¿Optimismo realista o positividad tóxica? Una psicóloga explica la diferencia

  • La mayoría de las personas con problemas psicológicos evitan a toda costa las emociones desagradables

  • Las personas con positividad tóxica tienen más probabilidad de sufrir problemas psicológicos a largo plazo

  • ¡¡Arriba las sonrisas!! Una psicóloga explica cómo diferenciar la positividad tóxica del optimismo realista

Todos conocemos a una persona que tolera fatal las emociones desagradables (y si no la conoces, es que eres tú). Antes de un examen estás con la ansiedad por las nubes y su consejo es “no estés nervioso, si no es para tanto”. Te deja tu novio y no puedes parar de llorar y nuevamente de su boca sale un “no te pongas así, si no es para tanto”. Hay un apocalipsis zombie y pierdes a toda tu familia y, cómo no, te dice “no estés triste, si no es para tanto”. Nada es para tanto en su mundo de luz y multicolor en el que sólo hay cabida para la felicidad, la ilusión y las expectativas positivas. Pero, ¿es esto sano?

¿Se puede ser demasiado positivo?

Como decía la famosa canción de la película 'La Vida de Brian', siempre hay que mirar el lado bueno de la vida… O no. Y es que a veces el optimismo puede convertirse en un arma de doble filo.

Son muchos los profesionales de la salud mental que defienden la existencia de un problema común a la mayoría de problemas psicológicos: la tendencia a evitar el malestar. Etiquetamos las emociones y nuestras vivencias en dos categorías opuestas, una buena y otra mala, e invalidamos cualquier reacción que no encaje con la alegría y la positividad tóxica.

Paradójicamente, esta eterna búsqueda del bienestar desemboca en frustración, tristeza, ansiedad, estrés y obsesiones incontrolables.

Todos tendemos a evitar el malestar; al fin y al cabo es una reacción que está en nuestra naturaleza. No nos gusta estar tristes, no nos gusta tener ansiedad ni nos gusta ponernos rojos del enfado. Sin embargo, las personas con un pensamiento de positividad tóxica son más proclives a esta tendencia psicológica. En consecuencia, pueden sufrir más problemas mentales a largo plazo.

Una forma de proteger nuestra salud mental es convertir la positividad tóxica en un optimismo más realista, y el primer paso para lograrlo es aprender a diferenciarlos.

Positividad tóxica: intolerancia a lo negativo

Algunas creencias características de la positividad tóxica son:

  • Las emociones desagradables como la tristeza, la ansiedad o la ira no sirven para nada y hay que evitarlas a toda costa.
  • Podemos controlar lo que sentimos en todo momento.
  • Si quieres, puedes conseguir cualquier cosa que te propongas.
  • Hay personas que sufren más que tú, así que no debes quejarte.
  • En momentos de sobrecarga emocional, lo mejor es forzarte a estar contento y no pensar en tus problemas.

Como acabamos de ver, la positividad tóxica nos conduce a una vida de alegría fingida en la que no sólo debemos evitar el sufrimiento, sino que tampoco podemos pedir ayuda porque implica reconocer nuestras vulnerabilidades.

Optimismo realista: un pensamiento flexible

El optimismo realista entiende las emociones como una paleta de colores en la que no sólo hay alegría, amor y esperanza, sino también frustración, dolor, rabia o ansiedad.

En pocas palabras, sustituye los pensamientos inalcanzables y dañinos de la positividad tóxica por una forma de ver la vida más flexible.

  • Las emociones desagradables tienen cierta utilidad. Por ejemplo, nos impulsan a buscar apoyo, nos hacen conscientes de nuestras limitaciones o nos ayudan a poner límites. Por eso en vez de evitarlas, debemos aceptarlas sin sentirnos culpables.
  • No podemos controlar ni lo que sentimos ni lo que pensamos. A veces experimentamos emociones que no nos gustan. Por ejemplo, los celos o la envidia. Eso no nos convierte en malas personas. Tampoco podemos borrar esas emociones de nuestra cabeza como si fuésemos un ordenador.
  • A veces querer no es poder. En nuestro día a día nos podemos encontrar con limitaciones que no están en nuestra mano y no debemos frustrarnos ni sentir que no estamos dándolo todo o que somos inferiores a otras personas.
  • Deja de comparar tu sufrimiento con el de otros. Que haya personas que lo estén pasando peor no significa que tú no puedas quejarte. Sufre igual quien se está ahogando a un metro bajo el agua que quién se ahoga en el fondo del mar. Tienes derecho a quejarte y a priorizar lo que tú sientes.
  • No debes enmascarar tu dolor. Cuando estás pasándolo mal, lo ideal es escuchar a tu cuerpo. Entiende tus emociones desagradables en vez de intentar controlarlas o eliminarlas a toda costa. Y si pasa el tiempo y sigues sufriendo, pide ayuda a quienes te rodean o a un profesional.