No han derrochado el dinero, pero tampoco han sabido gestionarlo. Han vivido en casa de sus padres hasta hace apenas un año y, conforme ganaban dinero, lo entregaban en casa. Ellas reconocen que no se han preocupado el dinero, ni si quiera saben cuánto han ganado, y están dispuestas a cambiarlo: quieren madurar, ser más positivas, tener más acción y capacidad de gestión.