Todo empezó cuando Alice Hall, de 20 años, comenzó a sentirse mal una mañana y decidió hacerse una prueba de embarazo que resultó dar positiva. El médico le confirmó que estaba de cuatro semanas.
Sin embargo, ocho semanas después empezó a sangrar. Acudió a su médico y le confirmaron que había sufrido un aborto. Pero un test de embarazo confirmó que seguía estando embarazada. Algo que también confirmaron los análisis a los que se sometió un día después.
Alice estaba viviendo un auténtico calvario al no saber qué le pasaba. La chica acudió a otro hospital donde finalmente le diagnosticaron con un tumor muy raro que crece en la matriz. Los médicos tomaron muestras de aquello y concluyeron que era cancerígeno.
Los sanitarios le confirmaron que el tumor no podía ser extraído porque tocaba una vena que, en caso de cortarse, podría acabar con su vida. La única opción era que Alice lo expulsara.
Finalmente, tras 30 horas, expulsó el tumor en el retrete. “Fue una experiencia traumática”, ha declararado la joven a una entrevista a 'Mirror'.