El círculo de la vida vuelve a cerrarse con el regreso, como pide la tradición, a la tierra natal. En una ceremonia menos multitudinaria que la del martes, pero con el mismo sabor africano, se ha rendido el último adiós a Mandela. Esta vez, y por recomendación del gobierno sudafricano, han venido menos personalidades internacionales. Carlos de Inglaterra ha sido uno de ellas. La mayoría de los 4.500 asistentes eran familiares, allegados de Madiba, miembros de su partido y jefes locales. Las voces de todos se han unido para entonar la canción con el nombre del protagonista. Echaremos de menos tu sonrisa, ha dicho el presidente Jacob Zuma, para quien Madiba es el gran hijo del país, que seguirá iluminando el camino hacia la Sudáfrica de nuestros sueños. Hoy, lo que iluminaba la ceremonia eran esas 95 velas, una por cada año de vida Mandela, como símbolo de unidad y reconciliación. Unos valores que no han seguido en cambio sus familiares. Ellos precisamente se han quedado ya a solas en la segunda parte del funeral. Ha sido en una ceremonia íntima, aunque con todos los honores de estado desde el cielo, para para devolver a Mandela a la tierra.