Aprender otra lengua rejuvenece el cerebro, según la ciencia

La clave radica en hablar en otro idioma con frecuencia, y no basta solo con saber hablarlo
Las tres edades en las que tienes un pico de envejecimiento, según un experto
En un mundo cada vez más globalizado, el dominio de varios idiomas no solo abre puertas laborales o culturales. También podría ser un escudo contra el envejecimiento cerebral. Esta es la hipótesis que refuerza un estudio reciente, que sostiene que las personas bilingües muestran un cerebro más joven que su edad cronológica.
La investigación, que analizó datos de escáneres cerebrales de más de 80.000 adultos de entre 51 y 90 años, utilizó un algoritmo de inteligencia artificial entrenado para predecir la edad biológica del cerebro basándose en su estructura. Los resultados fueron reveladores, arrojando la conclusión de que quienes hablaban más de un idioma de forma activa mostraban una edad cerebral inferior a su edad real.
Más conexiones, menos deterioro
El cerebro bilingüe parece beneficiarse de un entrenamiento constante. Cambiar de idioma implica activar mecanismos de atención, memoria de trabajo y control cognitivo. Estas habilidades ejecutivas, que se desgastan normalmente con el paso de los años, se mantienen fuertes cuando el cerebro tiene que alternar entre lenguas, inhibir palabras irrelevantes y elegir estructuras gramaticales distintas en tiempo real.
No es la primera vez que la ciencia sugiere un vínculo entre el bilingüismo y la salud cerebral. Una investigación de la Universidad de Cambridge ya señalaba en 2020 que las personas bilingües pueden mostrar un inicio más tardío de síntomas de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. De este modo, el estudio descubrió que los bilingües diagnosticados con demencia lo hacían, de media, entre cuatro y cinco años más tarde que los monolingües, aun teniendo un deterioro neurológico similar.
¿Se puede aprender un idioma de adulto y obtener los mismos beneficios?
Una de las dudas más frecuentes es si estos beneficios se restringen a quienes aprendieron dos o más idiomas en la infancia. Sin embargo, los estudios aclaran que esto no necesariamente así. Aunque el bilingüismo temprano podría tener efectos más marcados, los adultos que aprenden y usan activamente un segundo idioma también muestran ventajas.
De hecho, la clave está en la “intensidad de uso”. Cuanto más se emplea el segundo idioma en la vida diaria, ya sea en el trabajo, con nuestras amistades, leyendo o escuchando la televisión o los medios de comunicación, más se refuerzan los circuitos neuronales implicados.
Otro aspecto relevante del estudio es su capacidad para aislar otros factores que podrían haber influido, como el nivel educativo o socioeconómico. La ventaja cognitiva asociada al bilingüismo se mantuvo incluso al controlar estas variables, lo que refuerza la idea de que es el propio acto de hablar más de un idioma, y no solo las circunstancias en las que se aprende, lo que protege al cerebro.

Aprender idiomas no cura, pero sí previene
Hablar varios idiomas, sin embargo, no debe considerar una suerte de una cura, ni una vacuna contra las enfermedades neurodegenerativas. Tampoco puede revertir los efectos del envejecimiento, pero sí puede retrasarlos o amortiguarlos. Según los autores de estos estudios, se trataría de una forma de “reserva cognitiva”, una especie de colchón que permite al cerebro resistir mejor la aparición de síntomas cuando empiezan a fallar determinadas regiones cerebrales.
Esta idea conecta con otros hábitos que también se han asociado a un envejecimiento cerebral más lento, como sería el caso de tocar música, mantener una vida social activa, resolver problemas complejos, leer o incluso jugar videojuegos de estrategia. Todo lo que obligue al cerebro a esforzarse, adaptarse y reorganizarse parece jugar a su favor.
El estudio no sugiere que aprender idiomas sea la única solución al problema del envejecimiento, pero sí lo considera una herramienta accesible y con múltiples beneficios. No hace falta alcanzar un dominio nativo ni usar dos lenguas por igual. Lo importante es mantener una práctica activa, incluso si es a través de ver series en versión original, hacer intercambios de conversación o leer prensa extranjera.
En unos tiempos en los que cada vez vivimos más y mejor, cuidar el cerebro con estrategias sostenibles y cotidianas se convierte en una prioridad. Y en ese camino, hablar más de un idioma podría ser, además de una riqueza cultural, una inversión a largo plazo en salud.

