece en su propósito”, dijo. Una teatral puesta en escena estilo Gaddafi padre.

Poco después del asesinato de su padre, Saif al-Islam Gaddafi fue detenido por una milicia rebelde. Cautivo durante seis años, fue puesto en libertad en 2016 evitando la pena de muerte gracias a una ley de amnistía. Sobre él pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes de lesa humanidad. Formado en Europa –tiene un doctorado en la prestigiosa London School of Economics-, Saif al-Islam reivindica abiertamente el legado de su padre.

La pasada primavera, el vástago de Gaddafi lamentaba en una entrevista con The New York Times –en la que ya anticipaba su vieja-nueva estética- que “no hay dinero, no hay seguridad. No hay vida aquí”.

La candidatura del hijo segundo del coronel de Sirte divide profundamente a la opinión pública libia. Una parte de la sociedad, la que se opuso y alzó contra el régimen (1969-2011) rechaza sin ambages la posibilidad de volver a ver a un Gaddafi en Trípoli. No en vano, en las últimas horas se han producido concentraciones en las calles de ciudades libias en rechazo a su candidatura. Otra parte de la sociedad libia, la nostálgica con el régimen de Muammar Gaddafi, en el vástago del dictador la esperanza de la estabilidad y la seguridad ausentes desde 2011 en el vasto país norteafricano.

“Gaddafi no tiene ninguna posibilidad de unir a los libios”, aseguraba a la cadena Al Jazeera el experto del Atlantic Council Emadeddin Badi. El especialista en temas libios cree que el mensaje del hijo del dictador apela a una parte de la sociedad pero amenaza a otra y encierra un “revanchismo velado”.

La carrera de fondo del mariscal Haftar

El segundo hijo de Gaddafi tendrá enfrente al mariscal Haftar, líder militar del ENL de 78 años, que entre 2014 y 2020 se enfrentó en un conflicto civil –e internacional por interposición- con las fuerzas del Gobierno de Acuerdo Nacional de Fayez al Sarraj. El ENL de Haftar contó con el apoyo de Rusia, Emiratos Árabes Unidos, Francia y Egipto. Por su parte, el GAN disfrutó del respaldo turco y catarí, además del reconocimiento de Naciones Unidas.

Después de un fallido asedio de 14 meses sobre Trípoli que concluyó en junio de 2020, el mariscal renegado se avino a negociar con sus rivales hasta alcanzar un alto el fuego definitivo en octubre del año pasado. La comunidad internacional teme un pucherazo electoral de Haftar.

Estrecho colaborador de Gaddafi, su caída en desgracia se produjo en 1986, en uno de los conflictos entre Libia y el Chad. Trípoli fue derrotado por el vecino africano gracias al apoyo francés. Haftar fue capturado en 1987 y acusado de traición por haber abandonado al Ejército libio. Tras varios años en la cárcel, fue liberado y se exilió en Estados Unidos después de llegar a un acuerdo con la CIA. En plena revuelta contra Gaddafi, en 2011, regresaría a su país. Su objetivo fue siempre alcanzar el poder. Esta puede ser su última oportunidad. En una entrevista concedida en 2018 al semanario Jeune Afrique aseguraba que Libia no estaba aún preparada para la democracia. La pregunta obligatoria hoy es si el propio militar libio alberga algún apetito democrático.

Por otra parte, aunque por el momento no ha oficializado su candidatura, el actual primer ministro Abduljamid al-Dbeibah ha expresado ya su deseo de presentarse a las presidenciales a pesar de haber prometido que no lo haría cuando fue designado jefe del Gobierno de Unidad Nacional. Igualmente ha anticipado su voluntad de ser candidato a los comicios de diciembre el presidente del Parlamento o Cámara de Representantes y hombre con gran ascendente en el este del país Aguila Saleh.

El miedo a tener que volver a empezar

Las grandes potencias internacionales advierten de que habrá sanciones para quien obstruya la consolidación de las nuevas autoridades surgidas de las urnas en diciembre y enero. Las elecciones presidenciales del mes próximo llegan sin que Libia cuente con una Carta Magna y sin que las fuerzas armadas hayan unificado mandos. Algo que compromete el proceso de transición, incluida la aceptación de la candidatura ganadora por parte del resto.

No en vano, grupos armados del este del país, feudo de Khalifa Haftar, advierten de que podrían no aceptar al nuevo presidente y gobierno que surjan de las urnas en los próximos meses. Uno de los riesgos es que en las zonas donde operen grupos armados favorables a uno u otro candidato no se reúnan las condiciones adecuadas para la celebración de unas elecciones democráticas.

A juicio de Tarek Megeresi, experto en Libia del European Council on Foreign Relations, citado por la revista Foreign Policy, “la población libia está muy cansada con la clase política actual, y van a lanzarse a los brazos de la oportunidad real que tengan de deshacerse de aquella. Pero este proceso electoral carece de la más mínima noción de integridad. Es como ver a un coche estrellarse a cámara lenta”.

Las autoridades libias y la comunidad internacional confían en que la doble cita electoral culmine un proceso iniciado a raíz del alto el fuego de octubre de 2020. Tras obtener el apoyo de la Cámara de Representantes, un gabinete interino reconocido por las dos facciones que se enfrentaron en el cambio de batalla y apoyado por la ONU, el Gobierno de Unidad Nacional terminará previsiblemente su andadura con las elecciones presidenciales.

Como anticipa la contienda electoral, el camino hacia la consolidación de unas instituciones democráticas no será sencillo. Libia parece haber salvado el riesgo existencial de su disolución como Estado, pero sigue profundamente dividida en líneas étnicas y sectarias, el terrorismo yihadista está presente en su extenso territorio y distintas facciones armadas siguen haciendo la guerra por su cuenta.

Una Libia estable es, en fin, la prioridad para la comunidad internacional, especialmente para la UE y sus vecinos magrebíes. Su amplio territorio y extenso litoral mediterráneo -2.000 kilómetros- son lugar de tránsito y puerta de salida de miles de personas procedentes del Sahel -una región crecientemente insegura- que ansían alcanzar territorio europeo. En la última cita internacional sobre el futuro de Libia, celebrada en París el pasado día 12, los líderes mundiales invocaron otra de sus grandes preocupaciones: la salida de los miles de mercenarios extranjeros que permanecen en territorio libio tras la guerra.

El reto inmediato es ahora que haya presidenciales. El siguiente, el respeto de los resultados. Más allá, aunque aún muy lejos, las parlamentarias, que sobre el papel deberán celebrarse entre enero y febrero de 2022 si los distintos actores logran ponerse de acuerdo.