El valor y la capacidad de Urdiales contra el muro de la mansedumbre en Madrid

AGENCIA EFE 24/05/2009 20:48

FICHA DEL FESTEJO.- Cinco toros de Samuel Flores -segundo y tercero con el hierro de Manuela Agustina López Flores-, bien armados y bastos de presencia; mansos, broncos y difíciles. A excepción del segundo, los otros cuatros arrastres fueron pitados. El sexto, un sobrero de Julio de la Puerta, sustituto de uno de Agustina, en la línea de los titulares.

Domingo López Chaves: dos pinchazos, estocada corta, tendida y atravesada, y dos descabellos (silencio tras un aviso); y dos pinchazos y estocada desprendida (silencio).

Diego Urdiales: dos pinchazos, estocada a paso de banderillas que asoma y descabello (gran ovación tras dos avisos); y dos pinchazos y media estocada (silencio).

Javier Valverde: estocada caída (silencio); y

En la enfermería fue atendido Javier Valverde de "un puntazo en la axila y el hemitórax izquierdo. Un puntazo en el tercio superior de la cara anterior del muslo derecho, y contusiones múltiples, de pronóstico reservado".

La plaza se llenó "hasta la bandera" en tarde de nubes y claros, y viento fresco.

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TOROS PARA EL CARNICERO

Kilos y bravura en proporción inversa. La corrida de "Samuel", -con el nombre de pila sin apellido se le conoce en el ambiente taurino-, buena para el carnicero, ha sido imposible para los toreros. Mansos y con "guasa". Ya fue mérito estar delante y con ganas, pues voluntad no le faltó a ninguno de los tres toreros. Aún sin resolverse faenas triunfales, hubo pasajes con interés y hasta cierta emoción.

Lo más destacado de la tarde lo firmó Urdiales en sus dos toros. Muy firme y seguro, muy valiente, sabiendo lo que se traía entre manos, le hizo embestir a los dos a fuerza de insistir y jugársela.

Muy bien el riojano en su toro primero, cuyas embestidas eran más bien "arreones", rebrincado y descompuesto. Había que citarle en corto y llevarle muy tapado para evitar que "se orientara". Urdiales "le tragó" en los muletazos iniciales de forma espaciada, hasta conseguir hilvanarle tres naturales de trazo impecable, por abajo, despacio y llevándole muy cosido.

Ahí "rompió" la faena, encauzada definitivamente con una tanda más por el izquierdo y otra a derechas. Sonó el primer aviso cuando mejor estaba toreando, y todavía se permitió Urdiales cuatro "cositas" antes de montar la espada. Faena muy intensa, breve pero de altura. Sin embargo, faltó la rúbrica de la espada. En poco tiempo tuvo que darse prisa el torero, ahora para que no volviera el toro vivo al corral. Qué cosas.

La ovación final, no obstante, fue de un absoluto reconocimiento.

Volvió Urdiales con la misma disposición en el quinto. Ya tuvo mérito el intento de estirarse con el capote, con tanta violencia como tenía "el samuel". Con la muleta, por un momento, parecía que el toro iba a responder, "tomándola" en una primera serie de embestida más pausada de lo que fue norma en la tarde. Pero fue puro espejismo.

El hombre se relajó y todo, con bonita expresión artística. Sin embargo, entre el viento y la súbita bronquedad del astado, se lo cargaron todo. Ya no fue posible acoplarse por ningún pitón. Los muletazos, cada vez más espaciados. Faltó también limpieza. En realidad habían sido sólo cuatro arrancadas que valieran la pena.

López Chaves arriesgó también lo suyo en el que abrió plaza, toro manso y cobardón, siempre al acecho y sabiendo lo que se dejaba atrás. El cuarto fue de una absoluta bronquedad, embistiendo al revés, de abajo para arriba, y pegando cabezazos. El salmantino aguantó varias veces con los pitones por las hombreras.

Valor también el del otro torero charro, Javier Valverde, que tuvo en el sorteo la misma mala suerte que sus compañeros.

Se repite la palabra manso (la clave de la tarde) cuando hay que referirse al "rajadísimo" tercero, que buscó enseguida la querencia, aculándose en tablas, donde se echó antes de montarle la espada. La máxima expresión de la falta de casta. Van a tener razón los paisanos del ganadero que irónicamente llaman a estos toros "samulos".

El último, sobrero de Julio de la Puerta, contagiado del descastamiento que abundó en la tarde, fue toro incierto, sin querer coger los engaños. El toro siempre al acecho, llegó a echarle mano a Valverde levantándole los pies del suelo. Tres derrotes en un suspiro. Menos mal que fue sólo la paliza.