No hay un vecino de Totalán y de Málaga que no llore cuando una cámara se le acerca y le pregunta por Julen. “Habrá que ver si el angelito aparece, aquí estamos todos aunque sea solo como apoyo emocional”. “Cómo deben estar los padres”, se preguntan, y de repente los ojos se llenan de lágrimas.
Otro va más allá, “si el hueco fuera más grande yo mismo me metería a por él”, dice un vecino. Todos temen también la lluvia y miran en la televisión el parte meteorológico, rezando para que no haya un nuevo freno en la búsqueda de Julen, que ya ha sufrido suficientes contratiempos.
El pueblo se ha volcado, no solo con los padres del pequeño, muy queridos después de que la desgracia ya se cebara con su primer hijo por una muerte repentina, sino también con los efectivos que trabajan en la zona.
Los vecinos reparten lo que tienen: café, agua, bocadillos, pucheros… Reparten calor humano para los que no paran de trabajar; para esos efectivos que no descansan, que buscan a Julen como si fuera su propio hijo. Gente solidaria que ha abierto las puertas de Totalán. Cada uno aporta lo que puede. Todo el mundo en Málaga también está con el corazón en un puño. La gente llora literalmente en los bares, donde siguen sin descanso los avances del rescate.