El virus de los desprotegidos lleva la alerta al sur de Italia

  • Nápoles ordena el cierre de los colegios hasta el 30 de octubre

  • El virus ha llegado al sur, donde hay una alta densidad de población y menos recursos

A Lino y Miriana les dijeron que si querían hacerse el test deberían presentarse a las 9 de la mañana en la puerta del Frullone. Habían estado en contacto con una niña que resultó ser positiva. Llegaron puntuales, a la hora a la que abre el hospital, pero para entonces ya había otras 200 personas esperando. Es casi mediodía y aún les quedan otros 100 números por delante. “Hay gente que viene de madrugada y duerme en el coche para estar los primeros en la fila”, dice el joven. La pareja pasa el rato en su Toyota, mientras el último en coger cita llega en taxi. Paga y despide al conductor, no es cuestión de mantenerle allí con el taxímetro encendido.

El Frullone está en la periferia de Nápoles, mal comunicado. Sin embargo, durante el verano se convirtió en el centro de referencia para quien tuviera que hacerse una prueba de coronavirus tras volver de un país de riesgo y ahora los napolitanos siguen acudiendo aquí en masa. En las últimas semanas la región de Campania, a la que pertenece Nápoles, ha dado vía libre para que los laboratorios privados realicen PCR. Hasta entonces, las autoridades habían presumido de que los test se harían de forma gratuita a través de la red pública, pero ante el aumento de casos era el único modo de descongestionar los hospitales. “El problema es que muchos, como nosotros, no se pueden permitir pagar”, asegura Miriana. Y cuando la espera se traduce en días, más posibilidad hay de transmisión.

La primera ola de coronavirus pasó de largo por el sur de Italia. Médicos y políticos presagiaron durante semanas una expansión desde el norte que nunca llegó. En aquel momento quedó demostrado lo partido que está el país entre una zona meridional desatendida y una franja septentrional que acapara la mayor parte de los recursos. Nadie del norte viene al sur si no es por un buen motivo, lo que alivió los servicios sanitarios desde Roma hacia la punta de la bota. Pero llegó el verano y la Costa Amalfitana siguió siendo un lugar atractivo. También los napolitanos se movieron. Para las autoridades, esa es la única explicación posible a las cifras actuales.

Campania ha pasado a ser una de las regiones más golpeadas en esta segunda ola. Este jueves superó los 1.100 positivos, sólo por detrás de Lombardía, que ya fue el epicentro durante los primeros meses. La diferencia es que Campania tiene una renta per cápita de 18.000 euros por los 38.000 de Lombardía, una densidad de población similar pero más concentrada en determinados pueblos y muchos menos recursos sanitarios.

La tasa de positivos por cada test en Campania ya alcanza el 9%, lo que hace indicar que las cifras irán a más. El temor de hace unos meses ha llegado y las autoridades ya han decretado el cierre de los colegios hasta el 30 de octubre, han limitado los encuentros al ámbito familiar y se anticipa el cierre de bares y restaurantes a las 9 de la noche. Es la primera región italiana en adoptar medidas tan restrictivas.

Lo peor, en la periferia napolitana

Estas decisiones tienen su origen en el llamado Centro direccional de Nápoles, un complejo de rascacielos futuristas que se eleva sobre un paisaje de estrechas callejuelas y casas amontonadas. El entramado, que recuerda por fuera a La Défense de París, por dentro tiene más bien apariencia soviética. Se completó en 1995, pero sus bajos ya presentan un aspecto lúgubre y los techos se encuentran carcomidos por las humedades. En uno de estos edificios de cristal está la unidad de crisis comandada por la Protección Civil. Su director general en la región, Italo Giulivo, asegura que “la presión todavía es controlada, aunque lo peor está en la periferia napolitana, que concentra el 70% de los casos”.

La provincia de Nápoles alberga 3,1 millones de personas, de las que 900.000 viven en la capital. Su densidad de población es de 2.672 habitantes por kilómetro cuadrado, que contrasta con los 833 de zonas altamente pobladas como la Comunidad de Madrid o los 237 de Cataluña. Una enorme cantidad de gente hacinada, a menudo en condiciones calamitosas, que se convierte en el transmisor perfecto para un virus que circula descontrolado.

Buena parte de la población napolitana se aglutina a las faldas del Vesubio, pero después acuden a los hospitales de la capital, que ejercen de grandes polos de referencia. En el Hospital del Mar, otro mastodonte a las afueras, en el barrio de Ponticelli, el doctor Giuseppe Galano trata de resolver al teléfono la situación de los sintomáticos leves que no deberían sobrecargar más el sistema sanitario.

Galano es anestesista y el director del servicio de emergencias de la región. “En las UCI todavía tenemos algo de capacidad, pero si no se actúa rápidamente no resistirán mucho más”, reconoce. Campania cuenta con 120 camas de cuidados intensivos destinadas para covid, de las que sólo quedan libres una veintena. El plan es transformar más plazas que actualmente están a disposición para pacientes de todo tipo. Pero el margen tampoco es demasiado amplio, ya que según el doctor Galano “la ocupación general de las UCI es del 70%”.

Falta de inversión y personal sanitario

El problema no es tanto lo que se debe hacer sino lo que no se ha hecho. Con la epidemia focalizada en el norte, durante la primera ola no se reforzó el sistema sanitario. Los pocos recursos que llegaron hasta aquí se emplearon en la compra material, lo que paralizó las contrataciones. Y ahora, “faltan más recursos, sobre todo médicos y anestesistas”, insiste Italo Giulivo, de la Protección Civil.

El personal sanitario en Campania lo componen unas 50.000 personas, 15.000 menos que otras regiones ricas como Emilia Romañana, que tiene un millón y medio menos de habitantes. El presidente campano, Vincenzo De Luca, ya ha pedido refuerzos al Gobierno de Roma y probablemente llegarán a principios de noviembre. Mientras tanto, la región tira con lo que puede.

De Luca, un político de izquierdas de aires populistas, acaba de ser reelegido. En las elecciones regionales de hace apenas un mes consiguió casi el 70% de los votos, premiado por una estricta gestión de la pandemia durante la primera ola. El examen viene ahora, cuando de verdad tiene el problema en casa. Prometió que con más de 1.000 casos diarios ordenaría el confinamiento de la región y, aunque ya ha sobrepasado ese umbral, su primer paso ha sido el cierre de los colegios, en contra de las directrices del Gobierno. Los napolitanos se resignan, dicen que ya se venían protegiendo antes de que se lo impusieran. Y es cierto, en el enjambre de calles del Barrio español de Nápoles muchos van en moto sin casco, pero no sin mascarilla.