Estamos muy cerca de tener noticias sobre Julen. En una operación titánica, extrema y bajo circunstancias inéditas, los mineros han excavado sin descanso, –con ayuda de las microvoladuras explosivas de los miembros de la Guardia Civil para los terrenos más duros–, para conectar el túnel vertical con el pozo de 25 centímetros de diámetro y 107 metros de profundidad por el que cayó Julen.
Están a menos de un metro. Es cuestión de centímetros que los mineros puedan, de acuerdo al plan contemplado, introducir una cámara para intentar verificar que el cuerpo del pequeño se encuentra en el lugar en el que esperan encontrarle y en qué estado.
De dimensiones reducidísimas, como el espacio en el que trabajan los efectivos, el ojo de la cámara es controlado de manera remota. Su objetivo, además de comprobar si el cuerpo está donde marcó el georradar de la empresa sueca Stockholm Precision Tools, –que se utilizó para encontrar a los 33 mineros chilenos que se encontraban atrapados en agosto de 2010–, es también captar la posición del niño en el caso de localizarlo. Ello será clave para reconstruir como cayó, y por eso también los miembros de la Guardia Civil que forman parte de la fase final del rescate son especialmente importantes por su labor de policía judicial. Ayudados por el dispositivo, recogerán los vestigios existentes y lo que vean alrededor. Tres guardias especializados en ese tema harán además la inspección ocular.
Cualquier detalle será importante para intentar determinar cómo fue la caída.
Según lo que recoja la cámara, se procederá de una forma u otra. Si han podido ver al pequeño y está vivo los mineros podrían actuar sin dilación para evacuarlo. Si hay complicaciones, serán los guardias civiles expertos en espeleología los que entren en acción.
En el momento en el que Julen sea localizado el juez, el secretario y el forense serán llevados al pozo en el helicóptero. Después subirán al pequeño, y si está herido el helicóptero será utilizado para evacuarlo.