Marruecos en Ramadán: tercera ola, austeridad y promesas de seguridad social universal

  • La sociedad marroquí adapta las costumbres del mes sagrado a las restricciones impuestas para la lucha contra la epidemia, que marca ya la tercera ola

  • El rey Mohamed VI anunció el primer día de Ramadán el lanzamiento de la ley que permitirá avanzar en la generalización de la protección social

El Ramadán es un mes paréntesis para los asuntos mundanos. Marruecos vive, y lo hará de esta manera hasta mediados de mayo, a medio gas. En este segundo mes sagrado de la pandemia la sensación de parálisis es aún más acusada. En las ciudades hay ahora todo el tiempo luz y tráfico propios de mañana de domingo.

La crisis económica ha golpeado los bolsillos, pero en Marruecos se siguen paladeando las pequeñas cosas, como las tardes de Ramadán en familia con la mesa preparada para el iftor o comida que marca la ruptura del ayuno, y esas no cuestan demasiado.

A pesar de lo modesto de las cifras de la pandemia, los expertos locales coinciden en que Marruecos se halla inmerso en la tercera ola de la covid-19. La variante británica se extiende por todas las regiones del reino y pronto representará más de la mitad de los casos.

Para evitar que la pandemia quede fuera de control, como han venido haciendo desde que comenzara la pandemia, las autoridades marroquíes han actuado con contundencia y rapidez –y sin avisar y sin discutir también. El país magrebí mantiene sus fronteras terrestres y marítimas cerradas desde hace más de un año y con 53 países, incluidos aquellos donde vive la mayoría de colonias de ciudadanos de origen marroquí -como Francia, España, Bélgica o Italia-, se han suspendido las conexiones aéreas. El turismo no existe. Además, la otrora prometedora –Marruecos se colocaba en el top ten mundial- campaña de vacunación ha experimentado en las últimas semanas un frenazo.

Con el inicio del Ramadán las autoridades adelantaron el toque de queda vespertino de las nueve a las ocho de la tarde, lo que supone de facto mezquitas cerradas para la habitualmente multitudinaria oración de Isha’a. Y que los cafés y restaurantes no tengan la posibilidad de contar con un pequeño margen de apertura tras la ruptura del ayuno pasadas las siete de la tarde.

El Gobierno ha querido evitar las aglomeraciones en las mezquitas y nosotros hemos sido las víctimas, no podían hacer excepción con la hostelería”, aseguraba a este medio un camarero de una cafetería del centro de la capital. Aunque los profesionales del turismo y la hostelería habían anunciado movilizaciones en las vísperas del mes sagrado, todas han acabado por suspenderse. El Ramadán no es tiempo para protestas. Hay resignación general.

Pasadas las seis de la tarde las calles de las ciudades marroquíes son un escenario fantasma, propicio para filmaciones cinematográficas y las cámaras de los aficionados menos piadosos. La tranquilidad general fue solo este viernes quebrada en Rabat por una reducida protesta junto al Parlamento en apoyo a los dos periodistas detenidos Omar Radi y Soulaiman Raissouni, quienes iniciaron recientemente sendas huelgas de hambre.

En Marruecos, la administración va por un lado y la sociedad va por otro, porque desde hace tiempo la percepción de que la pandemia es ya algo anecdótico es generalizada en amplias capas de la sociedad.

La mascarilla se ha convertido en un adorno para el cuello en la mayoría de los casos. La Policía tolera el mal uso y la ausencia de mascarilla. La relajación es casi total. “A finales del año pasado, cuando tuvimos un pico de más de 20.000 casos diarios, todos conocíamos a algún familiar o vecino que había dado positivo por coronavirus. Ahora no oímos a nadie que enferme. Seguramente mucha gente no quiere hacerse la prueba, pero estoy seguro de que ha pandemia ha retrocedido muchísimo en los últimos meses”, asegura a NIUS Rachid Bennani, pequeño empresario de la consultoría comercial afincado en Rabat.

Generalización de la seguridad social

Pero Marruecos es un reino de sorpresas, y justo el primer día del mes de Ramadán –aunque era una iniciativa que ya venía de ser aprobada por el Parlamento— y con el deterioro social en el ambiente, el rey Mohamed VI anunciaba el lanzamiento de la ley que permitirá generalizar la seguridad social.

Con la nueva ley se generalizará, según se hacía eco la agencia local MAP, el Seguro Médico Obligatorio básico en un proceso que deberá completarse entre este año y el próximo “mediante la ampliación de la base de beneficiarios del mismo a fin de incluir a las categorías vulnerables que se benefician del Régimen de Asistencia Médica y a la categoría de los profesionales y los trabajadores autónomos y las personas no asalariadas que ejercen un actividad liberal”.

De esta manera, sobre el papel, 22 millones de nuevas personas se beneficiarán de este seguro, que cubre los gastos de tratamiento, medicamento y hospitalización. Por otra parte, las autoridades marroquíes prevén generalizar los los subsidios familiares durante los años 2023 y 2024 y ampliar en 2025 la base de afiliados a los regímenes de pensiones para incluir a las personas que trabajan y no reciben ninguna pensión. Igualmente, se pretende generalizar las indemnizaciones al desempleo durante 2025 “para cubrir a toda persona que ejerza un empleo estable”.

Suena muy bien, es una buena noticia, pero habrá que esperar los detalles. Por lo pronto hay que estar inscrito en el sistema y cotizar, y más de la mitad de los marroquíes no lo hacen. Hay que esperar”, apunta a NIUS Siham Bourkadi, profesora universitaria tetuaní.

El ministro de Economía marroquí aseguraba este miércoles que poner en marcha los citados programas costará 51.000 millones de dírhams anuales (unos 4.800 millones de euros), de los cuales algo menos de la mitad correrá a cargo de los presupuestos generales del Estado. Resta por saber cómo financiará todo ello un Estado cuyo déficit público alcanzó en 2020 el 7,8% del Producto Interior Bruto y cuya deuda pública rozó el 95% del PIB el pasado ejercicio.

La pandemia ha acentuado la austeridad y el recogimiento de un mes marcado por la espiritualidad. Más que nunca, el Ramadán será un mes paréntesis. Las respuestas a los problemas habrán de esperar. El marroquí es un pueblo generalmente paciente, aunque también históricamente levantisco. La procesión –por ahora- va por dentro.