Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: "En mi casa no hubo pantallas hasta que mis hijos cumplieron siete años"

  • Entrevista con el neurocientífico y divulgador, que acaba de publicar nuevo libro para padres: "¡Hola, familia!"

  • El libro, en forma de diccionario ilustrado, aporta claves para entender a nuestro hijo desde su nacimiento y durante los primeros años de vida

  • "Quise hacer algo que fuera muy sencillo, porque los padres reciben mucha información por todas partes: sobre lactancia, sobre sueño, sobre comportamiento..."

Un hombre cercano, afable, tranquilo, que disfruta hablando y que da la impresión de no tener prisa en ningún momento, a pesar de estar en plena promoción de su último libro: “¡Hola familia!” (Plataforma Editorial). Hablamos de Álvaro Bilbao, doctor en Psicología, neuropsicólogo, experto en plasticidad cerebral y autor de cabecera para muchos padres primerizos, sobre todo a raíz de su libro “El cerebro del niño explicado a los padres” (2015).

Además de todo eso, este bilbaíno de 46 años es padre de tres hijos, dos niñas de 9 y 10 años y un niño de 12. Y su experiencia como tal también se refleja en sus libros, lo que genera mucha complicidad con el lector. En este, además, sus textos se apoyan en las ilustraciones de Susana Soto, que reflejan de forma sencilla y divertida el punto de vista del niño. Si uno es padre, o madre, imposible no sonreír. Ellas ilustran las claves que Bilbao nos va dando, en forma de pequeño diccionario, para ayudarnos a entender a nuestro hijo durante los primeros años de vida.

Pregunta: Lo primero que me ha sorprendido de este libro es el formato. ¿Por qué un diccionario? ¿Quizá porque es más fácil de leer cuando tienes un bebé recién nacido y no tienes tiempo?

Respuesta: Hace seis años que me puse con este libro, y quise hacer algo que fuera muy sencillo, porque los padres reciben mucha información por todas partes: sobre lactancia, sobre sueño, sobre comportamiento… Yo quería ofrecerles algo que les permitiera conectar con la esencia de lo que los niños necesitan, pero de una manera sencilla. Que les ayudara a ponerse en su lugar, pero de forma sencilla. La idea era crear un libro que permitiera a los padres conectar con esa ternura tan necesaria para entender a los niños.

P: Ya desde el título ("¡Hola familia!") queda bien patente el protagonismo del niño, su mirada, que está muy presente. Sobre todo, en las ilustraciones.

R: Sí, y no fue fácil, porque no encontrábamos ninguna ilustradora que nos gustara. El libro ya lo tenía en 2016, y ahí testamos cuatro ilustradores, pero no nos convencieron. En 2018 otros dos, pero nada. En 2019 otro… Y en 2021, la editora encontró esta ilustradora y a mí me encantó. La idea era que el dibujo permitiera conectar con el niño, no solo ilustrar.

P: Hay algunas maravillosas. Por ejemplo, la que acompaña el concepto de “lábil”. Imposible no sonreír cuando ves al niño explicando: “Soy pequeño, no necesito un motivo para cambiar de humor"

R: “Lábil” es un término que utilizamos mucho en psiquiatría y en neurología. Hace referencia a la dificultad para mantener un estado de ánimo durante mucho tiempo, o a la facilidad para cambiar de una emoción a otra de manera muy rápida. Por ejemplo, cuando sacas a tu hijo de una fiesta de cumpleaños en la que ves que se lo está pasando genial. Sales, le preguntas qué tal se lo ha pasado y te dice: “mal”. ¿Por qué? porque en ese momento está cansado, pero tú sabes que se lo ha pasado genial, porque le has visto. Lo que ocurre es que el cansancio tiñe su mundo de malas sensaciones.

Pensamos que los límites son normas que están escritas en un sitio, y no. Los límites los encontramos dentro de nosotros

P: Se supone que este libro es para padres primerizos, con un bebé que acaba de nacer, pero yo lo he leído como madre de un niño de 4 años y algunos conceptos siguen muy vigentes...

R: Sí, siempre intento siempre curarme en salud, porque prefiero que nadie se sienta defraudado. El libro del cerebro, por ejemplo, estaba pensado de 0 a 6 años, pero luego resulta que me encuentro con padres que dicen que les ha ayudado mucho con su hijo adolescente. Este, yo lo acabaría sobre los 4 años.

P: Por ejemplo, cuando hablas de los límites, es un tema que se prolonga durante varios años…

R: Sí, es algo que está vigente toda la vida. Los límites cobran protagonismo a partir de los 2 años, pero desde que el niño es un recién nacido ya están ahí. Lo que pasa es que tendemos a confundir, porque pensamos que son normas que están escritas en un sitio, y no. Los límites los encontramos dentro de nosotros.

P: Me gustaría repasar contigo algunos otros conceptos de los que planteas. Por ejemplo, “retar”. Explicas que lo que hace el niño cuando reta no es desafiar, es aprender. Que no tiene nada que ver con eso que muchos padres habrán tenido que escuchar muchas veces: “Te está poniendo a prueba…”.

R: Lo que hay que tener presente es que cuando es muy pequeño, el niño no es capaz de entender lo que el otro está pensando, no tienen desarrollada esa capacidad todavía, hasta los 4 años o así. Simplemente, lo que ocurre es que hay niños a los que les encantan las normas, otros a los que no es gustan tanto, otros que necesitan experimentar las cosas…

Hay niños a los que no hay que decir nada porque con observar ya aprenden. Otros aprenden por vía auditiva, cuando les dices “no quiero que toques esto, porque se puede romper”. Y hay otros que necesitan experimentarlo: “Necesito tocarlo y ver qué pasa”. Entonces, lo tocan, y lo vuelven a tocar, y si llega un día en que se rompe, ya saben lo que pasa. Pero esto lo hacen por experimentar, no tanto por ponerte a prueba, sino porque tienen sus deseos o sus necesidades de aprender.

Claro, hay veces que también tienen que aprender qué pasa si lo hago (¿se enfadarán mis papás?). Pero no hay mala intención ahí.

Hay una cosa muy clara: todos los niños quieren que sus padres se sientan orgullosos, quieren sentirse reconocidos.

Los padres no son perfectos, los hijos tampoco. Mereces ser querido independientemente de tus imperfecciones. Aprender eso te da una confianza y una tranquilidad importante en la vida

P: Otra de las claves a entender, el miedo. ¿Es necesario el miedo en un niño? ¿Es bueno?

R: El miedo es muy importante, sí, porque es la emoción que nos protege de sufrir, de experimentar daño. Si el niño tiene miedo de montar en bici, por ejemplo, puede ser porque todavía no la controla bien y piensa que se puede caer. Es bueno que los niños tengan cierto miedo. La función del miedo es protegernos frente a los peligros. Nuestro papel, como padres, es ayudar al niño a superar los miedos. Hay que saber que los va a tener (a montar en bici, a los perros, a la oscuridad…) y ayudarle a superarlos, poco a poco.

P: ¿Y siempre sin transmitirle nuestros propios miedos, no? Que no es fácil…

R: Siempre que se pueda, sí. A mi mujer, por ejemplo, le dan mucho miedo los ascensores. Fuimos a París y solo de pensar en subir a la torre Eiffel ya estaba agobiadísima. Los días antes, me decía: “yo no voy a subir”. Y yo le decía: “como veas, pero que sepas que tus hijas van a tomar nota”. Al final, subió.

Pero todos los padres tenemos derecho a tener una norma que puede ser totalmente incomprensible para los niños, eso también hay que saberlo.

No es malo discutir delante del niño, pero sin que sea de forma acalorada ni faltándonos al respeto. El niño puede aprender que, aunque discutamos, se puede resolver y se reparan las heridas

P: Otro concepto: “desbordar”. Perder los nervios, a veces, es inevitable, pero explicas que es bueno saber que va a ocurrir y saber pedir perdón después. ¿Los niños aprenden a pedir perdón cuando nosotros lo hacemos?

R: Sí, y también aprenden que no tienen que ser perfectos, ni sus padres lo son. Que mereces ser querido independientemente de tus imperfecciones. Y aprender eso te da una confianza y una tranquilidad importante en la vida. También es importante saber que todos nos equivocamos: yo me equivoco, tú te equivocas… No hay que olvidarlo.

P: Cuando hablas de las pantallas, planteas dos cosas: controlar el uso de la tele y nada de teléfonos ni tableta hasta los 6 años. ¿Por qué 6 años?

R: Porque en el momento en que les das una tableta o un móvil, pierden mucho interés por todo tipo de juegos, sobre todo los más interactivos, los que fomentan la creatividad: dibujar, plastilina, hacer puzles… Esos 6 primeros años son muy importantes para la motricidad fina, por ejemplo, y para muchas otras cosas.

También porque a los 6 años se culmina el 'núcleo estriado', una parte del cerebro que nos da las preferencias, las cosas que nos gustan más y las que nos gustan menos. Si antes de eso, le das una cosa súper estimulante en esa parte del cerebro, pierden valor otro tipo de experiencias que son menos intensas.

En mi casa no hubo pantallas hasta los 7 años, nada de pantallas interactivas (móvil, tableta, consola).

P: ¿Y qué opinas de los niños que tienen su propio móvil con 8 años, por ejemplo?

R: Yo no soy partidario. En casa, las pequeñas no tienen, y el mayor, con 12 años, sí ha empezado a usarlo. Ya va solo al instituto, coge el autobús… pero la verdad, no le hace ninguna falta. Lo que pasa es que, a nivel de comunicación con sus amigos, es una herramienta social.

En el momento en que les das una tablet o un móvil, pierden mucho interés por todo tipo de juegos, sobre todo los más interactivos, los que fomentan la creatividad

P: “No temas el aburrimiento”, dices a los padres. ¿Es bueno que un niño se aburra, de vez en cuando?

R: Bueno, si el niño está en una casa donde hay cosas para entretenerse, ahí va a desarrollar la imaginación, que es súper importante. La inteligencia es la capacidad para resolver problemas nuevos, y la herramienta para hacerlo es la imaginación. Yo siempre explico que la lógica te puede ayudar a llegar del punto A al punto B, pero la imaginación te ayuda a llegar a cualquier sitio. Si el niño dice “me aburro”, puede ser su primer problema a resolver.

P: Cuando hablas del concepto “tiempo, explicas que “lo que más ayuda a un niño a desarrollar su cerebro es el tiempo que comparte con sus padres”. Pero en la práctica hay un problema, no siempre funciona la conciliación.

R: Sí, en España tenemos un problema muy grande con esto. La cultura del fichar, de las horas extra, está bastante extendida. Con la pandemia hemos empezado con el teletrabajo y a no perder tanto tiempo, ni fomentar esa presencia artificial, y eso está bien. Pero también te encuentras con muchas familias que pasan poco tiempo con sus hijos porque no cultivan ese interés, simplemente. Ves familias en que les da de cenar la chica, les baña la chica… Hablas con el padre y te dice: “es que yo llego a las 8, y ya solo me da tiempo a darles un beso antes de acostarles”. A ver, si llegas a las 8, todavía puedes bañarles tú también. Pero hay que saber cuáles son las prioridades para cada uno.

Yo recuerdo, por ejemplo, que cuando escribí el libro del cerebro, todos los días salía del trabajo lo más pronto posible, venía a casa, los bañaba, jugaba con ellos, les daba la cena… y escribía de noche, cuando ya estaban durmiendo. El tiempo se lo robaba al sueño, no a ellos.

Es muy importante saber establecer la prioridad, estar muy presentes y hablar mucho con ellos.

P: En el libro destacas lo importante que es escuchar a tu hijo, y también saber que ellos escuchan todo lo que dicen sus padres, todo el tiempo. Recuerdo una frase de otro libro que decía: "Tu hijo te observa las 24 horas".

R: Los niños tienen algo así como un programa de aprendizaje, lo que llamamos “impronta”, que consiste en que, cuando el niño nace y conoce a sus padres, se convierten en sus figuras de apego, y desde entonces, está condicionado para aprender de ellos todo lo que pueda. Los niños necesitan a sus padres para aprender. Ellos ven qué haces en todo momento, y lo codifican de manera instintiva y automática. Lo que hay que hacer es intentar ser el mejor ejemplo para ellos.

Te encuentras con muchas familias que pasan poco tiempo con sus hijos porque no cultivan ese interés, simplemente

P: Otro tema que abordas, y que no es fácil: los conflictos entre los padres. Hay una ilustración que lo resume perfectamente, con los padres discutiendo y el niño, en medio, pensando: “odio cuando discutís". ¿Cómo evitarlo?

R: Todos los que vivimos en pareja tenemos que resolver conflictos, hay que ser un poco indulgente con uno mismo. Pero también es cierto que, si ha habido un divorcio cercano o en la familia, por ejemplo, puede que si ven alguna discusión fuerte, fea, les pueda asustar un poco.

Lo que sería bueno es trabajar en la pareja cómo vamos a discutir y cuándo vamos a discutir. Saber parar y seguir en otro momento, más tranquilos.

P: ¿Seguir después sin que el niño esté presente?

R: Bueno, lo ideal sería retomarla con suavidad y con el niño delante. Lo ideal sería que discutiéramos en casa como discutimos en el trabajo: con educación, orden, reglas… Lo que pasa es que en casa perdemos esas habilidades laborales. No es malo discutir delante del niño, pero sin que sea de forma acalorada ni faltándonos al respeto. Así, el niño puede aprender que, aunque discutamos, se puede resolver y se reparan las heridas.

P: Quería acabar con un concepto que me ha encantado: “saborear”. Los niños "tienen claro que están aquí para saborear la vida, no para consumirla", dices. Ellos no tienen prisa, pero nuestra vida es correr. Olvidamos esa forma de vivir, tan necesaria…

R: Creo que una muy buena manera de volver a aprender a saborear la vida es encontrarnos con nuestros hijos y ser capaces de conectar con su ritmo, que es más tranquilo que el nuestro: sentarnos con ellos a jugar, dar un paseo, poner el teléfono en modo avión… Se trata de meternos un rato en su mundo. Yo siempre digo: ponte en primera fila de la vida de tus hijos y disfruta de la experiencia.